Máximo Gómez, ejemplo de internacionalista y genio militar

Máximo Gómez

El Mayor General Máximo Gómez Báez fue un ejemplo de internacionalista y genio militar. Nació el 18 de noviembre de 1836 en la República Dominicana. Fue General en Jefe del Ejército Libertador en la Guerra de Independencia de 1895 a 1898.

Su infancia y adolescencia las pasó en su tierra natal. A los 16 años de edad Gómez se unió al ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque logrando obtener el grado de Alférez.

El Generalísimo, como le llamaban, supo corresponder a la confianza que José Martí depositó en él. Junto a Antonio Maceo se destacó como uno de los grandes estrategas de la Campaña de Invasión a Occidente y de la guerra de desgaste contra las tropas élites españolas.

Existen testimonios de su participación con los conspiradores cubanos, desde enero de 1868. En esa época era trabajador del ingenio Guanarrubí y residía con su familia en el caserío el Dátil, jurisdicción de Bayamo, donde se alzó con el grado de sargento, poco después del Diez de Octubre.

El 18 de ese mes, Carlos Manuel de Céspedes lo nombra Mayor General, cuyo merecimiento demostraría a fuerza de inteligencia y coraje, y lo asigna a las fuerzas del mayor general Donato Mármol.

Gómez resiste la ofensiva del ejército español. A partir de 1870 comienza a destacarse como jefe militar al frente del distrito Cuba (hoy Santiago de Cuba) -en sustitución del fallecido Mármol-, donde formaría a sus grandes discípulos Antonio y José Maceo, Guillermo Moncada, Flor Crombet y muchos otros.

En lo sucesivo se reveló como gran estratega en la invasión a Guantánamo, la Campaña mambisa en Camagüey (1873-1874) y la invasión a Las Villas.

Su firme decisión de luchar por la Isla hasta lograr la ruptura de la ocupación colonial española lo hacen declararse ciudadano cubano, condición que honró siempre. Gómez se incorporó al ejercito mambí el 14 de octubre de 1868, sobradas fueron sus entregas a la causa independentista.

Máximo Gómez y José Martí.

Su incesante batallar junto a los cubanos, lo llevó a ocupar el cargo de General en Jefe, el más alto de las fuerzas libertadoras, el mismo que puso en sus manos José Martí.

Cuenta entre sus proezas con la dirección de la primera carga al machete. Desde ese momento el movimiento revolucionario contó con el jefe militar indiscutido, capaz de preparar un ejército popular y aguerrido y de enfrentarse al enemigo con extraordinarias posibilidades de triunfo.

Ocurrió el 26 de octubre de 1868, sobre el camino real, en el lugar conocido como Tienda del Pino, a un kilómetro al Oeste del poblado de Baire, antiguo Oriente. Ese día brilló como nunca el instrumento utilizado hasta ese momento para trabajo agrícola en especial en el corte de caña.

La protagonizaron las fuerzas bajo el mando del Mayor General Máximo Gómez que atacaron a una tropa española. El Generalísimo tenía 32 años de edad.

Máximo Gómez ejemplo de internacionalista y genio militar

Hasta ese momento se desconocía en Cuba la eficacia del machete como arma de combate. Allí el mambí se consagró para siempre. A partir del encuentro en los Pinos de Baire, el nombre del General Máximo Gómez se escribió indeleblemente en la epopeya cubana.

Así lo recoge la historia: bajo el mando del coronel Demetrio Quirós Weyler salió de Santiago de Cuba hacia Bayamo una columna española fuerte, de las tres armas, integrada por batallones de los regimientos Cuba y La Corona, con dos piezas de artillería, en total unas 700 plazas.

Al llegar a Baire la columna se detuvo. Inicialmente Gómez ocupó posiciones en el sitio conocido como Loma del Yarey, a unos seis kilómetros al este de Jiguaní; al tener informes de que las tropas españolas se mantenían en Baire decidió continuar hasta las cercanías de ese pueblo y buscar un lugar apropiado para preparar una emboscada. El punto escogido fue el que dio nombre al combate.

El 26 de octubre, Quirós ordenó la salida de sus tropas en dirección a Jiguaní, disponiendo que dos compañías, una de Cuba y la otra de La Corona, marcharan a la vanguardia, en total unos 200 hombres, e inexplicablemente no organizó la seguridad en marcha. Eh ahí el error que le propició la derrota.

Desde la madrugada de ese día, Gómez, con unos 40 hombres de infantería, había ocupado el lugar de la emboscada. Su orden fue que nadie hiciera fuego hasta que él no lo mandara, e inmediatamente se atacaría con los machetes.

Cerca del mediodía llegó la vanguardia de Quirós a la emboscada y Gómez, saliendo al camino, ordenó el ataque que se inició con algunos disparos y el asalto al arma blanca, lo cual provocó tal sorpresa y terror en los soldados españoles que apenas acertaron a defenderse, sufriendo numerosas bajas. El resto se dispersó y se refugió en Baire.

Los resultados de la acción resultaron claramente favorables a las armas cubanas; el mando español reconoce que Quirós llegó a Santiago de Cuba con un tercio menos de sus hombres. Teniendo en cuenta que en total los españoles eran 700, las bajas fueron aproximadamente 233.

Las columnas sometidas a la carga se componían de 224 hombres, es evidente que fueron prácticamente aniquiladas, lo cual provocó el pánico en las fuerzas peninsulares y les hizo desistir de llegar a Bayamo.

Sin embargo, los españoles, a tenor con los cánones y conceptos militares del período, consideraron como suya la victoria al quedarse dueños del campo de batalla, aunque fuera para recoger a sus caídos.

Carga al machete en Cuba

A partir de este combate, el machete se convirtió en una poderosa arma en la lucha por la conquista de la independencia cubana. Aunque muchas versiones de este combate fijan como fecha el 4 de noviembre, históricamente está comprobado que fue el 26 de octubre.

Este procedimiento bélico al arma blanca era empleado por los defensores dominicanos contra los invasores de Haití e introducido por Gómez en Cuba, donde alcanzó mayor dimensión con la combinación del binomio machete-caballería, que se convirtió progresivamente en la forma fundamental de aniquilar al enemigo en los combates.

El Generalísimo Máximo Gómez Báez falleció el 17 de junio de 1905, sin fortuna personal, en su villa habanera, a la edad de 69 años.