Reconforta mucho ver que el sueño de Fidel ha germinado

Estremecedor, estimulante, aleccionador y de gran utilidad resultó el encuentro que sostuvo en la tarde de este miércoles el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, con jóvenes trabajadores sociales que desbordaron pasión y compromiso con el quehacer que día a día realizan en las comunidades.

De responsabilidades, historias de vida únicas, entrega y también incomprensiones se habló por espacio de más de dos horas en el emblemático salón Portocarrero del Palacio de la Revolución. Cada palabra compartida allí tuvo el propósito común de rescatar las esencias fundacionales de este Programa, de profundo sentido humanista, creado por Fidel hace 22 años.

A eso justamente los había convocado en los primeros minutos de intercambio el Presidente cubano, porque según les dijo, en sus experiencias y propuestas es posible encontrar las respuestas sobre qué «hacer para perfeccionar, para mejorar, para avanzar» en lo relacionado con el trabajo social.

Todo el proceso de transformación que estamos haciendo hoy en los barrios —reflexionó— tiene como eje central el trabajo social. Muchas veces las personas las ven solo como transformaciones físicas, materiales o de infraestructura, y nosotros estamos en contra de eso; aquí lo fundamental es cómo trabajamos la espiritualidad, lo sentimental, las emociones, y a la par avanzar en elementos que tienen que ver con la vida económica y material, enfatizó.

Son ustedes, reconoció, quienes más saben del barrio, porque llevan años trabajando con las familias y cerca de sus problemas, por eso son fundamentales para acompañar esas acciones. Yo siempre estoy defendiendo —precisó — en que la base tiene que ser el trabajo social y a partir de ahí hacemos todo lo demás.

Acompañar y educar fueron conceptos que se convirtieron en hilo conductor de varias ideas compartidas por los jóvenes, quienes insistieron en la necesidad de que se deje de ver el trabajo que realizan como puro “asistencialismo”. No fue esa la idea soñada por el Comandante en Jefe más de dos décadas atrás.

Hubo un momento, a partir del 2011 —consideró Letsy Montalvo—, en que «empezamos a perder un poquitico el sentido que teníamos los trabajadores sociales, llegando a esta condición del “asistencialismo”; las personas nos ven hoy y ven un colchón, ven una cama, ven un pomo de agua, ven una prestación monetaria… y no puede ser así, porque lo primero que está mal ese “asistencialismo”».

«Es educar a las familias lo primero que tenemos que hacer, tenemos que educarla para que sea capaz de resolver por sí misma sus problemas», valoró.

Es enseñarles a las personas cómo resolver sus problemas, respaldó Merlys Gort. Y para ello, consideró, el trabajo tiene que ser continuo y sistemático, tiene que ser visto desde diferentes aristas, y quienes lo hacemos tenemos el reto de prepararnos constantemente.

La prevención, como verdadero instrumento para influir sobre las causas que provocan muchos de los problemas sociales que existen en los barrios fue otra acción ampliamente defendida por la treintena de jóvenes, quienes en sus palabras transmitieron el sentir de la gran mayoría de sus compañeros a lo largo y ancho del país.

Porque el trabajador social también es un formador, un orientador, que acompaña a las familias y a la comunidad, respaldó Reynaldo Vera. La clave está en el accionar a diario —consideró Rafael Laguna—, porque la esencia de nuestro trabajo no es: paso por tu casa porque tienes un problema; no; paso por tu casa porque es una manera de conocer cómo viven las familias en el día a día y en verdad acompañarlas.

En el encuentro —de mucha utilidad para perfeccionar maneras de hacer en el camino de la formación de los trabajadores sociales— acompañaron al Presidente Díaz-Canel el viceprimer ministro Jorge Luis Perdomo Di-Lella; el miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista y jefe su Departamento Económico Productivo, Joel Queipo Ruiz; la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Martha Elena Feitó Cabrera, así como otros representantes de ese organismo y profesores.

El diálogo también tocó aspectos como cuánto camino queda por andar en pos de preparar y capacitar cada vez más a quienes realicen estas labores; sobre planes de estudio que deben ser reevaluados; sobre aprovechar mejor, en beneficio de las familias, las investigaciones sociales que se realizan, así como otros temas que también definen las esencias del hacer de quienes el Comandante en Jefe definió como “médicos del alma”.

TRABAJAR LA ESPIRITUALIDAD

«Al reunirnos con ustedes nos damos cuenta de que lo que forjó Fidel no fue en vano», reconoció casi al término del encuentro el mandatario cubano, quien ratificó a los jóvenes la utilidad de las ideas compartidas.

Que ustedes lo defiendan con pasión, madurez, entrega y compromiso —valoró— demuestra que eso sedimentó, que se consolidó.

Reconforta mucho ver que lo soñado por Fidel ha germinado, que hay personas que han hecho del centro de su vida este trabajo y que además hay un reconocimiento social hacia ustedes en el país, independientemente de las etapas por las que hayamos pasado,  consideró.

Eso da la seguridad de que podemos lograr lo que nos proponemos ahora y hay cuestiones que en muy poco tiempo podemos restablecer, perfeccionar o llevar a lo que estos tiempos necesitan, aseguró.

El socialismo en concreto, aseveró, se construye en el barrio, con la participación de la gente, y lo que pretendemos es que sea con trabajo social, comunitario y profesional. «Ustedes son fundamentales en el actual momento histórico».

Su aporte puede ser grandísimo, reconoció el Jefe de Estado, quien comentó sobre un hecho trascendental como ha sido la construcción del nuevo Código de las Familias en Cuba, un documento que desde el punto de vista legislativo contiene elementos fundamentales para apoyar el trabajo social .

De solidaridad y valores, de espiritualidad y trabajo incansable, habló a los jóvenes Díaz-Canel, porque también las labores que ellos realizan en las comunidades es piedra angular para mover sentimientos y emociones en la familia, allí donde se forman los primero cimientos de la sociedad.

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