El Comandante Almeida vive e inspira

Foto: Archivo de Granma

La extraordinaria vida del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque se empina, a 96 años de su natalicio, entre las de esos hombres «escasos como los montes» que, al decir de Martí, «saben mirar desde ellos, y sienten con entraña de nación, o de humanidad».

Surgido del pueblo, este 17 de febrero trascienden su amor a la Patria y la fidelidad a la causa que abrazara junto a Fidel, Raúl y los hermanos de la Generación del Centenario, en la gesta del Moncada primero, y luego en prisión, el exilio, la expedición del Granma, y la lucha armada en la Sierra Maestra, hasta la victoria.

Pero fue más allá, sobre las balas de Alegría del Pío, con ese grito de « ¡Aquí no se rinde nadie», que define hoy y por siempre a todo un país; en el rescate del Che, herido en el cuello en el propio combate; y luego en El Uvero, paralizado en su avance por un balazo en el pecho que estuvo a punto de alcanzar su corazón.

Ya el pasado año el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, lo definió: «Juan de los humildes, Juan de los fundadores, Juan de los rebeldes, Juan de los eternos de la Revolución», porque a ese valor supo unir la sencillez, su inteligencia y el apego al pueblo.

Para el Héroe de la República de Cuba la mayor felicidad nunca estuvo asociada a grados y cargos, sino al encuentro con los hombres, mujeres y niños que, atraídos por su carisma, se le acercaban espontáneamente, y a quienes después del diálogo cordial despedía con tres emblemáticas palabras: «¡Viva Cuba libre!».

De Raúl dijo que era su hermano y a Fidel lo valoró como un padre, pero ya desde mucho antes el General de Ejército lo había catalogado como el combatiente rebelde que más se parecía a Antonio Maceo, mientras que en la reflexión que tras su muerte le dedicara, el Comandante en Jefe afirmó que había sido un privilegio conocerlo, que: «Almeida vive hoy más que nunca».