Naciendo

Foto: Periódico Granma
Foto: Periódico Granma

«Va a encenderse. / Se apaga / Va a nacer». Solo un poeta para entender a otro poeta. Así dice Guillén, en versos, la muerte del Che, y nos devuelve la cualidad distintiva del guerrillero como figura histórica: no morirse nunca.

El Che renace porque los ideales que movieron su vida están en el centro de lo mejor de la especie humana, y son la aspiración de las almas buenas; aquellas que, aunque no les alcancen las fuerzas para llegar tan lejos en el sacrificio, admiran y respetan a quienes sí rozaron los más altos grados de elevación moral.

Guevara es el horizonte, un hombre que se hizo ideal sin que su esencia terrena se difumine. El que se ponía al frente en lo difícil y era el último en retirarse. El que de pronto se detenía solo para escuchar el canto del sinsonte.

Hombre parco, observador, tajante, narrador tremendo y sensible poeta, el Che es tan de Cuba como Maceo. Porque la fecha coincidente del nacimiento sugiere obviar lo fortuito para centrarnos en ciertas verdades: los héroes que la Isla venera son los que hicieron una divisa de la intransigencia frente a quienes causan el dolor de la Patria y de su gente.

No ceder ante pactos indignos, no traicionar los ideales de lucha, no dejarse embaucar ni un poco con las zalamerías de los enemigos poderosos y prepotentes son lecciones que ambos dejaron para una posteridad que se niega a encerrarlos en el panteón del frío mármol, donde los próceres nada cambian.

Ellos, por el contrario, andan por la calle, cotidianos, como símbolos de la hidalguía, de todas las resistencias; e incitan a sentir el orgullo de compartir su misma tierra y su mismo amor revolucionario.

En la tozudez de preservar la bandera, en la arremetida contra lo injusto, en la convicción de que sin independencia no hay honor ni futuro, están ambos, naciendo siempre.