El primer aniversario de la desaparición física del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, trae a la actualidad una entrevista concedida en 2013 en Moscú por Nikolái Leónov, autor junto a Vladímir Vorodáev de la biografía política en ruso del autor de La Historia Me Absolverá.
Desde un sillón de madera dura y sentadera de cuero en la sala de su casa, en el centro de la capital de Rusia, los ojos del teniente general (retirado) de los servicios de inteligencia soviéticos brillaban medio siglo después como aquel 27 de abril de 1963, cuando el fundador de la Revolución cubana llegó por primera vez a la Unión Soviética.
Antes de iniciar la conversación, con la sonrisa franca que siempre dedica “a mis amigos cubanos”, el también autor de la primera biografía sobre el presidente Raúl Castro, tocó ambos brazos del sillón y expresó un agradecimiento especial.
“Es el principal tesoro en esta casa. Me lo regaló Fidel y para mí nada vale tanto”, confesó.
Después, con un español fluido desarrollado en largos años de servicio en tierras de América Latina, y casi a la edad de 85, Leónov parecía mirar al barbudo alto, vestido de verde olivo, que tras 12 horas de vuelo comienza a descender en Múrmansk del Tu-114 de fabricación soviética.
“La primera visita del Comandante en Jefe Fidel Castro a Rusia tiene un gran interés internacional e histórico incluso ahora, porque ni antes ni después, la Unión Soviética o mi país, independientemente del nombre que lleve, ha recibido un invitado con tantos honores”, recordó el traductor de entonces.
El oficial jubilado aseguró que “no hubo una visita de estadista que durara tanto tiempo, porque fueron más de 40 días, lapso durante el cual Fidel recorrió casi todo el país, desde Siberia hasta Ucrania, desde el norte de Múrmansk hasta Georgia y Uzbekistán”.
El autor de varios libros sobre héroes latinoamericanos subrayó que ningún otro estadista ha tenido la oportunidad de realizar una visita tan grande, tan profunda y tan importante por sus consecuencias.
“Por parte de la Unión Soviética, cuyo jefe era Nikita Jruschov, el deseo histórico básico era, como dijimos nosotros, restañar las heridas que quedaron en el pellejo soviético tras el desenlace de la Crisis del Caribe de 1962”, explicó el también historiador.
Añadió que “Jruschov resolvió las cosas directamente con Estados Unidos, sin consultar con Fidel, y claro, esa actuación dejó una huella muy dolorosa en la conciencia de muchos cubanos de aquella época y en el corazón de Fidel también”.
“Yo recuerdo las manifestaciones en Cuba, los carteles que llevaban los compañeros decían: ‘Nikita, Nikita, lo que se da no se quita’, se referían a los cohetes, y había críticas muy duras respecto a la postura del dirigente soviético”, rememoró el teniente general.
Leónov opina que Jruschov quería que se olvidaran todos estos rasguños y heridas, y por eso abrió todas las puertas posibles e imposibles, e inaccesibles para otros estadistas del Occidente o el Oriente para satisfacer a Fidel.
“Él no solamente vio submarinos nucleares soviéticos de aquella época, sino que se metió dentro de uno para ver cómo funcionaba –continuó el testimoniante–, cómo estaba organizado, incluso quiso ver un cohete instalado en el sumergible, y también se lo enseñaron”.
El experimentado oficial advirtió que “visitó una base de cohetes intercontinentales, guardados en los silos estratégicos, ningún estadista, nunca más, ni antes, ha tenido acceso a este tipo de bases coheteriles”.
La Unión Soviética por dentro
“Por sus méritos revolucionarios, Fidel fue condecorado con la Medalla de Oro y la Orden Lenin, que significaba el grado de Héroe de la Unión Soviética, honor raras veces conferido a un extranjero”, acotó quien acompañó al visitante durante todo el periplo.
El oficial de alta jerarquía recordó que el estadista cubano fue honrado como doctor Honoris Causa de la Universidad Lomonósov de Moscú, por sus aportes a la ciencia política.
“Sin embargo, lo más importante para Fidel era conocer por dentro a la Unión Soviética, entender dónde estaba la raíz del socialismo, por qué el estado multinacional llegó a ser tan poderoso”, indicó.
En opinión de Leónov, el líder cubano encontró la respuesta en dos factores, y el primero es el pueblo.
“La forma de recibir a Fidel no tiene otro paralelo, sin ningún tipo de presión ni llamado por radio o televisión, la gente salía a las calles espontáneamente para aplaudirlo, eso se puede ver en las fotografías de aquella época, que la gente incluso arriesgaba la vida a veces, se subían en los árboles, en los balcones, en las ventanas para ver al héroe cubano. Algo increíble”, rememoró.
Leónov estimó en 25 kilómetros la longitud de la hilera de personas que salió a las calles para recibir al estratega de la Sierra Maestra.
“Dondequiera que estuviera Fidel lo recibía la gente con un entusiasmo y una simpatía que nunca yo he visto más en estos 50 años, no he visto un estadista que recibiera tantas expresiones de cariño, de simpatía, de solidaridad”, dice el testigo de excepción.
Agregó que “otra experiencia que captó el comandante cubano es el papel del Partido, porque dondequiera lo recibía siempre la jefatura de esa organización; en la región, la república, dondequiera, y él veía que el esqueleto de la nación, el esqueleto del Estado, era el Partido”.
En su opinión, esta vivencia sirvió para enriquecer la experiencia política de Fidel Castro.
“Fue una visita, en resumen, que como le digo, no tiene absolutamente ningún paralelo en la historia de los contactos internacionales de Moscú con otros estados”.
Al explicar la simpatía y popularidad generalizada del líder cubano entre los soviéticos de entonces y los rusos de hoy, Leónov consideró que se debe a su prestigio como revolucionario de leyenda.
“Nadie sabe ni nadie vio las escenas del asalto al cuartel Moncada, hay pocas crónicas en ruso de la guerra en la Sierra Maestra, pero en la memoria de la gente es un Robin Hood, es un hombre que desafía los peligros, un Don Quijote que arremete contra cualquier mal para enderezar los entuertos de esta Tierra”, razonó.
El interlocutor subrayó que “claro que él no engañaba a nadie, porque tenía una figura grande, poderosa; y una forma de hablar clara, abierta, enérgica, que captaba a la gente enseguida”.
Según Leónov, todos eran esclavos del amor que espontáneamente sentían por él dirigente cubano.
“Es un caso raro, uno de los estadistas que a partir del asalto al Moncada –son 60 años los que pasaron–, todo el mundo lo respeta, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha”, rememoró.
El veterano militar enfatizó que “pocos le odian, la mayoría le tiene gran simpatía, y todo el mundo reconoce que no hay ahora en el mundo ningún personaje político que pueda compararse con el espontáneo amor y simpatía que por él se siente en el mundo entero, es una verdad que nadie puede negar”.
Fidel y Raúl
Al referirse a su amistad con el actual mandatario cubano, Raúl Castro, desde antes del asalto al cuartel Moncada, y de su conocimiento del jefe de la expedición del Granma y de Che Guevara desde México, Leónov indicó que le permitió confiar siempre en la Revolución cubana.
“Los conocí bastante durante decenios y eso me permitió conservar la seguridad sobre la invencibilidad de la Revolución cubana en la etapa más difícil para Cuba, el denominado período especial en los años noventa”.
Añadió que después de la disolución de la Unión Soviética, todo el mundo esperaba de un momento a otro la caída del socialismo en Cuba, “pero yo a cada pregunta de los reporteros occidentales o de los nacionales contestaba que la Revolución se mantendría”.
“Hoy me siento feliz de que Cuba ha vencido todas las dificultades, y todo esto sin hacer concesiones sobre la independencia, la soberanía, el sistema político, económico, social y cultural ni aceptar injerencia de ningún tipo”, reflexionó.
Con admiración, Leónov observó que el alma y organizador de esa confrontación a la que denominó “verdaderamente bíblica” contra Estados Unidos fue Fidel Castro.
“En esa lucha siempre estuvo respaldado por su partidario fiel, un organizador talentoso, su hermano menor, Raúl Castro”, resaltó enfático.
El teniente general Leónov concluyó que “hoy me siento inmensamente orgulloso de haber sido el traductor de Anastás Mikoyán y Fidel en 1960, cuando fueron restablecidas las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Unión Soviética”.
(Tomado de Sputnik)