La radio cubana: Un siglo de Patrimonio en contínua Revolución

El ritmo cada vez más acelerado al que galopa el mundo el último siglo y medio, y que nos enfrenta en todas sus aristas a retos más enrevesados por hora para actualizarnos, comprender y asumir, no es por azar que coincida con el auge de los medios de difusión masiva, entre los cuales, la radio ha sido protagonista.

Con más alcance que su sucesora inmediata la televisión, y por supuesto mucho más que su antecesor lindante el cine, hijos casi coetáneos del largo y complicado proceso evolutivo de la Revolución Industrial desde el siglo XVII hacia la Revolución Científico-Técnica entre los siglos XIX y XX, en aquellas poblaciones tan analfabetas aún la radio se impuso fácilmente sobre el primero de dichos medios: la prensa escrita, cuya tradición se remonta al siglo XV alumbrando la revolución que ya se conformaba como la modernidad, que así nacía identificada inequívocamente desde entonces por la divulgación masiva, en interés del nuevo sistema capitalista, cuyos bordes rebosaría inmediatamente.

La postmodernidad ya en sus gérmenes tras la Revolución francesa con el romanticismo, la ciencia ficción y la fotografía, diversificó esa difusión a gran escala con los aportes de las “nuevas tecnologías” de antaño: los audiovisuales; tecnologías que hoy se masifican mucho más en un quinto medio: la Internet, cuyo horizonte ciberespacial se promete infinito (el único quizás con más alcance que la radio) y más masivo e interactivo por minuto con cada sujeto, y debe a la radio sin duda, contribuciones esenciales.

En resumen: como revolución genuina, aquella que ha significado la imprenta desde hace medio milenio se mantiene vivísima, rozagante y promisoria con los nuevos medios, entre los cuales, la radio ha sido vital motor impulsor retroalimentándose en la trascendencia de lo cotidiano con su autenticidad, no solo en su relación e interacción mucho más allá del mero reflejo o cita, con los restantes medios: sus predecesores (prensa escrita y cine) y los posteriores (televisión e Internet), sino también contextualmente con los pormenores del planeta día y noche, y aún más, con los detalles que algunos considerarían irrelevantes, pero sin los cuales la realidad sería otra, en, desde y hacia cada una de las tantas comunidades humanas sin cuyo conjunto, relativamente sistémico, no habría Humanidad. Así, la radio ha marcado la memoria histórica, los sueños, las proyecciones, las actitudes y la vida diaria, y por tanto el futuro, en cada familia y en cada sujeto.

Con mucho orgullo, lo anterior se ejemplifica perfectamente con la radio cubana y el centenario que está cumpliendo: desde aquellos gérmenes en torno al 22 de agosto de 1922 ha crecido un gigante que se ha multiplicado hasta el centenar de emisoras en las más recónditas comunidades cubanas y que se escucha en el resto del orbe no solo mediante Radio Habana Cuba o Radio Taíno, sino las demás asimismo actualmente en tiempo real en Internet.

Si se hubiera podido conservar archivado todo lo que se ha trasmitido por estas emisoras desde su origen de cada una y de aquellas que ya no existen, contaríamos hoy con un arsenal invaluable para la historia y justa valoración precisamente en su contexto definitorio de acontecimientos de los más disímiles grados de trascendencia y alcance cubanos y de otras naciones, sean políticos, ambientales, artísticos sean ficciones o documentales, promociones y presentaciones de cualquier arte, las campañas sociales, las más diferentes especialidades científicas y deportivas, el máximo abanico de costumbres desde las culinarias y lúdicas hasta las conmemorativas, sexuales, funerarias, de salud, las más variadas posturas sobre religiosidad, y las más enconadas, complejas y urgentes polémicas de las múltiples sociedades, con sus disímiles puntos de vista, de acuerdo a los cánones del órgano en ese momento.

A estas alturas, es redundante enfatizar que la radio, al igual que los otros medios según el alcance y el instrumental de cada uno, ha estimulado y desarrollado nuestra imaginación y creatividad forjándonos la personalidad, y nos ha educado más allá de espacios explícitamente pedagógicos y a veces, didactistas.

Pero no idealicemos tampoco apologéticamente: los medios educan por definición, pero también con más frecuencia de la que nos gustaría aceptar, nos han mal educado, bien sea con el populismo facilista y desaciertos que menoscaban la hermosa y rica lengua española patrimonio de vastas masas humanas, o errando realidades, o con mensajes no siempre positivos aun inconscientemente, muchas veces dados los prejuicios y otras insuficiencias del personal involucrado. Queda pues, el reto de continuar perfeccionándonos profesionalmente en una cultura integral general, los que hacemos radio desde cualquier trinchera, en la búsqueda y forja de la intelectualidad imprescindible para liderar tamaña responsabilidad, mediante una superación que mucho más allá de cursos, evaluaciones y certificados, trascienda en su verdadera vocación e interés real por cultivarse constantemente para devenir así el evangelio vivo que ha de ser un educador.

Argumentar el papel de la radio en Cuba durante este siglo, requiere cuando menos, una antología, que se arriesga a cercenar lo que los sujetos encargados osen juzgar pertinente o no incluir, con lo que ya no sería sino una parte subjetivamente sesgada de la radio cubana; cierto que la subjetividad no faltaría nunca, pues son forzosamente obras de sujetos, pero su análisis científico no debe dar rienda suelta al subjetivismo, y disminuirlo lo más posible.

La magia intrínseca al arte, se ha verificado tradicionalmente en la radio cubana no solo aportando al universo las primeras radionovelas embrión para las primeras telenovelas, así como el primer canal de información continua en el mundo que solo con noticias lleva 75 años unificando los relojes segundo a segundo, y otro agasajado en el extranjero al especializarse en educar a los oyentes durante 74 años mostrando y razonando con lenguaje al acceso de todos, la mejor música del repertorio clásico cubano e internacional y de otros géneros musicales.

Al ejemplificar cimas de la radio cubana es penosamente inevitable omitir muchas, pero al menos se impone mencionar tanto que nos han legado en nuestro acervo la Universidad para Todos e Idioma Ruso por radio, antecedidos muy tempranamente por La Universidad del Aire desde 1932; programas de participación como La Corte Suprema del Arte, o infantiles como Tía Tata Cuenta Cuentos y Amigo y sus Amiguitos, tradición continuada entre otros, por La familia Pirulí y Mi amigo Federico; humorísticos, como Alegrías de sobremesa y antes, La tremenda corte (1941-1960); musicales paradigmáticos como Nocturno, saludablemente vigente desde 1965 y tan sabiamente acogido por la televisión; los radioteatros, los cuentos… emisoras tan prestigiadas como la emblemática Radio Progreso y más reciente, Habana Radio, para no extendernos en otras incluso locales y en tantos espacios y programas, y es muy raro detectar personalidades, agrupaciones y asociaciones que total o parcialmente, de una u otra forma, no hayan sido radiados o hecho radio en Cuba, o sonidistas, efectistas y otros de excelencia artística y logros impresionantes; o aquellos narradores deportivos que son la mejor demostración de que la radio es, en efecto, “un sonido para ver”, y su discernimiento profundo de las respectivas disciplinas, se potencia con su arte único, que nos hacen visualizar solo con los matices, tonos e inflexiones de sus voces, los más distintos torneos. Aun vibramos con el aldabonazo de Eduardo Chibás en 1951, y el llamado de José Antonio Echeverría en 1957, instantes eternos, entre muchísimos más.

La radio ha sido la gran cronista de Cuba durante 100 años decisivos para nuestro país hoy, que solo entendiendo ese devenir se puede proyectar el mejor futuro. Que sea cotidiana es un valor más, desde el rincón apenas visible en que suele situarse el aparato radial tan difícil de hallar en el mercado (otro reto), no por ello puede obviarse entre las más significativas tradiciones, sin la cual no seríamos lo que hoy somos, y más aún: una tradición de tradiciones que ha revolucionado majestuosa todos los estratos, visiones y perspectivas cubanas, atesorada en el más rico, sentido y eficaz patrimonio de nuestro pueblo.

Autor: Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez