¡Me enamoré apasionadamente de la radio!

Eduardo Bertot Vieito // Foto Marlene Herrera

Así asegura este manzanillero, cuando al celebrar los 86 años de la radiodifusión en esta ciudad del Golfo de Guacanayabo, que se festeja cada 24 de noviembre, se convierte en el primer realizador de Radio Granma en merecer el reconocimiento Nueva generación, que otorga el medio por ser heredero de una tradición  radial cultivada por quienes le precedieron en la tarea de hacer sonido para ver desde Radio Granma.

Su orgullo como radialista nace de las entrañas de múltiples especialidades del medio sonoro por excelencia, dada su formación artística e incursión en las faenas de musicalización, redacción de guiones, actuación y dirección de programas, y se sustenta en la pasión que sigue poniendo a cada obra que ve la luz con su firma, a 30 años de desempeño en el medio.

Recuerda Eduardo Enrique Bertot Vieito que sus inicios fueron “de casualidad, jamás había prestado atención a aquel aparto grandísimo que papi tenía en el cuarto, que era de bombillo; cuando al cursar el cuarto o quinto grado en la primaria Félix Varela la profesora Enma Santiesteban, directora entonces, entró al aula y dijo: recuerden los niños del círculo de interés de radio que tienen hoy grabación a las dos, y aquello fue mágico”.

“Me dije radio, qué es eso, y cuando llegué a la casa pregunté a mami y me explicaron que era el aparato aquel con el que oíamos las noticias y que en Manzanillo había una emisora, y me sugirió llegarme a la casa de Georgina (Yoyi) Mendoza, que yo ni imaginaba que aquella señora amiga de mi papá era la personalidad de la radio a la que todos reconocían”.

“Y fui a su casa, conversamos sobre el medio y me animé a venir un buen día. No se me olvida que en grabaciones hacía un frío tremendo y me inserté en el Somos la niñez,  que entonces era un programa infantil variado con adivinanzas y ponían informaciones de la organización pioneril, curiosidades y musicales; que lo grababan Miguel Labrada García y Antonio Sánchez Machado, y había que coger un micrófono de la cabina y una grabadora KY japonesa del máster para poner las menciones, con guiones que hacía Mirtha Vázquez Vázquez”.

“Me enamoré apasionadamente de la radio, aunque no fue feliz la entrada porque por problemas en la vista me equivocaba mucho al leer, pero Yoyi me motivó a que perseverara porque si no podía ser locutor podría optar por ser sonidista u otra cosa, y era posible porque cuando aquello el círculo de interés preparaba a los muchachos en todas las especialidades”.

Cuenta que “Ernesto Martínez Robles que era director entonces, dado mi interés, me ponía con un lápiz en la boca a hacer ejercicio de lectura en voz alta para la articulación y me decía si quieres hacer radio procura mejorar la lectura. Luego me llevaron al oftalmólogo para ver si padecía de alguna enfermedad y me descubrieron el astigmatismo miópico, y al reincorporarme me dieron un papel en el Somos y lo hice bien, y entonces fue que empezó la carrera de Eduardo Bertot en Radio Granma”.

Desde esa época, la fuerza de las imágenes que desata la mezcla perfecta de palabras, música, efectos y silencio, y la complicidad que se logra con quienes escuchan desde los recónditos parajes de la geografía cubana, en cualquier lugar de su casa, del centro de trabajo, incluso en las inimaginadas travesías de viaje en estos tiempos de tecnologías, se agolpó en sus sentidos para tornarse razón de vida.

“Yo no sé cuál especialidad del medio yo no conozca, dice sin ánimo de alarde- porque había que hacerlo por obligación, aprender y desempeñarlas era la manera de aprender, de crecer, siguiendo el ejemplo de hombres radio como Marzo Enrique Rivero Bertot, Ernesto Martínez Robles, y otros como Vicky Suástegui”.

Su orgullo como radialista nace de las entrañas de múltiples especialidades del medio sonoro por excelencia // Foto Marlene Herrera
Su orgullo como radialista nace de las entrañas de múltiples especialidades del medio sonoro por excelencia // Foto Marlene Herrera

“Veía que lo hacían y seguí sus pasos. Fui aprendiendo de todos así un poquito, y como no pude ser locutor porque en aquel momento decían que tenía voz atiplada, me enamoré de la dirección y con apenas 13 años escribí mi primer guión, de Somos la niñez. Fui aprendiendo a golpetazos, hasta que llegó el primer premio nacional que fue sobre el año 1995 con un programa histórico que se llamaba Presencia, que hice con María de los Ángeles Polo Vega y Pedro Vera Portales sobre el paso de Antonio Maceo por Manzanillo”.

“Ese espacio lo tuve que grabar, editar, musicalizar, yo solo; porque cuando aquello era tecnología analógica, y había que ingeniársela, y todo lo que uno hace hoy en tres minutos con una multipista en el Adobe Audicion había que hacerlo como en unas cuatro horas con tres maquinas de cinta en un estudio de grabación”.

El caudal del que bebió fue esencial para moldear al profesional que hoy se viste con las alegrías de una obra extensa, multilaureada en diferentes certámenes de carácter municipal, provincial y nacional, y especialmente multipremiada por la audiencia que sueña entre las ondas sonoras de la radio que surca en el éter desde Manzanillo.

“La radio me permitió conocer a quien también me acompaña en la vida y hacer familia, todo, porque este era el lugar donde permanecía más tiempo, y en ocasiones iba en las tardes a bañarme y comer para luego bajar a escribir un guión de Enigma, Somos la niñez, Discotequita, vivíamos aquí para la radio”.

“Se convirtió en una casa, y todavía tengo opciones de trabajo en otros lugares, como la televisión y otros porque me hice licenciado en dirección de cine, radio y televisión, gracias a la radio también, pero uno permanece, se queda, porque no me imagino que un día pueda dejar de hacer Somos la niñez”.

“Es un programa en el que comencé y que me sigue trayendo alegrías como el recientemente entregado premio en Caibarién, del evento de Emisoras del litoral que no era competitivo y el comité organizador decidió darle una mención al Somos por la calidad y que respondía a la temática: el cuidado de los mares y del medio marino”.

Las razones del principio para hacer radio, asegura, “siguen estando ahí, ese encanto de entrar a un estudio de radio y contarle tu historia, preocupación o inquietud artística a miles y miles de oyentes, que por un radio, un celular, por la internet, o por el radio de bombillo aquel que yo no conocía en la casa, me escuchen”.