Diez jornadas frente a la COVID-19

Dr. Rafael Andrés Garcés Romero //Foto Eliexer Pelaez Pacheco
Dr. Rafael Andrés Garcés Romero //Foto Eliexer Pelaez Pacheco

Manzanillo. Marzo 25.- En su transitar como miembro del ejército de las batas blancas, el joven doctor Rafael Andrés Garcés Romero ya tiene una experiencia inolvidable que contar de lo vivido en la zona roja del hospital clínico quirúrgico provincial Celia Sánchez Manduley.


Para este joven galeno que ya está en el tercer año de su residencia de la especialidad de Geriatría, el haber atendido a pacientes altamente sospechosos de padecer la COVID-19, ha sido una oportunidad que Dios le dió para crecer cómo médico y para entregar el alma a todo el esfuerzo que se realiza en el país durante el combate al nuevo coronavirus Sars-Cov-2. El doctor comparte hoy su testimonio de aquellas 10 jornadas en que estuvo cara a cara con esta enfermedad.


«Muchos en estos momentos le temen a esta dolencia, quizás para bien porque le ayudan a extremar las medidas, pero hay otros que la ansiedad se le apodera y emocionalmemte llegan muy angustiados y afligidos.


Esto fue lo que nos tocó enfrentarnos allí incluso pacientes con algunos elementos clínicos desfavorables, otros bastante estables pero que tenían ese componente psicológico alterado porque quizás nunca pensaron estar frente a frente con la enfermedad.


Estoy agradecido y orgulloso por esta pequeña labor que hice dando lo mejor que pudimos y haciendo todo lo que estuvo en nuestras manos.


Mi comienzo en esa misión fue de manera sorpresiva porque ante un aumento inminente de los casos positivos en la sala que estaba preparada para el ingreso de estos pacientes, se tuvo que preparar otra.

Un día en la noche, cerca de las nueve, me comunican en mi casa que tenía que presentarme urgente al hospital porque se había decidido abrir otro servicio ya que existían pacientes que lo requerían.
Fue muy rápido, ya de antemano sabía que en cualquier momento podía ser convocado, la disposición estaba, sólo fue preparar las cosas e inmediatamente partir hacia el hospital.


Recuerdo que ese día que llegué estaba un poco abrumado, no por el temor a la enfermedad sino por el hecho de enfrentarme a aquello que tanto había escuchado. Sabía entonces que había una responsabilidad a la que se debía respetar porque se nos exigía más de lo que estamos acostumbrados hacer. Con el paso de los días fuimos adaptándonos a la enfermedad y comprender más la labor que se debe emprender hacia ella en casos como estos.


De todo ese tiempo me impactó una paciente del municipio Bayamo que llega tarde en la noche, pues el traslado de estas personas se hace de la manera más inmediata posible, a ellos a veces le sorprende la noticia de ser positivo y sólo tienen pocos minutos para preparar y organizar todo en sus viviendas, apenas se pueden despedir de sus familiares porque una vez que se conoce la noticia ya se comienza con los protocolos de aislamiento.


Cuando esa paciente llegó la recibimos la doctora Mercedes y yo en un momento en que estaba ansiosa porque desde que supo que era positiva quedó impactada psicológicamente, y nosotros lo que pudimos hacer en ese instante fue darle un poco de aliento y consuelo.


Al ver la gratitud con la cual respondió y de la forma que se despidió de nosotros, nos dió a enteder que no tratamos sólo la parte física sino también la psicológica, la emocional, que es a veces lo que más afecta a estos pacientes. Vimos como ella cambió totalmente y su estancia allí fue con una evolución satisfactoria, y gracias a Dios está en su casa ya junto a la familia.


Quiero aprovechar esta oportunidad para una vez más hacer el llamado a la población que tanto se ha realizado por las autoridades sanitarias y gubernamentales de nuestro país en general, el guardar y cuidar el distanciamiento social, cumplir con las medidas de higiene, del autocuidado, de limpieza, de desinfección de nuestras manos y de todas las superficies, ya que esta enfermedad ha demostrado ser altamente contagiosa, agresiva con aquellos pacientes con comorbilidad asociada, es decir que padezcan otras enfermedades que comprometen al sistema inmune de la persona, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, por mencionar sólo algunas.


En esos 10 días en la zona roja realmente puedo confesar que no sentí miedo, siempre hay un poco de ansiedad que trata de apoderarse de ti, pero le dí gracias a Dios que en ningún momento el miedo me conquistó, sino no hubiese ido. El fruto salió y lo hicimos con la mejor intención y tratamos de realizar nuestro trabajo y a entender y comprender a aquellas personas», concluyó sus declaraciones el doctor Rafael.


Este es otro de los tantos ejemplos de dignidad, entrega, pasión y dedicación a esa hemosa labor de salvar vidas protagonizado por este bisoño que tanto honor y prestigio le da a su profesión. Esta es una vez más la muestra del valor de nuestra juventud ante el llamado de la Patria agradecida.