La Habana (Prensa Latina) La Covid-19 impactó todos los indicadores socioenómicos de la economía mundial y los sumó al significativo proceso de desaceleración tras 12 años sin solucionarse la crisis iniciada en 2008.
En entrevista con Prensa Latina el director del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, Ramón Pichs, explicó que en algunas regiones, como América Latina, la contracción llegó a niveles más bajos, cuyo débil crecimiento anterior quedó reforzado por la nueva situación creada con la pandemia.
La crisis de la economía mundial ocasionó la caída de los principales indicadores de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2020, y aunque algunas instituciones internacionales pronostican una recuperación para 2021 realmente existe un gran signo de interrogación al respecto, resaltó el experto.
Queda por ver la evolución de la enfermedad en un futuro inmediato, señaló y recordó que en estos momentos se aprecia un rebrote de la Covid-19 en Estados Unidos, importantes afectaciones en Europa y en algunas partes de Asia.
Pichs destacó que pese al impacto global de la pandemia, las economías más débiles y vulnerables son las más golpeadas. Dentro de ellas, los más pobres y los trabajadores del sector informal y de los servicios, profundamente afectados al reducirse la movilidad, y generarse cierres y confinamientos.
Desde el punto de vista del trabajo, se perdieron cantidades de puestos y horas laborales, los cuales son significativos al ser llevados a horas de equivalencia de empleo total.
También se incrementó la pobreza y la pobreza extrema, afirmó, y se espera que este año otras 90 de millones de personas pasen a engrosar las filas de los pobres y de los indigentes.
Otro tema importante es la caída del envío de remesas, fundamental para la actividad económica de muchos países subdesarrollados y extremadamente dependientes de este flujo como son los casos de naciones de Centroamérica y el Caribe, amplió el investigador.
Unido a ello, se contrajo la inversión extranjera directa y aumentó la deuda externa.
DEUDA Y PANDEMIA
Al cierre de 2020 la deuda global se ubica en unos 277 billones de dólares (millón de millones) aproximadamente el 365 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), casi cuatro veces el PIB mundial.
En este momento, resaltó, para el conjunto de los países en desarrollo y economías emergentes la deuda es mucho mayor y alcanza los 11 billones de dólares.
Pero lo más interesante, agregó, es que en términos de servicios de la deuda -pagos por intereses y amortizaciones- solo entre 2012 y 2020 se pagaron unos 30 millones de millones de dólares. Sin embargo, la deuda continúa en 11 billones de dólares.
El gran negocio de los acreedores no es el pago de la deuda, sino manejarla de manera que ese servicio le rinda intereses, por eso extraen cada vez mayores cantidades de los ingresos generados por esas economías, explicó el también Doctor en Ciencias Económicas.
Ese es uno de los temas que afecta a América Latina, la referencia de esos servicios y los intereses de la deuda externa.
Por ejemplo, en 2020 la región destinará el 57 por ciento de los ingresos por comercio de bienes y servicios a pagar la deuda externa, más de la mitad de lo percibido, especificó.
En esas condiciones se espera que las regiones en desarrollo sean de las más golpeadas con una caída del ocho por ciento del PIB.
Lo interesante es que desde la década de los 80 el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, alertó sobre el carácter incobrable de la deuda externa y el obstáculo que representaba para el desarrollo de los países más pobres, precisó.
Desde 2008 la economía mundial padece de un significativo proceso de desaceleración que llegó a niveles más bajos en algunas regiones como América Latina, cuyo débil crecimiento se reforzó por la nueva situación creada con la pandemia.
LECCIONES
Pese al alto costo social, económico y humano la pandemia benefició a algunos segmentos como las tecnologías de información y de las comunicaciones, la farmacéutica, en fin, todas aquellas que tienen que ver con un mundo mucho más conectado tecnológicamente.
Si realmente queremos construir un mundo mejor, hay que revalorizar el papel de la ciencia y de los científicos, y la necesidad escucharlos en el proceso de adopción de decisiones, remarcó.
También es importante fomentar las capacidades locales de desarrollo y cómo estás puedan hacer a los territorios mucho más independientes hacia sus propios medios.
Asimismo, dijo, atender los retos ambientales existentes y las futuras pandemias, sobretodo si se continua la destrucción de los hábitats y las afectaciones a la biodiversidad. Unido a la posibilidad de que enfermedades transmitidas de animales a personas pueden repetirse o incrementarse.
Un mundo mejor no puede estar basado en los preceptos neoliberales, con la reducción del peso del Estado en la economía, la disminución de los presupuestos estatales en educación, salud y otros servicios, indicó.
Se demostró que el neoliberalismo es incapaz de resolver este tipo de problemas.
Pero es necesario un mundo donde la equidad sea atendida, la cuestión social y la dimensión ambiental, escuchar a la ciencia e incorporar las lecciones básicas derivadas de esta pandemia, concluyó el investigador.
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Por Teyuné Díaz Díaz
Periodista de la Redacción Económica de Prensa Latina