Barranquilla, Colombia, 3 ago (PL) Como si la naturaleza quisiera sumarse a los actos humanos, la víspera el cielo de Barranquilla exhibió pinceladas nubosas, a tono con la nostalgia que provocan las despedidas, porque los Juegos Centrocaribes están muy cercanos a ser historia.
Entonces la morriña que corre hacia el Caribe en las aguas del río Magdalena, arteria económica que siempre alimentó a la nación, tiene que ver con el inminente adiós de la fiesta deportiva y los inolvidables momentos vividos bajo su manto, que pronto comenzarán a habitar en el mundo de los recuerdos.
Fuera de esa coyuntura sentimental, que tendrá su clímax hoy cuando se apague el fuego sagrado venido desde el antiguo Teotihuacán de los aztecas, la ciudad que vive al ritmo trepidante de la salsa en cada radio, recapitulará el legado de la vigesimotercera edición de los Juegos Centroamericanos, y del Caribe, los segundos que organiza y los cuartos alojados por Colombia.
Como sucede en cada cita multideportiva, al hablar de Barranquilla-2018 será preciso hacerlo en primer término de sus protagonistas, individuales y colectivos, en este último apartado con mención especialísima para México, el campeón que regresa a un trono desde el cual ha gobernado 10 veces el deporte de la cuenca del Mediterráneo americano.
La sirena jamaicana Alia Atkinson sacó tres medallas doradas de la piscina del Centro Acuático Eduardo Movilla y suma 11 en tres ediciones de los Centrocaribes, cifra inédita para una nadadora en los 92 años de la fiesta regional del deporte.
Y en el mismo escenario brilló la anfitriona Isabella Arcila, la reina del agua en la Ciudad de los Brazos Abiertos, merced a sus brazadas alquimistas que convirtieron en oro las cuatro finales en que nadó, todas de carácter individual.
En honor a la verdad la mexicana Liliana Ibáñez colgó cinco premios dorados en su cuello, pero todos en las pruebas de relevos de la natación.
Otro referente en la Puerta de Oro de Colombia fue la puertorriqueña Adriana Díaz, 17 años y número 34 del orbe, que arrasó con los cuatro títulos al alcance de su raqueta en el tenis de mesa.
También el cubano Jorge Grau, que puso el ojo y la bala en cinco medallas de oro, dos de su cosecha individual y el resto como integrante del equipo isleño en el deporte de las dianas.
El ejemplo de los campeones olímpicos Mijaín López, Mónica Puig, y Caterine Ibargüen, que conocedores de la distancia que los separa del resto de los competidores dijeron sí a los Juegos, y los prestigiaron con el pundonor ganado bajo el manto de los cinco anillos, merece encomios a granel.
Barranquilla será otra después que la llama se apague en el estadio Metropolitano la noche de este viernes, porque se queda con varias instalaciones deportivas de primer nivel que desde ya la hacen soñar con una varilla más alta, los Juegos Panamericanos.
Es muy probable que hoy el astro rey tenga, como acostumbra, una jornada espléndida sobre la capital del departamento del Atlántico, que sabrá enjugar cualquier lagrimilla nostálgica y empacar en los equipajes de los visitantes en retirada una dosis de esa alegría convertida en producto estrella de sus exportaciones intangibles.
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