Prensa, retos de humanismo y transformación

Escuchaba hace unos días a uno de los maestros de la prensa manzanillera decir que la primicia del periodismo es un alma generosa. Horas más tarde su principal discípulo reiteraba que lo primero para ser periodista es tener nobleza en el corazón.

Por consiguiente, sus expresiones me remitieron a esa expresión del periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski, considerado referente moral del ejercicio mediático del siglo XX por su humanismo, quien nos legó que “para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.

Precisamente en ello deriva uno de los principales retos de la prensa de hoy. Humanismo versus frialdad, manipulación, banalidad. Sólo desde esta visión intrínseca podremos llegar a desentrañar la gracia de una profesión que implica pasión y vocación de servicio, y compromiso social de cara a los intereses de quienes necesitan de información veraz, objetiva, con los detalles que les permitan desentrañar lo enriquecedor y hacer comparaciones para apoderarse de lo valioso y desterrar lo superfluo.

Desde la integridad y una ética inquebrantable, los profesionales de la prensa deben ganar la confianza de sus públicos; rasgos que se ponen de manifiesto en la historia o hecho noticioso que narran, describen, cuentan, para alcanzar el éxito en ese fin que es tocar la conciencia social, guiar el pensamiento y la acción de las audiencias, motivar la efervescencia de ideales y valores que ponderen lo útil, lo provechoso, lo verídico, lo racional, lo propio.

Frente a los adelantos tecnológicos, toca a la prensa un crecimiento cultural que le de acceso a los más enriquecedores artilugios y herramientas, plataformas, recursos, canales, para montarse en la riqueza de la multimedialidad y superar fronteras con novedosas formas expresivas que estos ofrecen.

Pero ello parte de romper esquemas, de buscar en las profundidades del conocimiento todo cuanto aporte a ese mar de saberes que desde el microbio a la nube debe cargar este comunicador por excelencia, junto a su lápiz, blocs de notas, grabadora y teléfono celular, en tiempos de modernidad.

Esa incesante y creciente demanda de sabiduría es una de sus más valiosas armas para ir al campo de la comunicación con la seguridad del triunfo sobre la ignorancia, sobre la incapacidad de muchos de reflexionar por estar sumergidos en la avalancha de mensajes que buscan la enajenación por encima del análisis y comprensión racional ante las circunstancias locales, nacionales e incluso globales.

Transformar es la directriz, como se enfatizó en el XI congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Desde los órdenes editoriales para trascender de lo tradicional a ese multimedio que explote la elocuencia de las narrativas, también con ciencia; para que nuestras agendas mediáticas y etiquetas sean las más próximas al público, las de su interés y en ellas imbricar el de la nación que es salvar la identidad.

Sondear en busca de aquellos más capaces de crear con estilo cautivador es otra meta, junto a esa que exalta el hablar desde la visualidad, a través de la imagen que dice por sí misma más que mil palabras.

Solo si cumplimos esa premisa de humanismo, podremos poner al servicio de la comunicación todo cuanto pueda salvar de la vanalidad y lo falso a esta práctica profesional y tener, como señaló García Márquez, «el privilegio de cambiar algo todos los días».

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