Entre los efectos del cambio climático en Cuba destaca su repercusión en las playas arenosas, a lo cual también responde la Tarea Vida, plan del Estado para prevenir y enfrentar las vulnerabilidades a corto, mediano, largo y muy largo plazos.
Dicha estrategia prioriza la preservación de la vida de las personas, la seguridad física y alimentaria y el desarrollo del turismo, en ese orden; y reconoce como principal peligro la sobreelevación del nivel del mar debido a los huracanes y otros eventos meteorológicos extremos, por sus daños a través de inundaciones costeras al patrimonio natural y construido cercano a la costa.
Las proyecciones futuras del nivel medio del mar ratifican el ascenso, que implicaría la disminución lenta de la superficie emergida del país y la salinización paulatina de los acuíferos subterráneos, por el avance de la llamada cuña salina.
En este archipiélago existen 430 playas arenosas y el 82 por ciento de ellas presenta signos de erosión, donde de las 257 evaluadas en 187 el deterioro es moderado y en 23 resulta intenso, con un retroceso promedio anual de 1,2 metros (m), informaron recientemente en La Habana directivos del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Otros datos detectados por los científicos revelan afectaciones en cuanto a la presencia de manglares, principalmente en el sur de Artemisa y Mayabeque, y en Holguín, desde Gibara hasta la Bahía de Moa.
El 70 por ciento de las crestas de arrecifes de coral también están altamente perjudicadas y se estima que pierdan su capacidad protectora en alrededor de 30 años.
Asimismo se manifiesta la acidificación de los mares adyacentes, donde en las últimas cinco décadas el potencial de hidrógeno (pH) ha disminuido ligeramente hasta valores de entre 6.9 y 7.5, al oeste de La Habana y en la Bahía de Santiago de Cuba.
Según la Máster en Ciencias Yesenia Ibáñez Carbonell, especialista del CITMA en la capital, los factores que aceleran dichos procesos son la creciente elevación del nivel del mar, las acciones desarrolladas por el hombre y el incremento en la intensidad de los eventos hidrometeorológicos extremos, como se evidenció durante el paso de la tormenta tropical ETA.
Como parte de las medidas para la protección y rehabilitación de los sistemas costeros mencionó el ordenamiento territorial, la prohibición de la extracción de áridos en las playas y en áreas de la plataforma insular cubana, en tanto se controla de manera sistemática a los territorios para detectar violaciones e ilegalidades de esa índole.
Las instalaciones turísticas se construyen después de la primera línea de costa y se desarrolla un programa de eliminación de especies dañinas y reposición de la vegetación autóctona, al igual que se efectúa la demolición de instalaciones y la recuperación de dunas.
Fundamental en esas tareas resulta la educación de la población, especialmente de la que habita en zonas amenazadas.
Los expertos opinan que la alimentación artificial de arena constituye la alternativa más ventajosa para contrarrestar la erosión de las playas, pues permite restablecer las condiciones paisajísticas y de uso que caracterizan a los litorales arenosos, lo cual además de mejorar y ampliar el espacio en el área de sol propicia que una parte de la arena depositada vaya a la duna, mientras otra se acumula en los llamados bancos de arena.
En correspondencia con la Tarea Vida, el Plan del Estado cubano para el enfrentamiento al cambio climático, avanzan los estudios y proyectos ejecutivos de recuperación de las playas en los principales polos turísticos del país.
De igual forma, Cuba ha ejecutado programas similares en Cancún, la Riviera Maya, República Dominicana y Jamaica.