El sol que brilló con la libertad

Esa campana iluminada por el sol de la libertad sigue llamando hoy al combate //Foto Eliexer Pelaez Pacheco

Se asomaban las primeras luces del amanecer del décimo día del mes de octubre de 1868 y Céspedes ya tenía bien claro su propósito de aquella gloriosa jornada, que se iluminó con los rayos de un sol libertario y con el tañer de una campana llamando a ser libres para no continuar como esclavos de un yugo opresor.


Era sábado, y allá en el batey La Demajagua de Manzanillo unos 500 hombres escucharon de pronto aquella arenga de quien se negaba continuar siendo amo y los convocaba entonces a todos a acompañarlo hacia una causa justa que alumbraría el camino a la libertad.


“Ciudadanos…, los llamó, era la primera vez que no se hablaba de esclavitud sino de convertirse realmente en eso, en ciudadanos… “ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba”.


Cuenta la historia que aquella voz sonaba fuerte y decidida en los predios del ingenio, por eso llegó la invitación necesaria: “¡Ciudadanos…, volvió a llamarlos así dignamente, “…hasta este momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres como yo.


Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar la independencia!”. “Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán tan libres como los demás”.


Y así fue, se dió la libertad a los esclavos y comenzaba entonces lo que Fidel aclamó como la única Revolución que ha existido en Cuba, esa obra gigante que la había iniciado Céspedes en La Demajagua y que nuestro pueblo lleva adelante.


Esa campana que llamó por adelantado cerca de las 10 de la mañana a la libertad con una altura de 59 centímetros y un peso de más de 200 libras nunca se ha callado, sigue convocando al combate por las ideas justas y transformadoras de un futuro mejor comprometido por esa unidad que nos caracteriza a los cubanos.


Esa campana identifica la revolución que Martí siguió defendiendo en su propósito de completar la obra de Céspedes, y la misma revolución que logró mantener Fidel.


A 153 años la luz libertadora de aquel sol que se asomaba por el Turquino sigue siendo tan fuerte para continuar alumbrar el camino. Ese resplandor y el sonido de la campana que llamó al combate aquel día continúa trazando la ruta de la libertad a cualquier precio que sea necesario.