Una ciudad limpia es la que todos queremos habitar. Caminar por sus calles desprovistas de suciedades, y sentir el aroma fresco del aire en libertad, siempre será una necesidad colectiva.
Ciertamente muchos son los hombres y mujeres que se levantan a trabajar, mientras la mayoría dormimos, para que los espacios públicos y de mayor tránsito de personas estén relucientes. Para ellos nuestro respeto, en tanto con sus desvelos lustran todo a su paso.
Pero también existe otra cuantía, y no muy ínfima, desafortunadamente, que va en dirección contraria. Sus conductas reprochables hacen de cualquier esquina o lugar un micro vertedero, sin medir consecuencias, ni analizar que de su actuar también depende la salud de sus vecinos y familia.
El llamado de atención es para quienes empañan el ornato común con sus desperdicios; sin ánimo de justificar los extensos períodos de ausencia de los equipos recogedores de desechos sólidos en algunas zonas del territorio, condicionados en ocasiones por la carencia de combustibles para garantizar la frecuencia de recogida.
Andar por algunas zonas de la ciudad resulta triste en la medida que tropiezas con los desagradables basureros, y te golpea el hedor que se desprende de la irresponsabilidad humana.
Como inconscientes del efecto nefasto para la salud, algunos habitantes prefieren lanzar a la calle sus desechos, lejos de almacenarlos en sus patios. Como si ventilaran sus interioridades, sueltan la hojarasca en cualquier lugar, a expensas de que otros males lleguen.
Sí, porque también estos impúdicos residentes en las comunidades y barrios traen el incremento de insectos y roedores; estos, a su vez, generan enfermedades que podrían evitarse con tan solo una pizca de conciencia de cada uno de aquellos que les arrojan cualquier cosa para verles crecer.
Aunque hay quienes les miran ya como comunes, no lo son. Entonces los trabajadores de los servicios Comunales y el enfoque gubernamental deben proyectarse en un doble esfuerzo: eliminar los vertederos y organizar las acciones de recogida en tiempos prudenciales, para no dar lugar a tales actos que atentan con el bienestar de los manzanilleros.
Desde las organizaciones de masas, que somos nosotros mismos, también estamos obligados a velar por la higiene comunal, e impedir que sigan proliferando estos perjudiciales vecinos. Sólo juntos podremos detener la suciedad que generan para caminar por una ciudad limpia.