Juana García: hasta el último día de mis suspiros (+Podcast)

Juana García Fonseca prestigia a la cultura manzanillera // Foto Archivo

Una doble condición distingue a la manzanillera Juana García Fonseca. En un mismo ser, cultura y magisterio se enlazan para forjar a esta prestigiosa fémina que honra a la ciudad del Golfo de Guacanayabo como personalidad del mundo artístico y pedagoga por excelencia.

A casi medio siglo de consagración y experiencia en el ámbito musical y docente, la mayoría de ellos en las aulas de la Escuela Elemental de Música Manuel Navarro Luna,  no extraña que dicha academia sea para ella “la vida, pienso que sin eso no pudiera vivir. Estoy ya mayor, y representa todo, y si no he dado más es porque no sé qué cosa me falta por dar”.

De la niña que con apenas tres años comenzó a estudiar música por decisión de mamá queda el recuerdo, y el rastro de ascenso en una carrera preparatoria que a los 47 años no cesa de sumar historias, saberes, legados.

Titulada el 17 de diciembre de 1964 en el conservatorio Carlos Alfredo Peyrellade, luego incorporada a la Escuela Popular fundada por Leovigildo Palma, al Centro Nacional de la Enseñanza Artística en La Habana, sienta sus raíces en los alumnos que con sus métodos aprendieron el solfeo en la institución manzanillera.

“Aunque también estoy graduada de piano básico, la asignatura que más me gusta es el solfeo, porque es la base del instrumento, y porque me gusta y siento pasión, amor, por ella y por enseñarla”.

A sus 74 años “continúo en la escuela, estoy trabajando con alumnos, también con los de pase de nivel; y a esta edad estoy escribiendo un libro de metodología, pero de los medios de enseñanza, porque quiero legar algo para la posteridad, para que los profesores de Cuba del nivel elemental tengan un apoyo de cómo trabajar esos medios”.

A sus 74 años sigue en las aulas de la Escuela Elemental de Música Manuel Navarro Luna // Foto Ibrahín Sánchez Carrillo

Incansable cuando de enseñar se trata, Juana García conserva sus fuerzas. “Pienso que todavía puedo dar un poco más”, y hace honores a su concepción de cultura, cual “sinónimo de saber y de tratar de ofrecer, trasmitir, cosas para el bien de los demás”.

De esa misión asumida le llegaron a sus manos premios disímiles como el por la obra de la vida, el provincial por la enseñanza artística, la nominación nacional entre los cinco mejores profesores de arte del país; y ahora la distinción Víctor Montero, que le tomó por sorpresa.

Todas, y en particular el amor que sus alumnos le profesan, reconocen su entrega sin límites, permanente y con firmeza, comprometida con el desarrollo cultural de la nación cubana.

“Estoy muy contenta de haber recibido este premio que honra al ilustre bayamés, excepcional pedagogo y amante a las artes. Pero no pienso en lo que voy a recibir, sino qué cosa tengo que dar”.

Por eso no asume este hacer como un reto, pues siente que “es algo que nace de mí, es que yo nací para ser maestra y si volviera a nacer quiero ser maestra; y me quedo atónita cómo no siento ningún dolor cuando me paro en el aula. Es como yo he dicho, la victoria no es del que la sueña, sino del que la conquista con esfuerzo, dedicación y amor”.

Foto Archivo

“Yo nací para eso, para enseñar, y siempre estoy buscando, me autopreparo, y todos los días aprendo con mis alumnos que hay muchas cosas buenas que enseñar. Nunca he llegado tarde a una clase”.

“Siempre dije que el día que no pueda estar en la escuela sería el más triste para mí, y quiero seguir estando allí, hasta el último día de mis suspiros”.

Esa vocación que le acompaña es razón de vida, como la dulce energía que inspira sus composiciones, la sensibilidad con la que abraza y despierta el ánimo de aprender de quienes hoy y siempre le llamarán Maestra.