Arisleida, fruto del «deseo innato de curar»

Porque la ciencia cubana se supedita al servicio de la vida, la manzanillera Arisleida Zamora Castillo desafía hoy a la herencia que le impuso un nuevo estilo a su vida; la desesperanza mutó en manos de la medicina cubana que hoy le otorga la oportunidad de tener sosiego y optimismo al padecer el síndrome de CADASIL.

«Tengo 49 años, soy profesional del sector jurídico como jueza, pero mi enfermedad conllevó a la jubilación temprana; luego de los primeros síntomas y manifestaciones pensé que podía continuar, pero luego asumí con conciencia que ya había culminado mi ejercicio».

Así comienza esta historia que en la sencillez de las palabras de esta paciente neurológica enaltece la virtud del sistema asistencial cubano que, sin distinciones, restituye el aliento.

Arisleida recuerda la evolución de su enfermedad // Foto Denia Fleitas Rosales

«Desde la primera isquemia transitoria, que aconteció en 2017, inició el seguimiento por el servicio de Neurología del Hospital Clínico Quirúrgico Celia Sánchez Manduley hasta hoy.

«La sucesión de acontecimientos y síntomas: la sensación de calambre en el lado izquierdo, la pesadez en la pierna, la pérdida del equilibrio y fallas de la memoria, les refería que era una esclerosis múltiple, sin embargo el doctor Plácido Villegas Jardín sentía la necesidad de tener un diagnóstico seguro y me remitió para La Habana, para que allí me realizaran los exámenes imprescindibles.

«Por las características de lo que sentía pues fui recibida en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (Cimeq) de Cuba, y de inmediato me pasaron por la interconsulta con el doctor Ángel Miguel Santos Martínez, e ingresé.

«Me realizaron todo tipo de exámenes: la resonancia magnética, ultrasonidos, dópler, pruebas sanguíneas y otras tantas; la hecha en el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), una muestra de líquido encefaloraquídeo que, enviada y analizada en su departamento de Inmunoquímica, descartó la esclerosis y orientó como diagnóstico la arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía (CADASIL por sus siglas en inglés), según la resonancia que indicaba la presencia de hiperintensidad en la sustancia blanca del cerebro e infartos lacunares.

Muestra de los exámenes realizados para el diagnóstico // Foto Denia Fleitas Rosales

«Además, se me hizo una biopsia de piel, para la que extrajeron de dos a tres milímetros de diámetro en el brazo derecho, y se efectuó el estudio con microscopía electrónica».

«Como todo cubano que recibe estas atenciones me sentí privilegiada, pues fue esencial cada prueba que necesité para saber en verdad mi enfermedad, y permitió la medicación oportuna para yo seguir con mi vida adelante.

«De allí salí con el tratamiento de clopidogrel, ácido fólico, y acá el doctor Villega me agregó la gabapentina, realmente me recuperé, y tras cada recaída siempre mejoro; ahora por falta de esta última el doctor me indicó la cloroquina.

«He tenido una atención maravillosa, la profesionalidad de las enfermeras y especialistas me impactó, en un lugar donde ni siquiera me conocían ni yo a ellos, distante de casa; era evidente que sólo les movía el deseo ese innato de la medicina cubana de curar, de hacer el bien.

A pesar de su enfermedad y presentar sintomatología, Arisleida Zamora continúa su vida // Foto Denia Fleitas Rosales

«Y aquí pues mi médico es especial igualmente, con seguimiento cada tres meses si todo marcha bien, aunque si se presenta cualquier situación voy al hospital y él me atiende con el mismo interés de que me recupere, lo que le convierte en un excelente profesional.

«He seguido, sin trabajar por los impedimentos del CADASIL pero caminando, con relaciones sociales, esperanzada en los médicos y tratamientos; desde mi experiencia, desafortunadamente por una enfermedad cerebrovascular hereditaria, agradezco el honor de tener la ciencia cubana al servicio de la vida de su pueblo».