Celia, genuina representante del pueblo, habita en el corazón de los manzanilleros.
La apacible y natural ternura en mezcla con su aptitud le convirtieron desde la infancia en exponente de las virtudes más heroicas. Mujer por naturaleza, desafió con su ingenio las adversidades de la época que le tocó vivir, para convertirse en aliento de la Patria.
Baluarte de su obra de amor fue Manzanillo, donde encontró refugio y acción la heroína de la Sierra y el llano. Quienes tuvieron el privilegio de acogerla en sus hogares, admiran la perfección de su esencia.
Humana, cariñosa, valiente, revolucionaria, cubana de nacimiento y por convicción, amante fiel de las raíces que la unen a su pueblo.
El legado de justicia y humildad le convirtió en leyenda. Pero hoy, a los 99 años de su primer llanto vital, más que recordarla el pueblo la honra. Vive en cada obrera, maestra, ama de casa. Mirando al mar que amó crece entre palomas y flores, para recibirnos a todos como madre.
Revierte, mediante cada médico del Hospital que lleva su nombre, la herida y el dolor de los que acuden a su amparo. Crece, forja, entre aquellos que invaden las aulas para inundar luego, de sanidad, con sus batas blancas, los rincones de la geografía natal, de su Isla, del mundo.
Celia está presente a través del amor que profesamos al cumplir las tareas que van en beneficio de los humildes por los que ella luchó. Su presencia se hace visible cuando en nuestro actuar cotidiano perfeccionamos la obra revolucionaria a la que dedicó su vida; cuando su estirpe de mariana se profundiza en las nuevas generaciones, cual paradigma, digna de admiración, por el coraje que tuvo para superar incluso el valor de muchos hombres.
A casi un siglo de su llegada a la vida, permanece en ella sin perder la fortaleza que le hizo andar, el ímpetu con el que asumió la tarea patria, la ternura y amor que profesó al ser humano y la historia; firme en la consagración a la Cuba libre, soberana, justa, que hoy extiende su voz para cantarle, porque la sabe, como los versos de la poeta Nancy Robinson Calvet: “en la continua marcha,/
en la lucha, en la abnegación, en el denuedo,/ donde aparezca el alba y aquí,/
en el corazón del pueblo”.