Estar cerca de Fidel

“Con la verdad se hizo esta Revolución, con la verdad se alcanzó el triunfo, con la verdad se ha defendido durante casi 50 años”, dijo Fidel en Bayamo, el 26 de julio de 2006. // Foto: Jorge Luis González.

Al amanecer del domingo 17 de diciembre de 2000, en una fresca mañana que anticipaba lo que sería una agradable temporada invernal, Fidel despidió, en el Aeropuerto Internacional Juan Gualberto Gómez, al mandatario ruso Vladímir Putin, quien finalizaba una visita oficial a nuestro país que duró cuatro días.  

A la partida del distinguido visitante y de la delegación de alto nivel que lo acompañaba, acudió además el General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces Segundo Secretario del Comité Central del Partido y Ministro de las FAR.

La víspera, antes de emprender viaje hacia Canadá, segunda y última escala de su viaje, el Presidente ruso disfrutó de las bondades del balneario matancero, una de las playas más lindas del mundo.

Del periódico le comunicaron al corresponsal de la provincia que debía estar bien temprano en la terminal aérea para, como es costumbre en estos casos, conseguir básicamente alguna declaración del visitante. No hubo más explicaciones ni le previnieron de ningún otro detalle.

Nunca le pasó por la cabeza la idea de que aquel día estaría tan cerca de Fidel, literalmente solo, en su condición de periodista. Una experiencia que le dejó más de una lección, sobre todo aquella de que, en el oficio, es preciso estar siempre bien preparado, sin encomendarse únicamente a la posible noticia.

Al llegar al aeródromo, le llamó la atención no encontrarse con algún otro compañero de «armas» de la prensa cubana. Cuando ya estaba por impacientarse, mientras esperaba en el portal del aeropuerto, dos hombres fornidos llegaron de un modo intempestivo y preguntaron por los periodistas.

«Bueno, al parecer soy yo el único…». No lo dejaron terminar. «Andando, que ya estamos atrasados», le dijeron, y partieron apresuradamente a través del interior de la terminal, hasta alcanzar el primer tramo de la rampa. 

Una vez en la pista de aterrizaje, divisó a lo lejos cómo Vladímir Putin saludaba desde la escalerilla del avión, a punto de ingresar a la nave.

Entre los presentes, y rodeado de un grupo de altos dirigentes, estaba Fidel. Alguien cercano al Jefe de la Revolución se aproximó y notificó al reportero, con tono afectuoso, un poco para aliviar su lógica tensión: «Mira, él quiere ofrecer algunas impresiones sobre la visita».

El histórico líder llevaba su tradicional traje verde olivo, y era todavía llamativa su barba, ya de medio siglo. Tenía un aspecto agradable y, en cierto modo, parecía entusiasmado. Aunque ya sobrepasaba los 70 años de edad, mantenía su dinamismo físico y su prestancia.

Fidel se volteó, dio unos pasos hacia el recién llegado, y preguntó: «¿Dónde está el periodista? A ver, ¿qué tú quieres saber?».

El corresponsal debía estar lívido, quién sabe con qué semblante. No era la primera vez que por motivos de trabajo se encontraba próximo al Jefe, pero es conocido que su sola presencia ejercía una influencia contundente. 

Más asustado que feliz, y aprovechando el desmesurado bullicio del motor de la nave por partir, el reportero le hizo entonces la única pregunta definida: ¿Qué impresión se había llevado Putin de Cuba?

Él dio una respuesta inmediata. Dijo que se había ido muy satisfecho, para, a continuación, precisar los aspectos de más interés y en los que ambas partes coincidieron.

Explicó que la visita de Putin se había desarrollado en un clima de comprensión mutua, y que se llevó a efecto un amplio programa de trabajo.

Luego abundó en otras cuestiones, incluidos los temas atmosféricos y la necesaria ampliación del aeropuerto yumurino, en correspondencia con el desarrollo del turismo en los próximos años.

Por fortuna, pasó de un asunto a otro con esa facultad que tenía para conectar las más diversas ideas, y así liberó al periodista del peso de las preguntas.

Víctor Gaute, quien por entonces conducía el Partido en la provincia, y escuchó con atención todo lo expuesto por el Comandante, recuerda que, además de la significación de la visita, habló acerca de la importancia del territorio para el desarrollo económico del país, y aprovechó la ocasión para expresar su gratitud al pueblo matancero, revolucionario y productivo, como lo calificara en más de una oportunidad.

Aunque el reportero deseaba de corazón que todo terminara rápido, al cabo de varios minutos había recobrado un poco el aliento, y se atrevió a hacer un par de preguntas más, de poca monta.

Al final, Fidel dio un paso hacia él, puso una mano en el hombro en gesto amigable, y observó con curiosidad, para ayudarlo a controlar los nervios. «Ah, pero si eres taquígrafo», dijo mirando hacia la libreta de notas, tras lo cual elogió el uso de esa herramienta en el oficio del periodismo. Inmediatamente después, dio por concluida su explicación y se despidió de los allí presentes.

Al fin y al cabo, de aquel inesperado episodio, el periodista hizo apenas una reseña desabrida que solo se limitó a la esencia de la despedida.

Conserva, sin embargo, un bonito recuerdo que guarda en su memoria con cierta vanidad, pues no son pocos los reporteros que añoraron ese privilegio de entrevistar o estar próximos al líder histórico de la Revolución Cubana.

Esa vivencia la guarda como una de las cosas más afortunadas de su vida profesional, y aunque le apena reconocer que se quedó sin saber qué preguntar, le place –y mucho– haber vivido la aventura inolvidable de estar bien cerca de Fidel.