Manzanillo. Febrero 27.- Esta es la historia de un manzanillero que todos los días da las gracias al destino por darle otra oportunidad en un nuevo renacer; él es uno de los miles de cubanos que han recibido la donación de órganos vitales que les ayudan a mejorar su calidad de vida.
Su nombre es Adael Pérez Súarez, tiene 47 años y luego de su operación decidió no quedarse en casa, reintegrarse a la sociedad y mostrar cuanto puede la voluntad y el deseo de aportar también a esta gran obra, que le ha devuelto su vida sin costo alguno de todo el tratamiento médico, sí porque en Cuba la salud es gratuita.
Hoy trabaja como chofer en la dirección municipal de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y orgulloso nos cuenta su vivencia.
Adael nació con ambos riñones poliquísticos aumentados de tamaño, y en la medida que crecía su vida cada vez se hacía más difícil. Por su dolencia no tenía vínculo laboral, sólo ayudaba a su padre campesino en las labores de su finca que aunque él quisiera no podía desarrollarla a plenitud porque se cansaba mucho, pero aún así se sobreponía y se enfrascaba en lo que podía hacer.
«Antes no tenía deseos de trabajar, el cansancio del peso de la barriga por los riñones no me dejaba hacer nada, ambos llegaron a tener 25 libras aproximadas cada uno, cuando los pesaron individualmente en los momentos en los que me los tuvieron que sacar», dijo Adael.
Ya en la adultez un día el susto llegó a vida, comenzaba a sangrar por la orina, muestra de que ya los quistes se reventaban y era necesario extraer el riñón que comenzaba a sangrar.
«En el 2016 tuve esta experiencia, me tuvieron que operar y comenzar a aplicar las hemodiálisis. El médico me explicó que debía extraerme el riñón porque con el sangrado podía complicarme con una infección, que era más malo.
Al año siguiente en el mes de enero comienzo con la misma situación, volvieron a reventarse los quistes del otro riñón aumentado que me quedaba, dejé de orinar y tuvieron que extraerme el segundo órgano, por lo que ya sin ninguno de los dos tuve que mantenerme con las hemodiálisis por tres meses y medio aproximados.
Esas jornadas no fueron fáciles para mí, todos los días tenía que ir al hospital para el tratamiento. Me subía demasiado la presión arterial en el momento que me enfrentaba a las hemodiálisis, y salía muy mal de esas máquinas, muy débil, en verdad me sentía demasiado mal.
Ahora después de trasplantado me siento mejor que antes, no me sube más la presión, ya no tengo que tomar medicamentos para la tensión arterial, sólo los que me tocan para no hacer rechazo al trasplante».
Una esperada sorpesa
Fue un lunes que llegó la mejor de las llamadas para Adael y su familia, esa que estaban esperando y a la que le ponían todos los mejores pensamientos y deseos de que llegaran a sus 44 años. «Ese día todavía me encontraba acostado, era un poco más de las siete de la mañana cuando el Doctor Pascual me llamó que me había llegado el trasplante en la hermana provincia de Holguín.
Fuimos rápido para el hospital, lo recogí todo y hasta la ambulancia ya me esperaba en la entrada del Celia Sánchez Manduley para trasladarme hasta Holguín.
-¿Cómo te sentiste con esa noticia?
– Imagínese con una alegría inmensa porque todo paciente que estamos ahí esperamos por una donación, quiere que llegue ese día del trasplante.
Un gesto como este es incomparable, ya que es devolverte la vida, porque ya casi no tenía ni deseos de vivir, salía demasiado mal de las hemodiálisis y hasta llegué desear no seguir viviendo», confesó Pérez Súarez.
Holguín
En la ciudad de los parques le esperaba la intervención que le devolvería sus fuerzas. «Los médicos en Holguín fueron maravillosos, ellos me daban mucho aliento porque después de trasplantado se me hizo una neumotora y dejé de orinar tres días.
Con el trato y el aliento de los especialistas me sentí tan bien que no pensé en mal si perdía el riñón donado, si lo rechazaba.
Me sentía agradecido de todo lo que ellos hacían conmigo, pues los llamaban a cualquier hora, una o dos de la madrugada, y ellos mismos se comunicaban con la sala hasta altas horas de las noches para estar al tanto de mi evolución. Fue maravilloso todo lo que viví en Holguín», destacó.
Así en todo este proceso aparecen algunos nombres de especialistas holguineros, que aunque no los recuerda todos, se incluyen a la licenciada en enfermería y jefa de la sala de trasplantes Marina, a sus colegas Víctor, Mayté y muchos más. A sus coterráneos manzanilleros los quiere como toda una parentela que han logrado hacer, «es que todos somos como una misma familia, lo mismo médicos que enfermeras, todos», agregó.
El reincorporarse a la sociedad para Adael, quien tiene ahora 47 años, ha sido más que un premio, es una bendición. Él no pudo quedarse en casa con los brazos cruzados luego de casi tres años de su operación, él quiso mostrarle a la humanidad y en especial a sus médicos que está bien, y que tiene la fortaleza que siempre añoró para laborar.
«Yo siempre quise trabajar pero nunca me sentía con la fuerza necesaria. Ahora me paso el día manejando de un lado a otro y me siento normal como si nada. A veces la presidenta de la Anap, que es mi jefa, me pregunta que si no me siento cansado y le tengo que confesar que no, que me siento muy bien y con ganas de seguir trabajando. Ahora sí que estoy mejor que antes.
Mientras me sienta bien y pueda estaré aquí laborando hasta que Dios quiera. Ya Dios me dio esta oportunidad y creo que va a haber Adael para rato, porque yo no contaba con seguir viviendo.
Gracias a los médicos cubanos y a la medicina de nuestra nación, le agradezco mucho a Cuba porque en otro país no hubiera podido hacer esto por lo humilde que soy, y… ¡aquí hay Adael para un buen rato!», expresó este manzanillero con una satisfacción y una sonrisa agradecida en su rostro.
Dicen que fue un joven de 27 años de Santiago de Cuba quien donó el riñón que fue posible trasplantar a Adael. En verdad esta teoría se desconoce, porque en ocasiones los beneficiados no llegan conocer a esa persona grande de corazón, que haya donado un órgano para salvar la vida de otro. Un gran logro de los verdaderos valores humanos de esta Revolución.
Aunque Adael no sabe con ciencia cierta quien fue esa persona tan especial, siempre le estará agradecido por tan noble y maravilloso gesto.
Cada 27 de febrero se celebra el Día Internacional del Trasplante de órganos y tejidos, una fecha que busca rendir homenaje tanto al gremio de la salud, como a personas que cada año deciden donar una parte de sí mismo para ayudar a otros a tener una vida un poco más duradera.
Ser donante es uno de los actos más humanos que existen, un gesto de solidaridad, amor y empatía. Muchas veces estas donaciones no están exentas de riesgos o molestias. Y aún así, la persona toma la decisión de ayudar a otra que lo necesita.
Entonces el agradecimiento eterno a los donantes y los mejores deseos a los beneficiados como Adael que se vuelven a llenar de esperanzas.
Esta es una de esas luces que llenan de felicidad la vida de aquellos que nos rodean, una nueva oportunidad que da el destino, para volver a renacer.