Aún no comprenden cómo una maestra puede hacerlos leer con seis puntos, capaces de formar todas las letras del alfabeto en combinaciones que el punzón, la regleta y las clavijas, terminan por escribir.
Las maestras explican como si los periodistas fueran metodólogos o padres preguntones que ya entendieron que sus hijos no serían comunes, pero aún no comprenden cómo una maestra puede hacerlos leer con seis puntos, capaces de formar todas las letras del alfabeto en combinaciones que el punzón, la regleta y las clavijas, terminan por escribir. Y el niño ciego, a falta de ojos, termina viendo con los dedos, con los oídos y la nariz…y las maestras ya están cansadas de saberlo, pero los periodistas no. Por eso preguntan obviedades.
En otras aulas sucede parecidísimo. Niños que oyen con los ojos y saben leer labios y manos que dibujan sonidos en el aire, y periodistas preguntones a los que les cuesta escuchar la felicidad cuando el silencio se vuelve un bálsamo extraño a esa edad en que los pequeños sin bulla no suelen habitar. Pero los maestros vuelven a aclarar obviedades. ¡Qué tontería, pensar que la imaginación tiene límites!
Pareciera que los alumnos son otros y no los niños que año tras año matriculan en la Águedo Morales y se someten a esa clase de afectos.
(Tomado del Periódico Invasor)