La Ciudad Cuna

Las calles de Bayamo son más que historias y tradiciones // Foto: Armando Yero La O

Fue una “confesión tal vez perturbadora, pero sincera”.  Más lo emocionaba la historia de Bayamo y “lo que aconteció después” que el suceso mismo de su fundación, “histórico, sin lugar a dudas, de gran trascendencia”.

Con esas palabras, Eusebio Leal Spengler (1942-2020) nos estaba invitando, justamente en la Sesión Solemne de la Asamblea municipal del Poder Popular, cuando la ciudad cumplió 500 años, a que no solo celebráramos, cada 5 de noviembre,  el nacimiento de una villa.

Nos estaba incitando a que no olvidáramos el dolor, la sangre, el trauma del choque de dos civilizaciones… la gloria del pasado; y a “situar los acontecimientos en su momento justo, en el tiempo y en el espacio”.

Sucede que a veces,  en fechas como esta, hemos ponderado más la aureola colonizadora que las marcas ejemplares del pasado.

UNA LUZ Y UN ESPEJO

Poco serviría hoy, después de 509 años, polemizar sobre aquella fundación que algunos señalan fue en Yara y otros aseguran en Palmas Altas. Un día ha de saberse la verdad sobre el tema, pero lo importante es que Bayamo sigue ahí, bañado por el afluente –ahora mucho más estrecho y débil-que mencionó José Joaquín Palma en uno de sus hermosos versos.

A partir de ese 5 de noviembre de 1513, o desde mucho antes, esta zona geográfica –que no solo la villa o la posterior ciudad, sino también toda su área de influencia, abarcadora de actuales territorios de Granma, Las Tunas, Holguín y Santiago- se convirtió en matriz de Cuba en muchos aspectos.

Sería un yerro muy grande olvidar que por estas tierras –en Yara específicamente- surgió la leyenda de una luz vinculada con la insurrección de nuestro primer mártir, Hatuey, quemado vivo en febrero de 1512 por los crueles conquistadores españoles. O que en esta región ocurrió la primera gran rebelión aborigen, la misma que apedreó a Pánfilo Narváez, otro ser extremadamente inhumano.

Esta fecha de reminiscencias sirve para reafirmar que fue en la Ciudad Monumento donde comenzó a practicarse el ajedrez en nuestro país (1518), algo que quedó publicado en el libro Bayamo y sus cosas, editado en Barcelona en 1835 y cuyo autor fue Antón Ruiz Valdespino.

Cada 5 de noviembre debería servirnos para evocar los hechos de aquel rescate asombroso en esta región, inspiradores del poema Espejo de Paciencia (1608),  primera obra literaria cubana, escrita  por Silvestre de Balboa en territorios del actual Camagüey, aunque en los últimas épocas hayan surgido revisionistas a ultranza que digan lo contrario.

La fecha también tendría que traernos a la memoria a uno de los más ilustres hijos de la ciudad a un abogado, periodista y filósofo, fallecido a los 82 años (1879), a quien muchos criticaron porque no se radicalizó al extremo; sin embargo, mandó a hacerse un epitafio hermoso en el que muchos deberían reflexionar: “Aquí yace José Antonio Saco, que no fue anexionista porque fue más cubano que todos los anexionistas”.

Nunca pasemos por alto que de las manos del bayamés Joaquín Infante salió el primer proyecto de Constitución netamente cubano (1812); ni que un hijo de estas tierras, llamado Manuel Cedeño fue libertador y general al lado de Simón Bolívar en los gloriosos campos de Carabobo.

Cómo olvidar que en esta porción de tierra Carlos Manuel de Céspedes, Francisco del Castillo y José Fornaris crearon, en marzo de 1851, La Bayamesa, nuestra primera canción trovadoresca y romántica.

EL PIANO QUEMADO POR LA LIBERTAD

Como si todo lo anterior no bastara, aquí empezamos a ser nación, no solo porque nuestros antepasados estrenaron la marcha guerrera que se convertiría en Himno Nacional, sino también porque colocaron en un espacio público el cartel de “Plaza de la Revolución”, constituyeron el primer Gobierno patriota e inclusivo y defendieron con orgullo el  epíteto de  Primera Ciudad Libre.

Este 5 de noviembre volvemos a los poemas de Juan Clemente Zenea, fusilado y nunca bien estudiado; o a los versos de José Joaquín Palma, reclutador de Máximo Gómez en El Dátil y luego autor del Himno Nacional de Guatemala. Vemos quemado el mismísimo piano de Perucho Figueredo y entonces repetimos: ¡Qué grandeza la de aquella generación, que de los espacios señoriales se fue a vivir debajo de las palmas, entre sonidos de grillos por aspirar a la libertad!

Miramos este día fundacional a los que aquí tienen pocas estatuas y nunca deberían ser estatuas sino seres vivos: Maceo Osorio, Aguilera, Rosa La Bayamesa, Adriana del Castillo, Canducha Figueredo, Luz Vázquez… el mismísimo Carlos Manuel, padre, patricio y primogénito.

Deberíamos comprender mejor  hoy que no por casualidad nuestro Héroe Nacional, José Martí, en carta al patriota Fernando Figueredo Socarrás (1846-1929) -quien había nacido en Camagüey pero crecido en Bayamo- le expuso: “Usted y yo somos bayameses porque yo tengo de Bayamo el alma intrépida y natural”.

PÁGINA HONORABLE

En fecha como esta, viajamos a las letras brillantes de María Luisa Milanés (1893-1919), también conocida por  Liana de Lux,  autora del primer manifiesto feminista conocido en la nación.  Por cierto, algunos ni conocen que sus restos reposan en la necrópolis de Bayamo, “bajo una piedra blanca y no pulida”, sin cruz, como lo pidió en una de sus sentidas estrofas.

Nos inflamamos sanamente al subrayar que fue la primera ciudad que ganó el nombramiento de Monumento Nacional (1935),  y que –junto a Santiago- fue motor de la epopeya emprendida por la Generación del Centenario.

Vivimos con el orgullo de que Máximo Gómez, hijo adoptivo de la ciudad haya escrito, al recordar la inolvidable quema del 12 de enero de 1869: “A Bayamo seguramente reservará la Historia una página tan honorable como gloriosa. Aquel pueblo no se reservó nada: todo, absolutamente todo lo ofrendó a la Revolución”.

Sentimos el corazón acelerarse al recordar que Eusebio Leal llamó a la ciudad  la “Numancia cubana”, en alusión a población celtíbera (en la actual España),  cuyos hijos prefirieron suicidarse antes de entregarla a los romanos.

Este sábado nos hace repasar la hermosa letra del trovador Guillermo Sánchez, cantada por Barbarito Diez:  “Bayamo, hermoso Bayamo… hoy la historia te nombra, cuántos cubanos perdieron sus vidas por irte a salvar”. Eso sí,  no valen las evocaciones si no las vinculamos con el presente, si no terminan pinchándonos el lado positivo de la cultura o el deseo de hacer más por la “segunda villa”, si obviamos que necesita cambios en muchos aspectos y está llena de imperfecciones .

No se trata de festejar un cumpleaños o intentar maquillar la ciudad cuando llegue un “aniversario cerrado”. Se trata de ir más allá, de colocarnos a la altura de lo que antes se tejió con sacrificio.