Expresiones de libertad en óleo (+Video)

El Salón 10 de Octubre de Manzanillo es una fiesta de las artes plásticas donde se reúne lo mejor de la creación de la urbe // Foto: Denia Fleitas Rosales

Los ojos buscan entre los rastros del pincel. Colores y formas llenan el lienzo; y unas veces más oculto, otras más visibles, el pálpito del artista se revela: libre en el ansia de decir sin palabras, de desencadenar reacciones.

Noveles o experimentados, aficionados o de academia, juntos en una especie de propósito salvador del arte, llenan las paredes y suelos de expresiones realistas y abstractas. Dan vida al Salón 10 de Octubre.

O quizás, como muchos se atreverían a decir, reciben vida de él, porque la convocatoria que en 2024 cumplirá cinco décadas, despierta en los creadores de las artes plásticas manzanilleras el impulso de evocar en lienzo, madera, cerámica, cartulina, lo inverosímil, el más profundo reflejo de una mente en constante ebullición.

“La preparación es diaria, es un trabajo constante sobre la creación, dice Yunier Tamayo Sánchez, uno de esos jóvenes de 40 años que tiene en su currículo más de siete premios del certamen. No dejo de participar, y obtener un premio desde luego es súper importante para mí, porque es esta mi tierra, mi ciudad, y este mi Salón”.

Yunier Tamayo, a la derecha, recibió mención en la edición 43 del evento // Foto: Denia Fleitas Rosales

Lo comenta tras recibir el de la edición 43, una mención a su pieza Otro de nosotros. “Crecí en estos salones desde que era un muchacho, con Julio Oduardo, Cisneros, Wilfredo, Chacón. Soy inquieto y me gusta estar investigando, cambiando de estilo; dejar la incertidumbre de con qué me voy a aparecer al Salón, siempre transformando la estética, la visual, en un salón como este con tanta historia y años”.

De esos años, y no por viejo, conoce con lujo de detalles el pintor Manuel Olivera Álvarez, MOA, quien ha sido jurado del evento en reiteradas ediciones, en su condición de experimentado creador y presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en Manzanillo.

El pintor Manuel Olivera Álvarez, MOA, asegura cuidar el Salón por ser de trascendencia para la cultura e identidad de las artes plásticas en Manzanillo y Granma // Fot: Marlene Herrera

Tanto, afirma, que recuerda aquel premio único con su óleo sobre cartulina titulado Danza negra, de los cerca de 14 premios y menciones conquistados en el 10 de octubre, “uno de los eventos de las artes plásticas más antiguos del oriente del país, y el más longevo de la provincia Granma, sin temor a error”.

Narra que la llegada de aquel graduado de la Escuela Nacional de Arte fundada por Fidel con la idea de llevar la cultura a los lugares más recónditos del país, para que fuera patrimonio del pueblo, fue el despertar.

En 1968 a la ciudad le nació la escuela taller libre de artes plásticas de manos del camagüeyano Arsenio Martínez Rodríguez. A ese año, a Arsenio y al promotor cultural Antonio Sánchez Machado, Cuco, corresponde el primer intento de este certamen para celebrar el centenario del alzamiento en La Demajagua.

Las obras pictóricas del evento son del disfrute de los manzanilleros // Foto: Denia Fleitas Rosales

Sin embargo, no fraguó la idea por la insuficiente participación. Ya en 1974 en la hoy Casa de cultura municipal vio al fin la luz esta fiesta de expresión artística manzanillera, entonces provincial y devenida en el más exquisito resumen del hacer pictórico de quienes con sus aptitudes y virtuosismo desbordan con señales la interpretación de la vida a su alrededor.

Varias generaciones de artistas de la plástica local enriquecen la historia de los salones // Foto: Denia Fleitas Rosales

Cuando el velo de la creación plástica se tira con fuerza cada octubre, muestra la belleza, el simbolismo del panorama cromático y de formas al que recurren las mentes creativas para contar.

Quizás las huellas del pincel que tantas veces descifró cuando niño Jesús Diéguez Fiallo, quedaron tan grabadas en su imaginario, que volver una y otra vez como profesional egresado de la Escuela Nacional de Arte es compromiso con el artista que lleva a flor de piel.

“Las suyas son puertas abiertas a profesionales y autodidactas que se suman a este certamen. He sido jurado en alguna que otra época y he tenido la posibilidad de medir el termómetro de la creación, que unas ocasiones baja y otras sube, pero nunca ha dejado de pertenecer a esa calidad humana que invade, cual musa de los creadores del terruño”.    

Chuchi, como le conoce el mundo artístico, es de esos cuya modestia no le permite hablar de premios, pero sí de las razones para la evocación pictórica, para dibujar, aunque sea con los más insospechados recursos, la voz de la memoria y el latir de una existencia irrepetible.

Junto a El muro, Jesús Diéguez Fiallo, Chuchi, como le llaman en el mundo artístico// Foto: Denia Fleitas Rosales

El muro, la instalación con la que vuelve a alcanzar la cúspide del Salón como en precedentes ediciones, es de esos cantos que rinden tributos a vivencias pasadas, como la de su etapa de estudiante cuando le acompaña en cada proceso creativo la música de la banda de rock británica Pink Floyd.

“Es esa la etapa más bonita que uno guarda en la memoria, la de estudiante, y con ella llega a mí ese álbum The Wall, El muro, undécimo de la banda publicado en 1979 al que tributo también con la incorporación de su música a la pieza. Es esta la forma de representar mi muro, al cual nos enfrentamos los cubanos todos los días y que espero que guste a todos”.

Expresiva carga la de ese espacio expositivo en cada octubre. Mayelín Matos Sánchez, directora de la Galería de arte Carlos Enríquez de la urbe manzanillera reconoce el peso de esta convocatoria, “como la actividad más importante de las artes plásticas en el territorio”, que sortea los insospechados obstáculos para ser expresión constante del verso entre rasgos de acuarelas, tintes, tallas, óleos.

Mayelín Matos Sánchez, directora de la Galería de arte Carlos Enríquez de la urbe manzanillera // Foto: Marlene Herrera

“Al concluir ya se alista la próxima edición, que conmemorará los 50 años transcurridos de aquel primer Salón 10 de octubre”, afirma Matos Sánchez, pues distingue la firmeza de su esencia pictórica.

En ello va su existir, en el aunar esfuerzos e ideas, motivaciones más allá de lo metálico, aunque también necesario, para exaltar la libertad del pensamiento artístico volcada al lienzo desde una ciudad que atesora la cultura como genuina expresión.