Mientras las manos inquietas se agitan en el aire, Yisel siente que les abraza. El deseo de sus pequeños se torna el suyo, justo hoy cuando celebran su vocación como educadora, y despiden el año 2023 que está a punto de su cierre.
¿Cuántos quieren a su maestra? – pregunta, y al unísono se escuchó el ¡Yo!, como estruendo que agitó su corazón.
“Tengo 20 años ininterrumpidos como docente, y desde la graduación trabajo aquí en el Seminternado Pedro Sotto Alba. Cada grupo deja huellas, y siempre son sensibles porque están cargadas de afecto sincero”, dice la docente Yisel Rojas Ladrón de Guevara, que funge también como coordinadora en la institución.
“Ser maestro es lo más grande, es la alegría de venir todos los días y estar junto a los niños; la satisfacción de verlos aprender cada día algo nuevo, y en especial como maestra de primer grado, pues me satisface saber que van a sus hogares con un conocimiento que les servirá para toda la vida”.
En su memoria conserva el momento en que tomó aquella decisión. Al concluir el noveno grado ya la vocación de instruir estaba sembrada en su alma. Por ello cursó los estudios posteriores “en el Preuniversitario pedagógico en el Caney de las Mercedes, y luego la universidad en el Blas Roca Calderío.
“Me esforcé y logré mi meta, graduarme. Y al transcurrir estas dos décadas ya encuentro a mis alumnos del primer grupo, que son profesionales u obreros, y es indescriptible el orgullo al escucharles decir profe se cuerda de mí, yo soy… y le recuerdo siempre porque fue mi primera maestra”.
En tiempos difíciles, cuando muchas de las condiciones antes disfrutadas para ejercer el magisterio son sólo recuerdos, asegura que lo hace con la misma pasión. Ahora con nuevas estrategias para cumplir el reto principal: “que los niños sean felices en nuestra institución educativa, que aprendan y crezcan; brindarles lo mejor de uno, sobre todo desde el ejemplo de asistir al aula con puntualidad, y ser competentes para impartirles lo mejor.
“Si, porque el maestro es el modelo, el niño le imita en la casa, en la sociedad, a la hora del juego; y para dirigir la docencia en el proceso docente educativo es vital nuestra proyección. Desde lo individual hasta lo colectivo debe cuidarse al detalle, y parte de la autopreparación, tanto de contenido como de todo lo que los ayude a crecer como seres sociales, dígase sentimientos, valores, emociones”.
Desde su segunda casa, como insiste en denominar al centro educativo donde trabaja desde 2003, continúa “aprendiendo del magisterio, que es obra de infinito amor. “Sólo desde esa convicción podremos cumplir con lo que nos corresponde en el presente, de cara al futuro: preparar a las nuevas generaciones de maestros, para que se enfrenten a los educandos con ese ejemplo de integridad que amerita la profesión; seguir superándome y que, como siempre, mis niños y su aprendizaje sean la prioridad”.