Donald Trump llegó tarde a la Asamblea General de Naciones Unidas y no pudo tomar la palabra en su turno, el segundo luego de Brasil. El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, habló antes de lo previsto y el mandatario estadounidense fue el tercero en ofrecer su discurso. Esa fue la primera de tantas faltas que cometería ante la ONU.
“Hoy estoy ante la Asamblea General de las Naciones Unidas para compartir los progresos extraordinarios que hemos logrado. En menos de dos años mi administración ha conseguido más que cualquier otra en la historia de nuestro país”, esta frase, que había mencioando antes en una entrevista con Fox News, provocó las risas de los representantes de los países que se encontraban en la sala. “No esperaba esa reacción, pero está bien”, respondió Trump con una sonrisa contrariada.
No conforme con la incredulidad que causaba en sus oyentes continuó realzando su figura: “la economía de EEUU está floreciente como nunca antes y tenemos el desempleo más bajo de los últimos 50 años”, dijo ante la mirada atónita de los diplomáticos.
Para colmo, uno de los líderes más xenófobos que se recuerden en el continente americano, tuvo la osadía de mostrarse como defensor de las minorías: “el desempleo de los latinos y negros y otros grupos ha disminuido”.
“Hemos aprobado las principales reformas de la historia”, continuó haciendo gala de su egocentrismo sin precedentes.
Y claro, es lógico que tenga esa autopercepción al considerar como logros “la construcción del muro fronterizo con México” y el incremento del presupuesto para el ejército: “nuestra fuerzas militares serán pronto más poderosas que nunca”.
“En otras palabras, los Estados Unidos son más fuertes, más seguros y ricos que antes de asumir mis funciones”, concluyó ante el asombro del auditorio.
Nacionalismo crónico
Estados Unidos abandona el “mundialismo” y abraza el “patriotismo”. El discurso de Trump estuvo lleno de retórica nacionalista. Justificó la guerra comercial contra China y aseguró que Estados Unidos no iba a “pedir perdón” por defender sus intereses.
Aunque hablaba en Naciones Unidas, pocas instituciones mundiales quedaron fuera de los ataques de Trump. Ni el Consejo de Derechos Humanos, ni la Corte Penal Internacional (CPI) ni los organismos encargados de los derechos de los migrantes, satisfacen los gustos del presidente republicano, quien afirmó que Estados Unidos no cedería su soberanía ante espacios “burocráticos” administrados por la ONU.
Especialmente se regodeó con la CPI, sobre la que dijo: “viola todos los principios de la justicia”, luego de esclarecer: “Estados Unidos no prestará apoyo ni reconocimiento a la Corte Penal Internacional. En lo que respecta a EEUU, la CPI no tiene jurisdicción ni legitimidad ni autoridad”.
Volvió a amenazar con dejar de cumplir las obligaciones económicas de su país con la organización, porque supuestamente son “injustas” con la primera potencia mundial.
¿Qué dijo sobre Cuba?
Donald Trump mencionó a Cuba solo para hablar del fracaso del Socialismo y como “patrocinadora” del “régimen” venezolano.
Los más de 130 discursos de mandatarios internacionales que lo seguirán en la Asamblea Nacional estarán llenos de problemas sistémicos que no tienen nada que ver con el Socialismo, además del absurdo de referirse a la Mayor de las Antillas como financista del gobierno venezolano.
¿Culpará el magnate neoyorquino al Socialismo por la miseria en África o la desigualdad de América Latina? Incluso en su ciudad favorita, Nueva York, hay quien puede tener una opinión muy distinta a la suya.
Su particular visión de los conflictos globales
El surrealismo de Trump continuó al colocar a los Estados Unidos, el país que más guerras ha provocado en el planeta Tierra, como víctima. “Solo les pedimos que respeten nuestra sobería”, dijo con tranquilidad alarmante.
“Creemos que cuando las naciones respetan los derechos de sus vecinos y defienden los intereses de sus pueblos pueden trabajar en conjunto para lograr la prosperidad y paz”, expresó como si su país y su administración no fuera líderes en injerencia alrededor del globo.
Sobre las relaciones internacionales mantuvo el tono que lo coloca como héroe: “he forjado estrechos vínculos y amistades con líderes de todo el mundo”. Por supuesto, no hizo alusión a las subida de tensiones con aliados históricos como la Unión Europea, en especial Alemania, y México; ni al empeoramiento de sus vínculos con Rusia y China.
Para hablar de unos de los conflictos más desgarradores que ha sufrido la humanidad durante el presente siglo aludió al sentimentalismo: “la tragedia en curso en Siria nos rompe el corazón”. No tuvo ninguna intención de reconocer el papel desestabilizador de EEUU en esa nación. “Nuestro objetivo debe ser la desescalada en el proceso militar junto con una situación política que honre la voluntad del pueblo sirio” y acto seguido arremetió contra el gobierno de Bashar al-Asaad, lo cual evidencia su desinterés por lo que decida el pueblo sirio.
La República Islámica de Irán fue su blanco predilecto, al ser el último de los enemigos “de la soberanía de Estados Unidos” creados por su caótica administración. Trump solicitó crear una estrategia para enfrentar “el régimen militar de la dictadura corrupta de Irán”, bajo el argumento de que los líderes persas “siembran muerte y destrucción, no respetan a sus vecinos ni sus fronteras ni los derechos soberanos de las naciones. Se llevan los recursos de otros países para enriquecerse y para sembrar el caos en el Medio Oriente”. En ocasiones parecía que el magnate hablaba a un espejo.
Aprovechó la ocasión para lanzar amenazas contra los países que compran petróleo crudo de Irán y los instó a cortar “inmediatamente su comercio” con el “principal patrocinador del terrorismo en el mundo”.
Como era de esperarse, no ofreció ningún criterio sobre la masacre de palestinos que lleva a cabo Israel y que este año ha sido especialmente atroz debido a la Marcha del Retorno.
En la crisis comercial con China se mostró como una víctima y lanzó dardos contra el gigante asiático y Rusia. “En el Hemisferio Occidental estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de poderes expansionistas. Ha sido la política de nuestro país desde el presidente Monroe (sí, el de la doctrina), rechazar la injerencia de naciones externas en este hemisferio y nuestros asuntos”. Sin comentarios.
Hacia el final del discurso, intentó mostrarse reflexivo: “¿Qué tipo de naciones heredarán nuestros hijos?”, preguntó el magnate que se refiere al cambio climático como una farsa, que no dedica ni una línea de su discurso a los problemas medioambientales y que retiró a su nación del Acuerdo de París.