Tres palabras para un jonrón: Patrimonio, Cultura y Nación

Blanco, Saavedra y Benítez en el Todos Estrellas de la Serie del Caribe
Blanco, Saavedra y Benítez en el Todos Estrellas de la Serie del Caribe

La introducción del béisbol en Cuba por los hermanos Guillot (Nemesio y Ernesto) y su compañero Enrique Porto en 1864 no es quizás lo más importante ahora mismo. La trascendencia en las raíces culturales de nuestro deporte nacional va más allá de nombres o fechas puntuales. Nuestro béisbol es vida, pasión, espectáculo, amor y Patrimonio, tal y como se declarará oficialmente este 19 de octubre del 2021.

Después de años de inexplicable burocracia para tal distinción, todos los trámites de rigor exigidos por las autoridades del Consejo Nacional de Patrimonio parecen haberse cumplido ya, y un lugar sagrado para las bolas y los strikes en el país, el estadio Palmar de Junco, en Matanzas, donde tuvo lugar un partido histórico el 27 de diciembre de 1874, acogerá la celebración con toda la significación que merece.

Varias generaciones de historiadores, periodistas, peloteros, federativos y gente de pueblo han luchado por esa denominación no por capricho personal o fanatismo deportivo, sino por su esencia popular, traducida a su máxima expresión en el espectáculo socio cultural que representa cada campeonato nacional, desde la primera liga profesional nacida el 29 de diciembre de 1878 hasta nuestras series nacionales actuales, fundadas un 14 de enero de 1962.

Resulta a su vez muy estimulante que durante las actividades por el Día de la Cultura Cubana se concrete este hecho, luego de trámites y expedientes bien enjundiosos en los cuales se archivan entrevistas a expertos, peloteros, entrenadores, aficionados, así como una exquisita revisión de la documentación histórica, entre otros aspectos, que prueban con ejemplos, vivencias y testimonios la huella de los batazos en el corazón del alma cubana.

Es importante saber que para poder ser catalogado como Patrimonio Cultural de la Nación hay muchos requisitos formales y otras marcas que trascienden papeles y cuños. En el caso de nuestro béisbol afina su más gran poder en la rica historia atesorada y que abarca los siglos XIX, XX y XXI, sin olvidar la influencia en el béisbol internacional de muchas naciones a partir de nuestros resultados y la labor de entrenadores y peloteros alrededor del mundo.

Cada juego o partido de béisbol es un evento de pasiones donde se encumbran los valores más auténticos. Foto: Dazra Novak

Cada juego o partido de béisbol es un evento de pasiones donde se encumbran los valores más auténticos. Este deporte se relaciona con nuestras guerras por la independencia, con la lucha por la discriminación racial, con el enfrentamiento a las dictaduras antes de 1959 y con la masificación del ejercicio físico como expresión cultural defendida desde sus inicios por el proceso revolucionario.

Ahí están los ejemplos de varios peloteros mambises (conspiradores, soldados y jefes del Ejército Libertador) y de los negros imponiéndose por su calidad en ligas profesionales (en Cuba se admitió a los primeros negros en las ligas profesionales en 1900, mientras que en los Estados Unidos solo entraron en 1948 a las Grandes Ligas).

Como olvidar a los estudiantes universitarios lanzándose a los terrenos de béisbol para protestar a mediados del siglo pasado o el impulso en la construcción de estadios en cada municipio y provincia, por solo citar ejemplos puntuales, pero de un aval sumamente importante para comprender la extensión política, social y cultural de esta disciplina en nuestro país.

Como si fuera poco, la influencia y acompañamiento de expresiones artísticas es inmensa. Literatura, cine, música, artes plásticas y teatro sobresalen con un toque distintivo y quizás único, pues las obras nacidas desde esta pasión trascienden las páginas de un libro, las galerías de arte, las pantallas cinematográficas y las salas de teatro, para apoderarse de las almas de miles de personas desde las propias gradas de un estadio, una peña deportiva en un parque o simplemente en el primer bate o guante que le regala un padre a su hijo.

La pelota, como la conocemos en Cuba, ha influido igualmente en el lenguaje y en el imaginario popular. “Ponerte en tres y dos”, “estar arriba de la bola” o “meterse un ponchado” son apenas tres frases de las decenas que hemos extrapolado de un partido de nueve innings a la realidad por la ascendencia cultural sembrada entre nosotros.

No puedo dejar de mencionar tampoco los siempre divertidos y perennes juegos cuatro esquinas (derivado con adecuaciones al Béisbol-Five) ni el centro cultural que han sido los estadios por muchos años, al recibir a intelectuales y artistas para exponer su arte y compartir con admiradores y fanáticos, incluso han servido para celebrar decenas de conciertos.

La lucha entre bolas y strikes, entre bateadores y pitchers, entre un país pequeño contra naciones poderosas en torneos internacionales, es tal vez la novela más grande que pueda escribirse con desenlaces inesperados a la altura de las últimas páginas, o mejor, de los últimos innings.

El estadio Palmar de Junco, en Matanzas, acogerá la celebración con toda la significación que merece. Foto: Archivo

Reconocer al béisbol cubano como Patrimonio Cultural de la Nación es un acto de justicia infinita, gratitud enorme y amor verdadero. Mientras haya un niño que sueñe con vestir un uniforme de pelotero y un pueblo que sufra y vibre con cada derrota o triunfo nadie podrá tocar ese sagrado pedazo de patria y de cultura que habita en un swing o en ese lanzamiento que todos hemos realizado alguna vez.

Ninguna mejor definición para terminar que la regalada por un apasionado al béisbol devenido novelista y Premio Nacional de Literatura, Leonardo Padura, en su artículo Soñar en cubano: la oda al béisbol. “Beisbol, música, sociedad, cultura y política coincidieron sobre un terreno deportivo en una de las cristalizaciones más ricas y dinámicas del proceso de definitiva conformación de la cubanía. Desde entonces y hasta hoy, somos cubanos porque somos peloteros; y somos peloteros porque somos cubanos”.

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