Recuerda Cuba a Manuel Ascunce, joven alfabetizador asesinado por el «crimen de enseñar»

Cuba recordó el asesinato del joven alfabetizador Manuel Ascunce y su alumno, Pedro Lantingua, víctimas del terrorismo patrocinado desde Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1961.

El miembro del Buró Político y secretario de Organización del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Roberto Morales Ojeda, en la red social X, mencionó que el profesor de tan solo 16 años, fue ejecutado por el «crimen de enseñar a leer y a escribir».

«Yo soy aquí el maestro», afirmó Ascunce a sus captores, quienes lograron desarmar a Lantigua aquella tarde para luego ahorcar a ambos con alambres, luego de torturarlos salvajemente, narró Prensa Latina.

Estos actos criminales desataron la indignación popular y miles de jóvenes se sumaron a la Campaña de Alfabetización, valorada hoy como el primer gran acontecimiento cultural de la Revolución.

La despedida del duelo fue pronunciada por el entonces presidente de la República doctor Osvaldo Dorticós, y en uno de sus fragmentos señaló: «Y ¿quiénes son los responsables de este crimen? Son, en primer término, los autores materiales, mercenarios o degenerados que realizan el hecho con sus manos asesinas. Son responsables de este crimen los liderzuelos contrarrevolucionarios traidores, que inducen al crimen desde las playas veraniegas de Miami. Son responsables de este crimen los dirigentes del imperialismo, que inspiran estas acciones criminales, armando las manos de los asesinos, financiando con dólares sus acciones responsables, son los dirigentes de Washington […]».

Como se publicara con anterioridad en las páginas de este diario, muchos de los principales cabecillas de las bandas de alzados procedían de los aparatos represivos de la dictadura batistiana, cuyos oficiales habían sido entrenados en la tenebrosa Escuela de las Américas del Ejército de Estados Unidos, instalada en la Zona del Canal de Pa­namá, donde les enseñaban técnicas de interrogatorio y métodos de represión, para quebrar la voluntad de los detenidos.

Al regresar a sus cuarteles les trasladaban estas experiencias a los sargentos y soldados, quienes más tarde las aplicaban en las celdas a los jóvenes revolucionarios que capturaban durante refriegas en la vía pú­blica o mediante operaciones clandestinas. Así torturaron y asesinaron a cientos de jóvenes revolucionarios durante la tiranía, y eso fue lo que hicieron cuando se alzaron contra la Revo­lu­ción, cumpliendo órdenes de los mismos que los habían entrenado.