El corazón en los abrazos y los besos

La felicidad de ser padre // Foto tomada de  Facebook
La felicidad de ser padre // Foto tomada de Facebook

De seguro nadie recuerda cuándo le vio por vez primera, sería imposible. Dicen que al nacer distinguimos fundamentalmente la luminosidad y objetos a una distancia entre 20 y 30 centímetros, probablemente en escalas de blancos, negros y grises, y sólo en la medida que crecemos somos capaces de distinguir los rostros y adquirir conciencia y recuerdos de lo que vemos.

Pero no hace falta saberlo cuando se le piensa al lado en los momentos trascendentes de una vida que llegó gracias a él, gracias a ti: Padre.

En una caricia, en la mano firme que sostiene para que no caigas, que levanta si de un tropiezo se trata; en miradas y palabras a veces severas, mayoritariamente compasivas, llega la huella indeleble, la que por sí sola conspira contra la ausencia y el tiempo.

Bastan esos instantes para que nada pueda arrebatarle al hombre esa manera hermosa de llamarle: padre o papá, papi, como le dicen muchos. La sumatoria de cada uno de esos soplos de amor, dedicación, ternura, comprensión, que emergen de sus cuerpos fornidos y el carácter varonil, minimiza el hecho de la mera fecundación, trasciende el contexto biológico para adentrarse en el torrente de lo afectivo, lo sentido.

Hoy, tercer domingo de junio, y siempre, es día para cantarle. Quizás desde los acordes de una guitarra, la lírica de las voces, pero especialmente para entonarles la melodía del alma agradecida por la constancia, por ser primero en tumbarse al suelo para rodar juntos y jugar entre carritos, muñecas, pelotas; por ofrecer el pecho estremecido cuando la enfermedad ensombrece el rostro y por intentar de mil maneras hasta lograrlo, disipar la tristeza con la risa y la alegría.

Es la oportunidad para decirle el placer de tenerles, de que fueran sus manos y ejemplo los que dieron forma al humano que ahora crea, estudia, trabaja, aconseja, y moldea a otro pequeño ser; que fueran sus palabras y sugerencias las que sirvieron para avanzar en el camino muchas veces pedregoso, para alcanzar los sueños.

Más allá del regalo material, es la ocasión para entregarle el afecto sincero sin límites, sin vestiduras, por la generosidad de su cariño; es la hora de ponerle, como lo hace él, ellos, el corazón en cada abrazo, en cada beso.