Con azadón en mano, en plena faena desafiante al sol, el manzanillero Gerardo Quesada Arias da la bienvenida al nuevo día, sin la sospecha de esta visita inesperada que señaliza la bondad de la tierra a quien con sus dedos y sudor le trabaja.
A la pregunta de si es dueño del cargado patio asiente con palabras, sin descuidar el recorrido del apero de labranza, que «siempre me acompaña», y toma unos minutos de su tiempo para contar los porqués de esta labor a la que se dedica ininterrumpidamente hace ya cuatro años.
«Soy hijo de campesinos y siempre trabajamos el patio de la casa, mi papá me enseñó a trabajar la tierra y aunque dediqué mi vida al ejercicio primero en el Ministerio del Interior y luego 25 años como fiscal, no me he podido desprender de ella», afirma este jubilado del sector jurídico en la ciudad del Golfo de Guacanayabo, y de ello dan fe la variedad de plantaciones dispuestas a su alrededor.
«En lo que llamamos los habitantes de la ciudad una manzana de tierra, tengo frutales como ciruela, cereza, chirimoya, guanábana, aguacate; también viandas y hortalizas plátano burro y fruta, boniato, maíz; algunos arbustos de café que siempre me dan unos granitos para mezclarlo con el otro; vegetales como la habichuela de ensalada, berenjena, plantas medicinales y ornamentales».
Su patio es uno de los que en Manzanillo señala la ruta del autoabastecimiento, como parte del programa de la Agricultura urbana, suburbana y familiar que Cuba despliega por más de 30 años, y hoy potenciado en aras de la soberanía alimentaria que persigue el país.
El aroma del orégano embriaga por el simple roce con algunas de sus hojas, y al percibirlo, esboza un extraño regocijo en la mirada: «sienten el olor, es del orégano, que junto a la albahaca, quita dolor, caña mexicana, mano poderosa, mastuerzo, sábila, mejorana, amor seco, las que tradicionalmente las personas usan para aliviar sus dolores, son las que yo más disfruto sembrar, aunque planto las otras, de emergencia».
«Muchas son las especies que he sembrado aquí, la lechuga siempre ha sido la más productiva; pero en adelante pretendo incrementar el plátano burro en los siete canteros donde está el maíz hoy, que permitirán unos 36 plantones».
Con semillas propias, conocimiento empírico y el uso de técnicas agroecológicas como la fertilización a partir del compost y el aprovechamiento de materia orgánica, a sus más de 60 años Gerardo revierte la carencia vegetal del suelo, sortea el impacto de la poca lluvia, y saca provechos al espacio que rodea su vivienda, localizada en segunda Avenida del Reparto Caymari.
«La familia a veces protesta porque dice que por los años ya no debo estar trabajando tanto, me da un dolor aquí y otro allá, pero es normal porque cuando uno hace tanto en el campo los dolores tienen que salir y uno los comparte… por todo el cuerpo», dice a modo de jarana.
El manzanillero Gerardo Quesada Arias recibe de la tierra los beneficios de su trabajo constante y al sol. Su patio, es uno de los que dentro del programa de la Agricultura urbana, suburbana y familiar contribuye a la producción de alimentos #Cuba #ProducirEsVencer pic.twitter.com/WppiJr9mjl
— Radio Granma (@RadioGranma) July 15, 2020
«Lo que si no es normal es dejar de trabajar, por eso cuando amanece me levanto y me acuesto a media noche, mis días son de mucho trabajo, sólo hago una pausa al mediodía, almuerzo, veo el noticiero, y sigo, atiendo a mis animales: cerdo, una pareja de chivos, aves como guanajo, pato, gallinas, para cuando haga falta, no depender de lo que viene por la canalita».
Sus obtenciones, aunque «para el consumo del hogar y la familia más cercana», apuntan a la prioridad de este programa que promueve e invita a sembrar un pedacito en cada lugar disponible.
Válido, dadas las estadísticas internacionales que afianzan a la agricultura urbana como parte de las soluciones del sistema agroalimentario, pues entre el 15 y 20 por ciento de los alimentos que se consumen en el planeta se producen en las ciudades y sus periferias.
Cuba, con unas 500 mil familias incorporadas al aporte productivo de sus patios y parcelas, y más de 2 millones de hectáreas de tierra dedicadas a la vital estrategia en las áreas urbanas, consolida su avance hacia la sostenibilidad.
«La labranza la pongo yo, y los nietos de vez en cuando me ayudan, cuando estoy sembrando frijolitos echan las semillas, riegan las plantas, y así los voy enseñando cómo se produce, con explicaciones de cómo la semilla germina, nace la matica, su fruto y luego ellos se lo comen en la mesa».
Quesada Arias expresa que ahí reside la mayor gratificación, «ver el resultado de mi trabajo en la tierra, pues a veces tengo hasta tres platos en la mesa de lo que se produce en el patio, entre viandas, ensaladas, carnes, refresco y jugos naturales de frutas».
«Como tengo satisfacción por todo lo que hice durante la vida laboral en el MININT y en la Fiscalía municipal, creo que contribuí a la salud social y ahora a la salud familiar desde la agricultura; y mientras pueda valerme estaré haciéndolo y enseñando a la nueva generación para que sientan eso que yo aprendí gracias a mi padre».
Concluye la visita, y Gerardo vuelve al surco, donde le encontramos, consciente de que la tierra es «la gran madre de la fortuna».
Un ejemplo a seguir. el mejor de los tios.