Siria gana una partida a los apostadores de la muerte

Soldados del Ejército sirio en Alepo. Foto: EFE.

En el año por terminar, Siria ganó una partida en la simbólica ciudad de Alepo a los apostadores de la muerte que promueven aún la destrucción de un Estado que sobrevive a cinco años de guerra impuesta.

Desde fines del 2011 se lanzaron sobre esta nación miles de extremistas armados que incentivaron algunas las disensiones internas, las aprovecharon en beneficio propio y las convirtieron en símbolo de muerte y destrucción.

Como nunca antes, y en una coyuntura en la que el mundo árabe es más débil que nunca y se desvanece por la desunión y falta de concordia, las antiguas metrópolis, en alianza con Estados Unidos y las monarquías regionales al estilo de Arabia Saudí o Qatar, apostaron por el desmembramiento de la nación.

Un papel le tocó también a los sueños nostálgicos del antiguo imperio Otomano: Turquía, y al régimen sionista de Israel y todos, como jauría hambrienta, cayeron sobre una presa con el empleo de métodos diversionistas, distorsionadores y un implacable bloqueo político, económico y social sin precedentes en el Medio Oriente.

La ‘ofensiva’ contra el gobierno legítimo de Bashar al Assad abarcó desde el apoyo a más de 100 grupos extremistas, hasta un feroz bloqueo comercial y el corte casi total de las vías de comunicación satelital en una vasta campaña que pretendió aislar a esta nación del Levante como nunca antes en la historia de la región. Los antecedentes del diabólico plan, elaborado desde los centros de inteligencia de las grandes capitales occidentales, tenían como hechos el caos impuesto en Afganistán, el débil accionar como Estado de Iraq y la completa desarticulación de Libia.

En la partida puesta en marcha contra Siria se unieron con financiamiento, armas y hombres los integrantes de una llamada coalición internacional liderada por Estados Unidos a través de las extensas fronteras con Turquía, Iraq y Jordania.

Por citar solamente una fuente, lejana de parcialidad hacia el Gobierno sirio, bastaría recurrir a un análisis del Centro de Estudios Alemán Ferrel, el cual estima que desde el 2011, más de 90 mil extranjeros se integraron- pagados e intruidos- a las filas de los grupos terroristas y a una ‘operación planificada’ cuyo costo pasa los 40 mil millones de dólares procedentes de Washington, París, Londres o Riad o a través de intermediarios regionales

A esto se unió una vasta campaña mediática de no menos de ocho canales de televisión satelitales ubicados en Turquía, Qatar, Dubai y se bloquearon todas las señales de comunicaciones de Siria por medio del satélite ArabSat, con servidores en Australia y en una maniobra técnico- operativa dirigida por expertos de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), de Estados Unidos.

Desde el principio los objetivos militares se concentraron en las principales ciudades sirias a partir de Damasco y en un área geográfica que abarcaba cerca de 186 mil kilómetros cuadrados del territorio nacional, dos tercios de los cuales incluyen las vastas zonas desérticas fronterizas con Iraq y Jordania.

Damasco nunca cayó y los focos de combate al terrorismo y a la guerra impuesta se mantuvieron en Hama, Homs, Latakia, Deir Ezzor y Alepo, con resultados variables en el terreno de combate pero que impidieron el desmembramiento de la nación y demostraron que había capacidad de resistencia.

Al mismo tiempo y desde septiembre del 2015, cuando se concretó legal y jurídicamente, el respaldo de la colaboración aérea de Rusia, las Fuerzas Armadas sirias reiniciaron una ofensiva generalizada desde 12 frentes de combate en un arco geográfico que abarca desde el sur, por el este y hacia el norte, las provincias fronterizas con Turquía de Alepo e Idleb.

Desde entonces, el dramatismo de la guerra alcanza más de 400 mil muertos, medio millón de heridos y mutilados, cerca de 10 millones de refugiados- de ellos seis millones internamente- y una destrucción de la infraestructura del país que pasa de 200 mil millones de dólares.

No obstante, mejoraron las condiciones internas para promover e intensificar una política de reconciliación nacional que contempla, además de las grandes ciudades, más de ocho mil aldeas y pueblos, la cual hasta la actualidad ha logrado efectividad en una cifra superior a las mil 200 localidades y a no menos de 50 grupos armados.

Esto permite, al cierre del año 2016, el incremento de las posibilidades negociadoras para lograr la paz a través de una sensata diplomacia del Gobierno sirio, Rusia e Irán sobre el principio del irrestricto respeto a la soberanía, integridad e independencia de la nación.

La guerra impuesta a Siria ha costado, además del terrible saldo en miles de vidas, la destrucción de medio centenar de hospitales, no menos de cinco mil escuelas y las afectaciones a unos 22 mil kilómetros de carreteras y vías férreas, así como el cese casi total de las líneas aéreas que comunicaban con el exterior.

Aún en medio de ese terrible panorama con ciudades arrasadas en casi la mitad de su estructura urbanística como Homs, Deir Ezzor o Alepo, Siria ha resistido y avanza con la solidaridad efectiva rusa e iraní, y de los grupos de la resistencia libanesa como Hizbolá y palestino.

La más reciente partida ganada a los apostadores de la muerte ha sido en Alepo, símbolo de la cultura y el desarrollo de una nación que conserva, a pesar de todo, la tolerancia y la convivencia y en la que se unen miles de año de historia.

(Con información de Prensa Latina)

Por Pedro García Hernández