En su rostro siempre se dibuja la sonrisa, aún cuando los temas que aborda ameritan la seriedad del chequeo del trabajo educativo en círculos infantiles, o la batalla por la igualdad de la mujer, por ejemplo.
Su voz dulce y mesurada que llega a los oídos como una sinfonía, hace que todos queden atrapados con su ternura, verbo seguro y resuelto al mismo tiempo.
Muchos consideran que es la sensibilidad personificada por la manera singular de amar a la familia y de acercarse a las demás personas y sus problemáticas percibiendo el dolor ajeno como suyo.
Esa es la imagen de la eterna Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas que más cercana llega a los jóvenes, pero que no difiere de la notable Deborah combatiente clandestina que en otros tiempos y circunstancias, supo igualmente imprimir fidelidad absoluta a la causa revolucionaria.
Está Vilma, por tanto entre las personas que cambiaron la historia de Cuba para bien. Y desde su sagrado sitio nos motiva a pensar a y hacer un mejor país.