René Vallejo: ejemplo para las nuevas generaciones de médicos cubanos

Comandante y médico manzanillero René Vallejo Ortiz // Foto: Tomada de Internet
Comandante y médico manzanillero René Vallejo Ortiz // Foto: Tomada de Internet

“Hombre desprendido, no vaciló en abandonar todo, no vaciló en abandonar sus bienes y comodidades para incorporarse a las filas revolucionarias y marchar como médico y como combatiente a la Sierra Maestra. La Revolución y los compañeros revolucionarios siempre podíamos contar con su más absoluta fidelidad”.

Así pronunció Fidel Castro, hace 50 años, el 14 de agosto de 1969, en la Necrópolis de Colón, en la despedida de duelo al comandante, médico y amigo René Vallejo Ortiz, palabras en las cuales caracterizó a este combatiente revolucionario, quien había fallecido a las 5 y 20 de la tarde del día anterior, a la edad de 49 años.

Vallejo nació el 29 de marzo de 1920 en la calle Concordia 188, entre Maceo y Saco, en  Manzanillo donde curso sus primeros estudios. Se graduó de medicina en la Universidad de La Habana. Rechazó magníficas proposiciones para trabajar en clínicas especializadas de los Estados Unidos y prefirió ejercer su carrera en su ciudad natal.

Nombrado director del hospital Caymari, durante su gestión reconstruyó salas, pabellones y laboratorios, lo dotó de una farmacia moderna. Colocó en la puerta un letrero que decía: Aquí no se necesita cartas políticas, sino estar enfermo y ser pobre.

Fundó la clínica La Caridad, en una casa que se encontraba enclavada en la altura de la calle San Fernando; centro que mostró la orientación eminentemente social y humana, que caracterizaba a Vallejo y a sus compañeros, por eso la convierte en base de apoyo al movimiento insurreccional, donde son atendidos varios heridos provenientes de la Sierra Maestra.

Incorporado al Ejército Rebelde, presta servicios médicos junto a las tropas en operaciones e interviene en varios combates. Toma parte en la construcción de hospital Pozo Azul. Atendió campesinos enfermos, edificó escuelas, estableció la educación para adultos, organizó conferencias para la salud y arregló caminos.

Tras el triunfo revolucionario ocupó diversas responsabilidades, como jefe del INRA en la zona de Manzanillo por orden de Fidel, en 1962 comenzó a prestar servicio junto al Jefe de la Revolución, las que mantuvo con fidelidad, decoro y modestia hasta el fin de sus días.

Con su desaparición física, la Revolución perdía a un luchador infatigable, de fidelidad a toda prueba, modesto y capaz, que siempre cumplió con su deber como combatiente  y profesional. El continúa hoy como ejemplo a las nuevas generaciones de médicos cubanos.

Como aseveró Fidel en las honras fúnebres del manzanillero combatiente, “Sirvan siempre estos momentos amargos para exhortarnos al cumplimiento del deber, de modo que la vida para el hombre tenga siempre el más profundo y verdadero sentido”.

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