En las venas de la Revolución, la sangre de sus mártires (+Video)

El show politiquero organizado para la tarde del domingo 30 de junio de 1957, por personeros del régimen batistiano, a fin de hacer creer que en Oriente todo estaba en calma, movilizó a los revolucionarios en varios puntos de la ciudad.
La detonación bajo la tribuna del Parque Céspedes no se produjo, y mientras el mitin proseguía, a Josué País García, hermano de Frank, le hervía la sangre por tanta palabrería de los esbirros. Testimonios reunidos por su biógrafo, Francis Velázquez Fuentes, lo describen humilde, educado, cariñoso, pero de natural rebeldía, carácter fuerte e impulsivo; por lo cual, ante la imposibilidad de contactar para recibir nuevas órdenes, decidió actuar.
Desde la casa donde se ocultan envía a Floro (Floromiro Bistel Somodevilla) al encuentro con Salvita (Salvador Alberto Pascual Salcedo), para que tomen un vehículo y pasen a recogerlo. Josué porta una pistola y Floro una escopeta recortada, mientras el otro compañero conduce el Chevrolet, sin sospechar ninguno de ellos que ya el dueño ha informado de la ocupación del auto a la Policía.
Al tomar en bajada el Paseo Martí, un patrullero identifica la matrícula circulada e inicia la persecución. Se intercambian disparos y queda perforado un neumático trasero del auto de los revolucionarios, que, al llegar a la intercepción de la Calzada de Crombet y la línea del ferrocarril, es emboscado por otro patrullero y una veintena de soldados dislocados en el área.
El aluvión de fuego abierto contra el carro acribilla a Floro y a Salvador antes de que puedan abandonarlo. Josué logra salir pistola en mano, pero al instante la metralla se concentra en él y lo derriba en el pavimento, gravemente herido.

Al saberlo vivo, el sanguinario teniente coronel José María Salas Cañizares dispone que lo trasladen al hospital, pero, con discreción, indica que en el trayecto terminen con su existencia.
Duele terriblemente a Frank la muerte de su hermano menor. Desde la Sierra Maestra, en comunicación de pésame, el Estado Mayor del Ejército Rebelde, encabezado por Fidel, conmina a «que nadie se aparte de la senda donde ellos cayeron, ni den las espaldas a la ruta que conduce a la felicidad que merece este pueblo sufrido, que es en fin de cuenta por lo que luchamos».
La Revolución que triunfó después, aún en pie contra nuevos enemigos, lleva en las venas la sangre de todos sus mártires.

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