Lo que fue la Imprenta en Manzanillo

Máquina de la imprenta manzanillera // Foto Marlene Herrera
Máquina de la imprenta manzanillera // Foto Marlene Herrera

Confieso que llegué hasta la esquina de Calixto García y Villuendas, para hacer un fotoreportaje en homenaje al natalicio, este 13 de junio, del reconocido mecenas de la cultura literaria  Juan Francisco Sariol, quien tomó las riendas de la imprenta El Arte, en el ya lejano 1911. Y claro que sabía que existía un cierto deterioro en el lugar, tanto constructivo, como en las centenarias máquinas, pero no sospechaba que fuera tanto.

Yo pensé ponerme en contexto e imaginar a Sariol caminando entre los grandes artefactos, y contemplar satisfecho la Heidelberg, orgulloso de verla funcionando a pesar del tiempo y de la nueva tecnología que invade la vida actual. Tal vez, saludaba  algún linotipista, miraba cómo iba saliendo la caratula de una tesis, preguntaría por el resultado de un encargo que llegó desde la capital. Sólo era cuestión de llegar y sentir el ruido de las antiguas máquinas y echar a volar la imaginación hasta percibir el olor de la tinta, del papel.

Ahora sé que sólo fue un sueño que tuve. La verdad es que si Sariol se presenta ahora mismo en la imprenta manzanillera, la decepción y la tristeza de ver las deplorables condiciones del lugar, lo paralizarían en la misma puerta, ahí al lado de la soga que limita el paso en una zona de peligro de derrumbe.

Es lamentable que un sitio histórico, que provocó el orgullo de las generaciones anteriores se deje perder. Es cierto que la evolución es innegable y hay muchas cosas que se logran con los equipos de impresión modernos, pero es que esta imprenta es mucho más que eso, esta imprenta es historia. Esta imprenta fue sede del reconocido Grupo Literario de Manzanillo, de la prestigiosa Revista Orto, fue desde aquí que se publicaron las obras de autores cubanos, desde aquí, sin dudas, se contribuyó al desarrollo de la cultura y la identidad nacional.  

No recibir las reparaciones necesarias a su tiempo, no dar el mantenimiento que llevan estas maquinarias, no proyectar este oficio en los politécnicos del territorio, son señales del desinterés por cuidar y conservar una institución, que se ha mantenido en pie, aunque sea sólo imprimiendo modelos, gracias al sentido de pertenencia de algunos manzanilleros que han dedicado parte de su vida a esta labor.

Y se me ocurre que, tal vez, ya ni por lo que se pueda imprimir, sino como uno de los centros que llamen la atención del visitante que llega a esta ciudad motivado por su cultura, sus edificaciones, sus tradiciones, se debería tomar en cuenta. Es urgente.