Machadito, el manzanillero que debemos elevar

El manzanillero José Machado, a la izquierda, se identifica plenamente con la consigna de unidad revolucionaria proclamada por José Antonio Echeverría como fundamento para la actividad del Directorio Revolucionario // Foto: Archivo

El estudiantado de Granma, especialmente el de las universidades, debería ahondar más en la obra de José Machado Rodríguez (Machadito), aquel joven manzanillero que se convirtió en uno de los héroes del asalto al Palacio Presidencial (13 de marzo de 1957).

En 2022, el 19 de septiembre, se cumplieron 90 años de su natalicio y, sin embargo, la fecha no fue exaltada como merecía en nuestras casas de altos estudios.

El año anterior conmemoramos  los 65 años de su asesinato, el 20 de abril, y tampoco hubo un movimiento juvenil en torno a su figura, que tiene incontables aristas atractivas.

Machadito no solo cautiva por ser uno de los mártires de Humboltd  7 (el lugar donde fue masacrado junto a otros tres compañeros), sino también por su manera optimista de ver la vida, su forma de luchar, de gastar bromas, de practicar deportes.

Nació en Manzanillo, en cuna pobre, y sorteó numerosos escollos para poder estudiar. Sus padres tuvieron que estirar al máximo la precaria economía para poder enviarlo a un centro de la Segunda Enseñanza.

Sin embargo, el bachillerato lo terminaría en la capital cubana, específicamente en el Instituto del Vedado, en el que se profundizó su pensamiento revolucionario.

Llegado a la Universidad, a la facultad de Ciencias Sociales,  en la Carrera de Administración Pública, hizo amistad con Juan Pedro Carbó Serviá. Ambos se convertirían en escoltas de José Antonio Echeverría, por eso lo acompañaron a numerosos sitios en los que había peligro.

Como integrante del Directorio Revolucionario (DR), estuvo en varias intentonas de atentado al dictador Fulgencio Batista y en el famoso enfrentamiento a la policía (2 de diciembre de 1955), en el que resultaron heridos varios agentes.

En la Universidad, se convirtió en un personaje popular por jugar fútbol rugby, deporte en el que brillaba. También practicaba béisbol, según contaron varios de los que lo conocieron.

Su valentía quedó más que demostrada en el ataque al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, cuando fue de los pocos que subió hasta el segundo piso, desde donde se batió heroicamente con la soldadesca. Herido en un muslo, cubrió la retirada de sus compañeros haciendo fuego con una ametralladora y, como si fuera poco, al salir de la “madriguera” del tirano Batista, no vio a su amigo Carbó y volvió a entrar para rescatarlo.

Después de esa acción estuvo 38 días tratando de evitar la persecución desatada a raíz del asalto. El 20 de abril, por una delación, es encontrado en el edificio 7, apartamento 201, de la calle Humboldt,  por los sicarios de Esteban Ventura Novo. Junto a él se encontraban José (Joe) Westbroook Rosales, Juan Pedro Carbó y el recién nombrado Secretario General del DR Fructuoso Rodríguez Pérez. Todos terminaron masacrados por los uniformados.

Tratando de huir, Machadito se lanzó de una altura de unos seis metros hasta caer en el pasillo del edificio.  Tenía los tobillos fracturados  y desde el suelo vio cómo se abalanzaban sobre él y Fructuoso, que yacía inconsciente. “No disparen, que estamos desarmados”, dijo, pero varias ráfagas cegaron su vida.

Nacía aquel 20 de abril un mártir,  varios mártires, símbolos que debemos elevar.