El presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, mediante fotos tomadas por aviones espías U-2, los días 14 y 15 de octubre de 1962, fue informado el 16 acerca de emplazamientos de misiles en Cuba.
En realidad se trataba de una confirmación: el Gobierno de Estados Unidos lo conocía desde antes, por informes del coronel de la inteligencia soviética Oleg Penkovski, reclutado por la cia, a la que entregó, entre otras evidencias, un manual balístico que les permitió descubrir la construcción de plataformas para cohetes SS-4.
A partir de la información disponible, Kennedy contactó con el primer ministro de la Unión Soviética, Nikita Jruschov, el 18 de octubre, para comunicarle que conocía sobre las rampas de lanzamiento de misiles en la Isla, y este último le respondió que eran armas «defensivas».
Había en Cuba unos 36 proyectiles estratégicos de alcance medio, y otras armas tácticas nucleares.
Ante Kennedy se planteaban dos alternativas por sus asesores del Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional: bombardeos aéreos masivos o bloqueo naval a Cuba. El día 20 se decidió, por este último (sin renunciar a un ulterior golpe aéreo), lo que hizo público con gran dramatismo el día 22, planteando también que la urss debía retirar sus proyectiles o arriesgarse a una guerra nuclear.
Se vivió un momento muy tenso. El peligro de agresión a Cuba parecía inminente. Ya los soviéticos habían arrestado a Penkovski, y sabían que Estados Unidos tenía la información suministrada por el espía. Fidel decidió, con los oficiales soviéticos en Cuba, acelerar la construcción de las rampas de los cohetes estratégicos ss-4; el día 21 habían 20.
Una hora y 25 minutos antes de que Kennedy anunciara el bloqueo naval, el Primer Ministro cubano ordenó la alarma de combate, y se movilizó todo el país en pie de guerra, con la divisa de «defender el suelo de la Patria y la Revolución hasta la última gota de sangre».
AL BORDE DE LA GUERRA EN EL MAR
El bloqueo naval se hizo efectivo a partir del día 24, mientras 23 navíos soviéticos navegaban en ruta hacia Cuba. En cualquier instante podía producirse un incidente: un buque estadounidense podía disparar contra uno de la urss, y estallaba la guerra nuclear.
Cuatro submarinos de la Brigada 69 de la Flota del Norte de la urss, de propulsión diésel proyecto 641, conocidos en Occidente como Foxtrot, y dotados de torpedos con cabezas de combate convencionales y nucleares, comandados por el capitán de navío Vitaly N. Agáfonov, al rebasar las Bermudas y entrar en el Mar de los Sargazos, fueron obligados a emerger por los medios submarinos de la armada estadounidense.
Este hecho permite comprender cuán cerca se estuvo de la guerra en el mar, el 24 de octubre de 1962, y en los siguientes días. Los tripulantes de la brigada de submarinos, dando muestras de maestría combativa, lograron evadir la persecución enemiga para cumplir una nueva misión.
EN LA ONU NO HUBO UN VERDADERO DEBATE
El 25 de octubre tuvo lugar, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el célebre debate entre el embajador de Estados Unidos, Adlai Stevenson, y el de la Unión Soviética, Valerian Zorin, que Fidel calificara de bochornoso.
«Stevenson presentó, de manera espectacular (…), grandes fotos aéreas de las bases de proyectiles estratégicos. El soviético negó las evidencias –puntualizó el Comandante en Jefe en el libro Cien horas con Fidel, del periodista Ignacio Ramonet–, negó la autenticidad de esas pruebas. Rechazó el debate. Todo era improvisado, el hombre no estaba preparado para discutir. No ataca, no denuncia, no emplea las poderosas razones que tenía Cuba, país pequeño y agredido, amenazado por la superpotencia, para solicitar apoyo, y la urss para ofrecerlo, fiel a sus principios y sus deberes internacionalistas, y se enreda en una argumentación mediocre, emanada de las vacilaciones y el mal manejo público del tema por parte de Jruschov en los meses que precedieron la crisis. Cometió el error –sentenció Fidel, finalmente– de rechazar el verdadero debate, que debió haber sido sobre la soberanía de Cuba, su derecho a defenderse, a protegerse».
ABRIR FUEGO SI SE VIOLA EL ESPACIO AÉREO
Como el Gobierno de Estados Unidos persistía con los vuelos U-2 y de reconocimiento a baja altura, el líder cubano ordenó a la artillería antiaérea abrir fuego contra los aviones en vuelos rasantes, decisión que se había planteado a los responsables militares soviéticos que estaban en la Isla.
El 27 de octubre, un misil SA-75, según la nomenclatura soviética, disparado por el grupo coheteril de combate soviético de La Anita, al mando de Iván Gershenov (jefe) y Nicolás Grechenik (comisario político), derribó en Banes, actual provincia de Holguín, el avión espía U-2, piloteado por el mayor Rudolf Anderson Jr. El incidente condujo al momento de mayor tensión. Se estaba combatiendo.
LA DECISIÓN INCORRECTA PARA UNA RETIRADA
La retirada de los cohetes por parte de la urss, sin consultar a Cuba, fue considerada por el Gobierno revolucionario como una decisión errada.
«Aquello nos pareció absolutamente incorrecto. Ocasionó mucha indignación (…) ¡Y no se había discutido en absoluto con nosotros (…)! Nos enteramos por vía pública –dijo Fidel a Ramonet–. No estábamos en contra de alguna solución, porque era importante evitar un conflicto nuclear. Pero Jruschov tenía que haber dicho a los norteamericanos: Hay que discutir con los cubanos. Careció en ese instante de serenidad y firmeza. Por una cuestión de principios debieron consultar con nosotros (…). Protestamos».
Se comprometieron también a que la retirada de los misiles fuera inspeccionada bajo la fiscalización de la ONU. La respuesta de Fidel no se hizo esperar: «No, aquí no inspecciona nadie, no se autoriza, si se quieren ir no es asunto nuestro».
Si Cuba hubiera participado en las discusiones, quizá estas hubieran mejorado. La posición cubana estuvo contenida en los cinco puntos demandados por Fidel: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica; cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltraciones de espías y saboteadores; cese de los ataques piratas; cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval; y retirada de la Base Naval en Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado, hoy convertida, como nunca antes, en centro de prisión, torturas y asesinatos, repudiado y demandado su cierre por la opinión pública internacional.
Todo eso «se pudo haber obtenido fácilmente –dijo Fidel a Ramonet en la citada entrevista–, con un poquito de ecuanimidad y sangre fría, porque el mundo no estaba dispuesto a ir a una guerra nuclear por caprichos del Gobierno de Estados Unidos».
Como afirmó el editorial del periódico Granma, Con la razón histórica y la moral de Baraguá, publicado el 23 de noviembre de 1990: «El mayor de los peligros que nuestro pueblo enfrentó en aquella prueba no fue el del exterminio nuclear, sino el de la claudicación. Esta vez no hubo Zanjón, pero fue necesaria, como entonces, la intransigencia y el coraje que hicieron retroceder incluso a los que pretendían humillarnos, imponiéndonos la inspección de nuestro territorio. Aquel no, junto a los cinco puntos, se convirtieron, así, en un Baraguá del siglo xx. Esta es la enseñanza que nos alienta hoy frente a los nuevos desafíos, y que perdurará en la memoria inmortal de nuestro pueblo».
Desapareció la URSS y hoy, a 60 años de la Crisis de Octubre, siguen vigentes los cinco puntos demandados por Cuba frente al incremento de la política agresiva, genocida e injerencista contra nuestro país, agravada cada vez más.
Entonces, Fidel le respondió al imperio: «Les aseguro que no tendrán jamás a Cuba». La Cuba de hoy lo ratifica: ¡Jamás!