Este es Camilo Cienfuegos

El sol despunta al horizonte con sus leves rayos y Rafael despierta. Al abrir sus ojos cuestiona con la ternura de sus tres años: ¿Dónde está, mamá, mi flor para Camilo?

Justo allí, en una vasija con agua fresca, al lado de la prenda que hace un tiempo usa a su llegada del círculo infantil “porque es como su sombrero alón”, reposan alegres los marpacíficos y rosas cortados para rendir tributo al Señor de la Vanguardia.

Nadie se asombra. Desde febrero le conoce, lo encontró entre las hazañas que narró la seño Mirian sobre aquel hombre de pueblo.

A su corta edad ya le distingue, y si preguntan, no duda en pronunciar su nombre: Camilo Cienfuegos Gorriarán, y recita los versos sencillos que retratan al héroe. “Capitán tranquilo, paloma y león… una gran sonrisa y un gran corazón”.

Le sabe hijo de una familia humilde y amante de las historias de quienes empuñaron los machetes y montaron los caballos, para allá, en los montes, “defender la libertad de Cuba, mi país”. Y le describe justo, protector de los más débiles, defensor de la verdad, en anécdotas que cuenta con la detallada destreza de un adulto.

“¡O lo cargan ustedes o lo cargo yo!” es una de las frases que dice con más energía. Parece entender la profundidad de las palabras de Camilo luego del segundo combate de Pino del Agua, cuando al ser alcanzado por las balas ordenó el traslado de otro herido antes que él.

Sí, comprende la calidez humana de quien prefirió el bien común al propio, la entereza del joven alegre, bonachón, jaranero, desprendido. Descubre en su mirada al cubano que vino en un yate llamado Granma y subió a la Sierra Maestra a pelear por la independencia, siguiendo la huella de quienes admiraba, que venció múltiples batallas, libertó a Yaguajay y se ganó el amor de su pueblo.

Quizás por ello dice que quiere ser como él, y le imita con la expresión sonriente en el rostro y el sombrerote del abuelo en la cabeza. Pero cuando crezca y advierta en profundidad la dimensión del hombre de los Cien fuegos de seguro mantendrá la idea de seguir su ejemplo.

Y aun conociendo que Camilo se perdió en el mar el 28 de octubre de 1959, Rafael preservará el ánimo de honrar al Comandante con el gesto de lanzar al agua flores tan naturales y cubanas como la esencia del legendario guerrillero.