Dosis de sanidad

Kamila Valeria recibe la dosis de PRS contra la parotiditis, rubéola y sarampión correspondiente a los 12 meses de vida // Foto: Denia Fleitas Rosales

Kamila Valeria es una valiente. Venció en instantes el miedo a la aguja que la seño de bata blanca sostenía en su mano. El llanto ni se asomó a sus ojos cuando el líquido de la IPV, antígeno que inmuniza contra la Poliomielitis, fue inoculado en su bracito derecho. Aunque creo saber la razón de su fuerza: el abrazo de mamá.

Del amor de Kariannis Torres Fonseca extrajo esa energía que le permitió ni inmutarse ante el pinchazo; el mismo amor que aunque la exponía a esa experiencia, “es un deber como madre, porque tengo plena conciencia que traerla a vacunar es el único modo de que esté sana y protegida ante muchas enfermedades”.

Dicha expresión nace de la confianza de esta joven en el sistema cubano de atención en salud, que garantiza a los más pequeños de casa la inmunización con 12 vacunas para evitar padecimientos que en tiempos previos ocasionaban pesar a las familias, y hoy se señala su erradicación como logros de la salud cubana.

Aún frente a circunstancias de limitaciones para la adquisición de medicamentos, los inmunógenos se producen y disponen para su administración a las edades pediátricas, considerados como grupos de riesgo entre la población cubana.

Kariannis Torres Fonseca y su bebé // Foto: Denia Fleitas Rosales

El esquema de vacunación nacional se comienza a aplicar desde el nacimiento del bebé hasta que se alcanza la edad escolar del 12 grado. En el transcurso de los años múltiples veces se disponen el muslo y el deltoide para el aguijonazo sanador.

“Se valora como prioridad el cumplimiento de este esquema porque son nuestros niños en la primera etapa de vida los que son vulnerables, y la vacunación les ofrece una pequeña dosis de cierta enfermedad, ya sean gérmenes vivos o no para que su sistema inmune cree recuerdos de la enfermedad y al enfrentarse a ella su cuerpo  sepa responder inmunológicamente.

Doctora Aylín Bullaín Fernández, especialista de primer grado en Medicina General Integral // Foto: Denia Fleitas Rosales

Aunque, remarca la doctora Aylín Bullaín Fernández, especialista de primer grado en Medicina General Integral, del departamento de Higiene y epidemiología del policlínico II Ángel Ortiz Vázquez, “como sabemos la lactancia materna exclusiva es la manera que tenemos fisiológicamente de transmitir de madre a hijo la inmunidad pasiva, con los anticuerpos previamente creados”.

Protagonistas de esta fortaleza sanitaria son quienes trabajan con sobrada sensibilidad en los Departamentos de vacunación de los cinco policlínicos de esta urbe costera, responsables de la extracción segura, suministro a las áreas de salud y la administración a los niños de cero a dos años de vida.

Con un exquisito cuidado de normas de seguridad y la orientación oportuna a las madres sobre el porqué de cada vacuna, las contraindicaciones, las posibles reacciones, y la vigilancia luego de la administración, la licenciada en enfermería María Elena Jurado Roig cumple su rol.

El desempeño al frente del programa de vacunación en el Policlínico II de Manzanillo desde el 2008 le asegura un dominio y exactitud para velar por el éxito de tan vital proceso sanitario.

María Elena Jurado Roig está consciente de que la orientación y comunicación con las madres es esencial para la seguridad del proceso de vacunación // Foto: Denia Fleitas Rosales
El lavado de las manos antes de cada manipulación y administración es indispensable // Foto: Denia Fleitas Rosales

“Somos garantes de la confianza de las madres en nosotros y en el sistema de atención primaria de salud, por eso insisto en establecer una relación y vínculo afable con ellas; porque así se le ofrece la seguridad de que su bebé estará sano”.

Cada inicio de semana es ella la responsable del traslado, en termos herméticos refrigerados, de los bulbos a utilizar durante los cinco días posteriores, y de su conservación segura entre 2 y 8 grados Celsius  en el equipo de donación nipona dispuesto en el pequeño local.

La conservación de las vacunas es vital // Foto: Denia Fleitas Rosales

“Otra garantía de seguridad es que solo yo manipulo los inmunógenos para no descuidar ningún detalle; independientemente que cuento con el apoyo de la técnico Yaritza Milanés para tomar constancia de cada elemento del proceso que es indispensable por norma, dígase fecha, hora de administración o entrega, lote de la vacuna”.

Es ella quien entrega también a las enfermeras de los 32 consultorios médicos del Ángel Ortiz Vázquez las dosis necesarias para vacunar a sus niños. La seño Lyundis Galán Fonseca, del consultorio tres, asegura que “es alta la responsabilidad nuestra, en tanto debemos cuidar las vacunas y velar con celo que las madres acudan a cumplir con este deber por la salud de sus criaturas; y en el área ponerles las dosis establecidas de la campaña anual y refuerzos, así como mantener la vigilancia para evitar situaciones adversas”.

El traslado de las vacunas a los consultorios se realiza de forma segura // Foto: Denia Fleitas Rosales
La joven madre Roxana Milán Sánchez y su pequeño de tres meses Eduard Adrián // Foto: Denia Fleitas Rosales

Con pocas palabras la joven madre Roxana Milán Sánchez define la trascendencia de contar con esta vacunación, minutos antes de ayudar a la inoculación de la antimeningocócica B y C a su pequeño de tres meses Eduard Adrián, otro valiente que apenas gimió al ser inyectado. “Es un privilegio que nuestros hijos estén respaldados inmunológicamente”.

Esa conquista ha sido robustecida con la inclusión del preparado Abdala  en el esquema, destaca la doctora Aylín Bullaín. “Ya reglamentada para la edad pediátrica de dos años, y antecedido por seis campañas con las que se inmunizó a toda la población. Así, están creados los mecanismos para que no haya niños sin inmunizar en Cuba”.

En los hospitales maternos, policlínicos, consultorios y escuelas a diario se enriquece esta obra de la salud pública cubana, que inocula dosis de sanidad y amor.