¿Quién dijo que cayó el General de las Cañas?

Jesús Menéndez

¿Quien vio caer a Jesús?, se preguntó el poeta. “Nadie lo viera, ni aún su asesino. Quedó en pie, rodeado de cañas insurrectas, de cañas coléricas. Y ahora grita, resuena, no se detiene…”.

 

Cada 22 de enero retorna a cumplir su misión. Desafiando al testaferro y al tiempo, evoca justicia. Rumbo a Manzanillo, avanza. Para orientar a las masas, avanza. Primero el Central Mabay, luego el Estrada Palma; y en ambos el clamor y la victoria obrera por los salarios y las condiciones humanas de trabajo.

 

En su sangre corre la herencia del mambí, el coraje y la decisión que le inspiran a ser hombre digno, redentor de la clase que curte su piel bajo el sol entre las cañas y el filo del machete, integrante del Partido Unión Revolucionaria Comunista, fundador del Sindicato Nacional Obrero de la Industria Azucarera, de la Central de Trabajadores junto a Lázaro Peña, y de la Federación Nacional de Obreros Azucareros.

 

Con su estirpe asciende la escalerilla de la gran máquina de hierro que le llevó hasta el camino a la inmortalidad, hasta el lugar donde rechaza la afrenta del esbirro cuando intenta detenerlo en el andén de la Estación de Ferrocarril en Manzanillo.

 

Enérgico y firme avanza hacia los escalones, toma el sendero a la inmortalidad. Llevarlo vivo o muerto es la orden del sicario; pero el fulgor de hombre íntegro es tal que la cobardía lo hace presa y solo puede abatirle por la espalda. “Las cañas iban y venían desesperadas, agitando las manos. Te avisaban la muerte, la espalda rota y el disparo”.

 

Un lamento recorre la Isla. Lágrimas y dolor ante el agravio. Frente al cuerpo con olor a pólvora hasta las cañas se inclinan para rendir honores. Hombres y mujeres miles siguen el rastro de sueños que quiso arrancar la muerte.

 

La momentánea despedida. Porque en su ejemplo de héroe vive. No frenaron al pueblo trabajador que invoca su nombre, no apagaron su luz de líder. Así camina y anda entre la multitud Jesús Menéndez Larrondo, esparce su sudor en los campos junto a los azucareros.

 

Su ejemplaridad inspira a cada Jesús, a cada obrero, a cada hombre que luciendo el oscuro color de su piel engrandecen el suelo patrio. El General de las Cañas no tiene fronteras. Nunca cayó, quedó en pie. De Enero a Diciembre agita su espíritu y estremece la tierra que le guarda.