La sonrisa de los niños es la prueba de la principal conquista de la Sala de Oncohematología del Hospital Pediátrico Provincial Hermanos Cordové de Manzanillo. Es ese espacio de atención donde el dolor de enfermedades crónicas y terminales se transforma en alegrías, con los matices de la pureza y la esperanza que lleva a los pacientes el sistema de salud cubano.
Maikel Rondón Masquiarán, con 10 años de edad, por ejemplo, es el único de los nueve niños que padecen en Granma la hemofilia A, que recibe un tratamiento profiláctico con el concentrado del factor VIII de la coagulación sanguínea, para facilitar la disminución de complicaciones asociadas a su enfermedad y condicionar que la hemartrosis y hematomas en su cuerpo sean menor o no aparezcan.
Hoy, es uno de los siete pacientes ingresados en la sala que atienden cual madres las nueve enfermeras del servicio hospitalario, y dos asistentes y auxiliares, lideradas por la especialista de primer grado en pediatría Isabel Osorio Caballero, con más de 10 años de dedicación a estos niños y niñas.
“Ingresó hace 48 horas con una hemartrosis del codo que a resuelto con tratamiento de antiinflamatorios, con antifibrinolíticos y analgésicos, que permitieron en un corto plazo la desaparición del dolor y la inflamación y mantener un excelente estado general, por lo que se disminuyen las dosis de los antiinflamatorios”, explica la especialista Osorio Caballero.
“El uso de estos tratamientos alternativos, que utilizamos en niños que ya tienen por el tiempo de evolución una artropatía crónica, según las normas cubanas y las guías para el tratamiento de la hemofilia, permite lograr excelentes resultados en él y en otros niños que han ingresado”.
Su abuelo Daniel Masquiarán, quien permanece con Maikelito en el horario del día, asegura que independientemente de ello: “su profilaxis nunca ha fallado, hace más de un año o dos que se lo indicó la doctora que atiende el programa desde La Habana, y cada lunes y viernes se le pone el bulbo de octanate, eso no falla. Me explicó la directora que para el país cuesta cinco mil dólares cada bulbo, y sé que es mucho en su caso lo que lleva mensualmente”.
Comenta la pediatra que “este medicamento llega al hospital para todos los niños hemofílicos desde el Instituto de hematología de La Habana, con un abastecimiento regular casi todos los meses. En dependencia del ingreso y de las complicaciones que presenten, así será el consumo del mismo, mayor o menor”.
Deseoso de ir ya para su casa, Maikel Rondón afirma que en la sala “me atienden bien, con una alimentación buena, y la limpieza y todo correcto”. A la vez que su abuelo refiere que desde el debut de su enfermedad con apenas meses de nacido “solo ha venido por las crisis en los codos y el tobillo y nunca ha esgarrado sangre por ningún lugar de su cuerpo, ni ha estado reportado de grave”.
Su historia, lamentablemente, se reitera, en tanto son la hemofilia junto a la siclemia o anemia falciforme, las enfermedades que más se atienden en este servicio oncohematológico con carácter provincial. Pero los esfuerzos y dedicación del personal asistencial, junto a los del país, permiten obtener resultados favorables en virtud de la calidad de vida de cada paciente.
Por lo que constituye un éxito del colectivo en el año en curso, el egreso satisfactorio de otros dos niños con el mismo padecimiento de Maikelito, los cuales en los meses de octubre y noviembre “presentaron importantes complicaciones, como el manzanillero Robertico, con un hematoma renal con hematurias prolongadas por 15 días y que requirió altas dosis de concentrado del factor VIII para mejorar su estado, a pesar de otros medicamentos empleados”.
“Así mismo, el pequeño de dos años de edad, Enmanuel Rodríguez, de Buey de Gallego en Yara, que por su condición iniciará tratamiento profiláctico a partir del año 2019 aprobado por la Comisión Nacional y seguido por el Programa de Atención Materno Infantil, quien hizo un hematoma del párpado inferior con sangrado abundante y precisó elevadas dosis del medicamento, octanate, que influyó en el consumo mayor del mismo y que hoy no contemos con la cantidad que quisiéramos”, detalla la doctora Isabel.
La bondad de estas madres vestidas con las batas blancas y verdes, su consagración para salvaguardar las vidas de sus niños, porque los sienten como suyos como refiere la enfermera Gloria Vázquez Enrique, gana el mérito. “Darles cariño, amor, y atenderlos con calidad, porque son la razón de nosotros vivir como profesionales, de ser enfermeras, y los queremos como parte de nuestra familia”.
Con ella coincide Yudith Ramírez Rosabal, madre de un niño siclémico con 20 días ingresado en el servicio. “Me siento orgullosa con la atención de las enfermeras, la doctora, de todos, somos bien tratados él y yo. El trato es preocupado, para mí la doctora es como la primera madre y yo la segunda; porque de verdad que veo que ella llega aquí y me siento tranquila, porque la salud de mi hijo está en sus manos, nos orienta nos enseña y además nos da fuerza para luchar con nuestros niños”.
En armonía con su criterio, el de los familiares de los dos lactantes que vivirán allí en el transcurso de su primer año de vida: el de dos meses operado de una meningoencefalitis con derivación ventrículo peritoneal y la de 11 meses con reiterados cuadros infecciosos y una neutropenia mejorada, que permanecen bajo los cuidados del personal médico y de enfermería para la disminución de riesgos que expongan su vitalidad.
También, la valoración de la madre de la niña con la enfermedad mixta del tejido conectivo bajo tratamiento con altas dosis de esteroide e inmunosupresores, y la del pequeño con tumor cerebral en estadío terminal, por ser este el único servicio a nivel provincial donde se realiza el cuidado paliativo terminal de un niño con estas afecciones, y que ha pedido permanecer aquí porque se siente bien.
La conjugación cotidiana de sus saberes con la ternura, contribuye a que el pediátrico Hermanos Cordové de Manzanillo concluya el 2018 como el hospital de mejores resultados en la provincia, con cero mortalidad en los niños menores de uno y cinco años; y transforma los servicios médicos de la sala de oncohematología en una fuente de certidumbre y aliento, que restituye la sonrisa de familiares y niños.
Declaraciones tomadas durante la visita a la Sala de Oncohematología del Hospital Infantil