Cuando el milagro de salvar vidas se conjuga con el gesto de la solidaridad, la obra del médico se engrandece. Más aún cuando se adentra en los parajes recónditos de una geografía desconocida para muchos, en el corazón de un pueblo que precisaba de estos héroes y heroínas que son más que médicos, como distinguiera Fidel a los colaboradores cubanos en otras partes del mundo.
“El encuentro con el pueblo brasileño fue acogedor desde el mismo primero de diciembre de 2016 cuando inicié mi labor humanitaria en Salvador Bahía, municipio Santa Bárbara, con una población de 23 mil pacientes, allá en la región norte de Brasil”, recuerda Hildegardis González Jiménez, especialista en Medicina General Integral del policlínico dos Ángel Ortiz Vázquez de Manzanillo.
“Fueron dos años maravillosos, enriquecedores para mí en lo profesional y personal. Todo allá es diferente, una cultura totalmente diferente a la nuestra, una realidad distante sobre medida, pero aprendimos a convivir con ellos, su idioma, sus costumbres y ellos de las nuestras, de los métodos y de las estrategias para llegar al paciente”.
“Yo, la única cubana en ese municipio junto a nueve médicos brasileños, pero superé esa soledad con la acogida de mis amistades brasileras, de mis colegas de allí, de mis pacientes que se transformaron en otra familia, desde la atención entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde en el PCF de la comunidad y en la casa donde vivía, donde ellos podían acudir a cualquier hora si lo necesitaban”.
“Claro que fue impactante para nosotros por la realidad, pero más para ellos, pero en positivo, pues nuestro trato fue siempre diferente: sentados a nuestro lado. Inicialmente ellos apartaban la silla hasta que se adaptaron a nuestra forma, por eso es que gustan del trato de los médicos cubanos, porque aparte de la atención médica de calidad primaba el humanismo, el amor hacia la profesión y que el dolor de los pacientes es nuestro”.
“Somos más que médicos, por supuesto que sí. Como dicen ellos, los cubanos son amigos, hermanos, los que curan nada más de conversar, de hablar. Y hasta los propios sanitarios brasileros de los hospitales reconocían que era difícil que los médicos cubanos erraran en un diagnóstico y cuando leían que las transferencias las hacía un cubano de Más médicos los ingresaban de inmediato porque sabían que era difícil que se equivocaran”.
“Guardo recuerdos como el caso del niño con dolor en epigastrio, en hipocondrio derecho, previamente atendido por médico brasileño que persistía con el dolor y en horas de la noche me llamaron para atenderlo y al examinarlo le diagnostiqué una apendicitis aguda, y que fuera urgente al hospital de la región, su familia lo llevó y a las seis de la mañana me tocó a la puerta su abuela para agradecerme”.
“Y muchos otros, como las grávidas con las que cree un grupo en las redes sociales para que a cualquier hora intercambiaran sus criterios, inquietudes, me comunicaran de cualquier situación, algo que les resultaba insólito, y más al explicarles de las atenciones que reciben las futuras madres en nuestro país”.
“Igualmente, por ejemplo, nunca más se complicó una úlcera de pie diabético, porque les enseñé a los agentes a realizar la pesquisa, y al encontrar una cosita lo remitían a la consulta y evitamos en mis dos años tener amputación; y eso para mí es un éxito de la medicina cubana; al igual que la intensificación y fomento de la lactancia materna, el conversatorio o charla educativa que diariamente impartían las agentes para orientarles sobre las enfermedades más comunes como los síndromes ansiosos depresivos, la hipertensión arterial y diabetes”.
“En fin, la aplicación de la medicina preventiva, que allí no existe y prima la insensibilidad. Por eso ganamos su afecto, ese que guardaremos junto a las memorias de nuestro desempeño fuera de las fronteras, y que esperamos sirva para que apliquen nuestros compañeros de allá lo que aprendieron con los cubanos”.
“Estoy segura que lo harán por el bien de todos, porque me decían enséñanos a trabajar la atención primaria de salud y me pedían opinión, y aprendieron de nuestros métodos, las estrategias de trabajo con cada grupo poblacional”.
“Mi equipo, integrado por una enfermera joven, Haila, de 24 años de edad, las técnicas de enfermería Rita y Marli; un estomatólogo, cuatro agentes de salud y la auxiliar de servicios generales, aprendió desde el primer momento a dar la bienvenida al paciente, a saludarlo, a escuchar sus preocupaciones, a establecer una interrelación con el paciente para llegar a un diagnóstico definitivo”.
“Ellos y mis pacientes son mi familia brasilera, pero regresé feliz porque venía con mi familia cubana que me necesita aquí, porque eso vale mucho más que el dinero. Quedó allí el amor hacia mis pacientes, y aunque se sintieron tristes, muchos entendieron nuestras explicaciones, pues tenían una imagen falsa de mi país, al decirles por qué se determinó nuestra salida del programa para proteger nuestras vidas, nuestra integridad: porque la dignidad no se negocia, y es algo que el presidente electo no entenderá nunca”.
“Yo nunca vi diferencia de clases tal como en Brasil, en los dos países del África donde cumplí misión anteriormente. En Brasil es mayor, el pueblo humilde es el que sentirá en carne propia nuestra salida, porque por primera vez se sintieron atendidos de verdad como seres humanos, y la partida hará notar la diferencia una vez más”.
“El presidente intentó herirnos, nos faltó el respeto al cuestionar nuestra profesionalidad, y llamarnos “esclavos”, sin darse cuenta que la voluntad de hacer por el bien de otros y de nuestro pueblo, el compromiso con la obra social cubana, nos llamaría a regresar a nuestra Cuba”.