Gracias, Delia

Foto Eliexer Pelaez Pacheco

Manzanillo. Diciembre 22.- Ella fue la profesora que marcó mi vida luego de la maestra Telma del preescolar. Ella fue quien me enseñó a leer y a escribir. Gracias a ella hoy tengo un futuro en mis manos. Su nombre es Delia Martínez Reyes, y lleva trabajando en la noble y hermosa labor de enseñar 47 años reconocidos en el magisterio.

Cuando la veo frente a un aula, mi mente se traslada a aquellos días felices de mi infancia cuando ocupaba uno de los pupitres de su aula en la escuela primaria José Antonio Saco López, y la imagino así, mostrándome los trazos de las letras, el sonido de los fonemas y los números.

Delia es mi orgullo, no puedo pasar por su lado sin darle un beso y abrazarla como muestra de mi eterna gratitud por su dedicación. Para mí es una diva salida de la pequeña isla de Delos que lleva en sí la dicha del arte de enseñar, quizás de Apolo y el optimismo de los nacimientos de Artemisa, dioses de la isla griega que marca su nombre.

Ella  lleva bien su apelativo porque las Delias son personas disciplinadas, discretas, trabajadoras y decididas. Son muy perfeccionistas por lo que suelen esforzarse mucho en lo que hacen, cuando sienten que no logran sus objetivos o consideran que sus actividades están por debajo de sus posibilidades no se sienten realizadas.

Pero Delia sí está realizada como maestra por eso a sus 74 años de vida sigue frente al aula dando amor.

Inicios

Sus inicios fueron en la Sierra Maestra, donde trabajó tres años. “Era muy joven  me sentía un poco triste pero a la vez tenía un regocijo por la alegría de verme frente a tantos niños de diferentes edades. Me emocionaba tanto, a veces hasta lloraba porque extrañaba a mi hogar, tenía 17 años cuando trabajé en unas escuelas rurales de las comunidades de Sevilla Arriba y en Canta rana del municipio de Pilón, también en Pilón,  muy adentro de la sierra”.

Delia Martínez Reyes // Foto Eliexer Pelaez Pacheco

Natural del municipio Bartolomé Masó en la propia Sierra Maestra tuvo la motivación de ejercer como maestra desde su infancia. “Porque desde niña me ponía con una libreta a jugar a la maestra, yo era esa maestra pequeña que le daba clases a los muebles de mi casa y a mis juguetes y parece que eso mismo me fue sembrando esa semillita dentro de mí y cuando crecí esa fue la profesión que elegí”.

“En Pilón yo era casi del tamaño de los alumnos, tenía que trabajar por la mañana con un grupo, por la tarde con otro y por la noche con los adultos de las Escuelas Obreras Campesinas (EOC), hombres y mujeres que ayudé a educar, y eso me daba alegría porque verme entre tantas personas así, era una gran emoción”.

Ruptura

Luego de sus primeros años de labor como maestra en lo intrincado del monte aconteció algo inesperado. “Trabajando en Canta Rana me enfermé, y luego de esos tres años de labor en el magisterio tuve que abandonarlo”.

“Comencé a trabajar entonces en una granja avícola del municipio de Niquero, pero lo que había dentro de mí no era de trabajar en una lugar como ese, yo quería ser maestra”.

“Se necesitaban educadores en aquella época, es cuando pude ingresar en los maestros populares, que para entrar en ese programa se pedían graduados de hasta de sexto grado, yo tenía el séptimo y empecé a trabajar en lo que realmente me gustaba”.

Primera escuela

Fue en la Miguel García Pavón de Manzanillo donde comenzó  atrabajar oficial como maestra. “Siempre he trabajado con la enseñanza primaria. Los niños para mí significan algo tan grande que sin ejercer esta profesión no puedo vivir”.

“Hace unos años me jubilé y solamente pude estar en mi casa sin trabajar cuatro meses, porque era algo que me faltaba. En el mismo centro donde me jubilé, en la especial Ricardo Rodríguez Morales, hacían falta maestras, enseguida regresé y ya llevo  seis años reincorporada”.

Orgullo

“Cuando un niño aprende a leer y a escribir es el orgullo más grande que yo siento,  por eso el primer grado me emociona tanto porque cuando veo que los pequeños aprenden las primeras letras, que pone la primera palabra, es algo que repito me hace sentir orgullosa, muy orgullosa.

Emociones

“Mientras que Delia pueda andar, caminar y tener algo aquí en mi cabecita seguiré siendo maestra. Cuando ya veo uno de mis frutos siendo profesional me siento la mujer más feliz del mundo. En todos estos años he formado muchos, algunos son médicos, maestros, periodistas, todos de diferentes especialidades, y que alegría cuando ellos me dicen profe y me saludan, como lo hace usted”, se ríe.

Experiencia

“He trabajado en diferentes escuelas y el orgullo más grande es cuando los padres plantean: Esa es una buena maestra porque sí enseña a leer y a  escribir, entonces eso me da fuerza para continuar realizando este trabajo.

Gracias

Gracias Delia, gracias por ayudar a formar a tantos hombres y mujeres de bien en nuestro país. Todos te lo agradecemos de corazón y sirva este regalo como uno de los mejores presentes en el Día del Educador, porque ustedes los maestros se lo merecen todo por brindarnos tanto amor en nuestras infancias.