Fidel en la fundación de la FMC: “Para que tenga la mujer cubana el lugar que le corresponde en la historia de la Patria”

Fidel Castro junto a Vilma Espín durante el acto de fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el teatro Lázaro Peña en La Habana, 23 de agosto de 1960. // Foto Instituto de Historia de Cuba / Sitio Fidel Soldado de las Ideas
Fidel Castro junto a Vilma Espín durante el acto de fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el teatro Lázaro Peña en La Habana, 23 de agosto de 1960. // Foto Instituto de Historia de Cuba / Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto de fusión de todas las organizaciones femeninas revolucionarias. Salón-teatro de la CTC, 23 de agosto de 1960.

Compañeras de la Federación de Mujeres Cubanas:

En este salón se han efectuado muchas reuniones; este es el teatro de los trabajadores, y aquí hemos tenido muchos actos en esta Revolución de los trabajadores y de los campesinos. Pero, a pesar del entusiasmo que siempre ha reinado en todas las ocasiones siempre que se han reunido los obreros, pocas veces se ha respirado aquí un aire de tanto optimismo, de tanta alegría, de tanto espíritu combativo; y es que se viene a demostrar en este caso de hoy algo que se había venido observando en todas las reuniones públicas, y es el extraordinario espíritu revolucionario de las mujeres cubanas.

La Revolución tiene, sin duda alguna, en el sector femenino de nuestra población, un respaldo muy grande. Por eso, desde los primeros instantes se observaron una serie de actividades con la participación activa de la mujer cubana. No era nada nuevo para nuestro país. Nuestro país puede sentirse afortunado en muchas cosas, pero entre ellas, la primera de todas, por el magnífico pueblo que posee. Aquí no solo luchan los hombres; aquí, como los hombres, luchan las mujeres.

Y no es nuevo, ya la historia nos hablaba de grandes mujeres en nuestras luchas por la independencia, y una de ellas las simboliza a todas: Mariana Grajales, aquella que le dijo al hijo más pequeño: “¡Empínate, para que vayas a luchar también por tu patria!»  y en esta etapa heroica de nuestro pueblo, también quedarán grabados para siempre muchos hechos, en los cuales fueron protagonistas mujeres cubanas.  Madre también heroica —aunque todas las madres son heroicas, porque nadie ha sufrido en Cuba como han sufrido las madres—, madre heroica es la madre de nuestro inolvidable Frank País, que perdió dos hijos en la contienda y que, para prestigio de la Federación de Mujeres Cubanas, preside a las mujeres de Oriente; o como la señora madre de los Ameijeiras, que perdió tres hijos; o como aquella campesina del Oro de Guisa, a la que los esbirros de Sosa Blanco le asesinaron siete hijos y el esposo.

Madres heroicas han sido todas las madres que vieron caer a sus hijos asesinados o combatiendo; y madres también dignas de consideración y de respeto, aquellas que vieron a sus hijos arrastrados al crimen por la tiranía infame, porque también han tenido que sufrir las consecuencias del pasado odioso.

Mujeres heroicas, como aquellas dos compañeras nuestras, Lidia y Clodomira, asesinadas cobardemente por los esbirros de Esteban Ventura. Fácil es imaginar la indignación de los combatientes revolucionarios cuando recibieron aquella noticia.  Lidia había sido una formidable colaboradora desde los primeros momentos; y Clodomira era una joven campesina, humilde, de una inteligencia natural grande y de una valentía a toda prueba.

En cierta ocasión, muy cerca ya de los primeros días del mes de abril del año 1958, cuando ya las comunicaciones en la carretera de Manzanillo a Bayamo habían sido cortadas, fue necesario llevar un mensaje urgente a la ciudad. Nadie transitaba por las carreteras; el pueblo cumplía la consigna de no transitar; era, además, peligroso.

Clodomira se ofreció para llevar el mensaje; mas, no había vehículos y ella tuvo la audacia de presentarse en el campamento de las fuerzas de la tiranía, decir que tenía necesidad urgente, por razones familiares, de llegar a Manzanillo, pidió que la llevaran en un carro de combate, y los ingenuos soldados de la tiranía la llevaron hasta Manzanillo en un carro de combate.

Es decir, que siempre resolvía los problemas; y por eso muchas veces se arriesgó, entrando y saliendo en la Sierra, hasta que fue arrestada, junto con Lidia, torturada y asesinada, pero sin que revelara un solo secreto ni dijera una sola palabra al enemigo.

Aquellos cobardes no solo llegaron a ultrajar a mujeres cubanas, sino que hasta las llegaron a asesinar.  Y lo hicieron porque sabían que la Revolución tenía en las mujeres verdaderos combatientes, verdaderas luchadoras.  Y aquí, donde siempre fue tradición el respeto a la mujer, hicieron trizas de esas tradiciones y no respetaron a las mujeres.

Esos son los miserables que quieren volver; esos son los miserables a los que la Central de Inteligencia de Allan Dulles trata de organizar para que regresen a Cuba.  De esa calaña eran aquellos servidores de la tiranía, y de esa calaña son los que les dieron albergue y los apadrinan. Tan cobardes y tan asesinos como ellos, son los que hoy los ayudan, y los protegen y los alientan para que vuelvan a ensangrentar a la patria.

Por eso es bueno recordar; por eso es bueno organizar; por eso es bueno unir; por eso es bueno prepararse a luchar; por eso este paso que han dado las mujeres cubanas es una victoria más de nuestro pueblo, una fuerza más de nuestro pueblo. Esta unificación de todos los sectores femeninos de la Revolución, es constituir una fuerza, una fuerza entusiasta, una fuerza numerosa, una fuerza grande y una fuerza decisiva para nuestra Revolución.

Una fuerza más de nuestro pueblo

Fidel Castro junto a Vilma Espín, Celia Sánchez (en el centro) durante el acto de fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el teatro Lázaro Peña en La Habana, 23 de agosto de 1960. Foto: Mujeres / Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Fidel Castro junto a Vilma Espín, Celia Sánchez (en el centro) durante el acto de fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el teatro Lázaro Peña en La Habana, 23 de agosto de 1960. Foto: Mujeres / Sitio Fidel Soldado de las Ideas

La Revolución, que es tan fuerte en el pueblo, que es tan firme en el pueblo, como que para combatir contra los criminales que quieren volver, si no estuviesen ayudados por el imperialismo americano, si no estuviesen ayudados, si no estuviesen ayudados por el Departamento de Estado, por el Pentágono (y por las fuerzas más reaccionarias de la plutocracia yanki, bastarían las madres cubanas para liquidarlos si intentaran regresar.  Y ellos lo saben; ellos saben que en nuestro país no tienen fuerza ni para resistir a una parte de nuestra población; que no cuentan ellos con fuerza, ni con valor, ni para enfrentarse a las madres cubanas.

Pero, claro, ellos no cifran su esperanza en sus propias fuerzas; cifran su esperanza en las fuerzas del extranjero poderoso; cifran su esperanza en las armas del extranjero explotador. Pero para luchar contra ellos y contra el extranjero, hay algo más fuerte todavía, algo que se llama pueblo, algo que se llama hombres y mujeres, jóvenes y viejos, niños y ancianos.

Para luchar contra ellos hay algo que se llama: pueblos de América, y hay algo que se llama:  pueblos del mundo; para luchar contra ellos está el mundo, ¡el mundo que se vuelve contra ellos!  Para luchar contra ellos, hay algo que se llama historia; para luchar contra ellos, hay algo que se llama progreso de la humanidad.

Pero nosotros, en esa gran lucha estamos en la primera trinchera, en la lucha contra el imperialismo, contra el imperialismo rapaz y explotador, contra el imperialismo sanguinario y voraz, que aquí ha perdido unas cuantas de sus uñas de rapiña; en esa lucha, a los cubanos nos ha tocado la vanguardia, la primera trinchera.  Y como es natural, los enemigos de la humanidad tratarán de tomar esta trinchera y, como es natural, ¡los enemigos de la humanidad no podrán tomar esta trinchera!

Por eso ha sido una feliz casualidad; por eso ha sido hoy una feliz y significativa coincidencia, que en los precisos momentos en que se intriga contra nuestro país, en que el imperio poderoso moviliza todos sus millones y todas sus influencias para maniobrar contra nuestra patria, cuando se trata de cercar a nuestro país y de justificar agresiones contra nuestro país allá, en el seno de la OEA, hoy precisamente, ¡hoy precisamente!, se haya constituido esta Federación de Mujeres Cubanas, como respuesta digna, como respuesta elocuente de que nosotros por nuestra parte aquí, estamos, en primer lugar, muy tranquilos; en segundo lugar, muy seguros; en tercer lugar, muy claros; en cuarto lugar, muy unidos.  Y si los que allí se reúnen bajo la mirada severa y regañona de Mr. Herter; si los que allí se reúnen —dicen que en representación de otros pueblos de América— pudieran ver este espectáculo de hoy, pudieran contemplar estos millares de mujeres con sus banderas desplegadas; si pudieran contemplar esos centenares de mujeres que ya han aprendido los primeros auxilios, para socorrer al combatiente si lo necesita.

Si pudieran contemplar esto, que es como la imagen del alma de un pueblo, que es la expresión viva de lo que es un pueblo, y ¡de lo que es un pueblo revolucionario!, de lo que es un pueblo patriótico, de lo que es un pueblo que ha descubierto su verdad, un pueblo que ha descubierto su camino y un pueblo que puede decir con ese orgullo —que es hoy un privilegio en este continente—, ¡que es verdaderamente libre y soberano!, y que se acabaron para siempre en nuestra patria los «yes, man»; que ha aprendido a decir «no»; que ha aprendido, y aprendiendo está enseñando a otros pueblos de América; que ha llegado a comprender cuánto había de injusticia en nuestra patria y en nuestra América, cuánto había de explotación en nuestra patria y en nuestra América, cuánto había de mentira en nuestra patria y en nuestra América, cuánto había de rapiña en nuestra patria y en nuestra América; y que ha aprendido a nacionalizar de un solo tirón 36 centrales azucareros y otros tantos monopolios poderosos; y que en un mismo día pudo decirle al monopolio eléctrico y al monopolio telefónico «te llamabas»; que pudo decirle a los poderosos consorcios de la Standard y de la Texaco «aquí no te queda ni un tornillo»; que pudo hablarle de frente al imperio poderoso y decirle:  «ya no creemos más en tus mentiras, ya no creemos más en tu falsa democracia, asesina de negros, ya no creemos más en tu falsa libertad sembradora de tiranos en nuestro continente, ya no creemos más en tu hipócrita filosofía, que cobija lo mismo a un Franco que a un Trujillo.

Las une la alegría y el orgullo de hoy

Fidel Castro junto a Vilma Espín y Gilberto Cervantes, presidente de la Cruz Roja Cubana, en el acto de fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el teatro Lázaro Peña en La Habana, 23 de agosto de 1960. Foto: Tirso Martínez / Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Fidel Castro junto a Vilma Espín y Gilberto Cervantes, presidente de la Cruz Roja Cubana, en el acto de fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el teatro Lázaro Peña en La Habana, 23 de agosto de 1960. Foto: Tirso Martínez / Sitio Fidel Soldado de las Ideas

Un pueblo que ha aprendido a decirle: «ya no creemos en tus agencias cablegráficas, mercaderes de la mentira y de la infamia, con las cuales embutías al mundo; ya no creemos en tus hipócritas palabras de justicia, mientras explotas lo mismo a los «espaldas mojadas» de la frontera de México, que al indio de Bolivia, o al obrero de Chile, o al petrolero de Venezuela, o te apoderas de las concesiones de petróleo en Argentina; ya no creemos en tu falso panamericanismo, con el cual has querido revestir el sistema de opresión y de abuso, el sistema de dominación que has estado implantando en nuestros pueblos divididos de América; ya no creemos en tu filosofía de la explotación y el privilegio, ya no creemos en tu filosofía del oro, el oro que le robas al trabajo de los otros pueblos.

Y, además, ya no estamos dispuestos a seguir sometidos a los mandatos de tus embajadores, ya no estamos dispuestos a seguir a remolque de tu política reaccionaria y enemiga del progreso de la humanidad.

Somos amigos de los que sean nuestros amigos, proclamamos la aspiración de la humanidad a la justicia y a la paz, intercambiamos nuestros productos con los que estén dispuestos a intercambiar sus productos con nosotros. Y ya Cuba no es más ni lo será nunca más, un apéndice de tu economía. Y ya Cuba no es, ni será nunca más, quien vote en las Naciones Unidas por lo que indique tu índice, sino por lo que indique el índice de nuestra dignidad, de nuestra soberanía.

¡Y seremos amigos de los soviéticos y de la República Popular China!, porque han demostrado ser nuestros amigos, mientras tú nos agredes y nos quieres destruir; y porque no vienen a hablarnos en el lenguaje insolente de tus procónsules, acostumbrados a dar órdenes.  Y nuestro país es, y será para siempre, un pueblo libre y amigo de los pueblos libres, y deseoso de que todos los pueblos se libren del yugo.

Sigue tú con tus esbirros; sigue tú con los desertores y los traidores; sigue tú con tu plaga de vendepatrias, ¡que aquí queda un pueblo bajo cuya bandera caben todos los hijos buenos y dignos! Cualesquiera que sean sus creencias, cualesquiera que sea su pensamiento, ¡basta con que a su patria la quiera por encima de todo, basta que el bien de su patria prefiera a cualquier otro interés, basta con que quiera para su patria la justicia, basta con que a su patria ni la venda ni la traicione jamás!

Y eso es lo que quieren los hijos dignos, los que se reúnen aquí entre estas mujeres cubanas, que agitan sus banderas y que saben que una cosa las une, y es esa bandera que ellas honran; y que otra cosa las une, y son los hijos que dejaron en sus casas o llevan en sus entrañas.

Y no quieren que mañana sean esclavos de nadie; y no quieren que mañana sean explotados por nadie; y no quieren que mañana sean discriminados por nadie; y no quieren que mañana sean golpeados ni torturados por nadie; y no quieren que mañana sean asesinados por nadie, ni que sean unos traidores, ni que sean sumisos a nadie.  Y tú lo que enseñas es la sumisión y la traición; y tú vienes aquí con tu oro a comprar conciencias, a sobornar conciencias, a fabricar traidores, a promover Judas.

Y las une la alegría de hoy, la tranquilidad de hoy, el orgullo de hoy y el honor de hoy.

Y basta ser madre para albergar esos sentimientos, y toda madre quiere para sus hijos en el mañana lo mejor.  Y cada madre quiere que sus hijos puedan estudiar; y cada madre quiere que si su hijo tiene vocación pueda estudiar una carrera universitaria, que antes era nada más que para un grupo de familias que podían contar con sus recursos, porque para las familias humildes, muy raras veces había oportunidad de ir a una universidad.  Y las madres quieren que el día de mañana sus hijos no trabajen para otros, que trabajen para ellos y para su patria.

Y basta ser madres para sentirse unidas en esa noble aspiración y para sentirse unidas estrechamente en el desprecio a la injusticia, y en el desprecio a los que no le han hecho más que mal a nuestra patria, a los que no han sembrado más que el hambre y la miseria, a los que no han sembrado más que el dolor y el luto, abolidos ya para siempre en nuestra tierra.

Porque si tenemos que caer, ¡caeremos todos!, pero luchando por el bien; si tenemos que caer, ¡caeremos todos!, pero luchando por la libertad; si tenemos que caer, ¡caeremos todos!, luchando contra el abuso y contra el crimen; si tenemos que caer, ¡caeremos todos!, pero luchando por nuestra patria, por nuestra dignidad, y por la felicidad de nuestro pueblo.

Y como nos pongan a escoger entre la esclavitud o el sacrificio, ¡escogeremos siempre el sacrificio!; como nos pongan a escoger entre la sumisión o el sacrificio, ¡escogeremos siempre el sacrificio!; como nos pongan a escoger entre la indignidad y el sacrificio, ¡escogeremos siempre la dignidad!  Porque hemos aprendido demasiado bien que la vida no vale la pena vivirse cuando se vive esclavo, cuando se vive sin vergüenza, cuando se vive sin honor, cuando se vive sin libertad.

¡Ah!, si pudieran contemplar esto los que allá se reúnen, con seguridad tendrían bastante cuidado en tratar los problemas de Cuba, y quizás el hábito de la sumisión no les nublara la inteligencia, y el hábito de la obediencia al poderoso del norte no los sustrajera de la realidad que está viviendo este continente y, sobre todo, se darían cuenta de la torpeza que implica desconocer lo que es un pueblo cuando ha descubierto una verdad. Una verdad que no podrán contrarrestarla los millones de Herter, ¡una verdad que es como una llama que no podrán apagar en la América nuestra la conjura de los serviles!

Y si comprendieran, sobre todo, una cosa:  que este es un pueblo que se crece mientras más poderoso sea el enemigo; que este es un pueblo que se crece mientras más grande sea la conjura, y que ¡este es el régimen de gobierno más seguro que hay en todo el continente americano!

Porque su seguridad no se asienta sobre las bayonetas de las castas militares ni sobre el oro de la oligarquía que controla el gobierno de distintos países; porque su seguridad se asienta en la justicia que ha implantado y en la injusticia que ha destruido, su seguridad se asienta en la felicidad que ha llevado a centenares de miles de familias campesinas, en la felicidad que ha llevado a la inmensa mayoría de nuestro pueblo, el pueblo humilde para el que no se gobernó nunca, al pueblo humilde por el cual nunca se preocuparon antes, ¡aunque para ello hayamos tenido que destruir cuantos privilegios y cuantos intereses haya sido necesario!

Y se siente seguro porque se asienta sobre la verdad, porque se asienta sobre el apoyo de la mayoría de nuestro pueblo, y porque no depende de los fusiles de las castas, sino porque las armas no están hoy apuntando contra el pueblo, ¡sino empuñadas por el pueblo!

Y es el gobierno más firme y más seguro del continente americano, ¡porque es el único gobierno de América que ha armado los brazos de los obreros y los campesinos de nuestra patria! Y a la Revolución no la defiende un grupo de generalotes, al régimen revolucionario cubano no lo defienden unidades de tanques en manos de castas prusianizadas; la seguridad de nuestra Revolución no depende, como en otros sitios de América, del número de gracias y de favores que los gobernantes puedan hacerles a la casta militar; porque no depende de las zalamerías que los gobernantes deban hacerles a los generalotes; porque no depende del favor del embajador pro cónsul.

¡Y no ha de sentirse seguro ningún gobernante que tenga que vivir de zalamerías a generales, o de servilismos a embajadores!  A buen entendedor, pocas palabras.

Una llama que no podrán apagar en la América

Participa en la clausura del III Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, a su lado Vilma Espín Guillois, Secretaria de la FMC y el General de Ejército Raúl Castro Ruz, 8 de marzo de 1980. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas/ Diario Juventud Rebelde.

Es fuerte la Revolución, porque les quitó las tierras a los latifundistas y a las compañías americanas, y se las entregó a los que trabajaban esas tierras, y además de tractores y de recursos, les entregó un fusil.  Es fuerte la Revolución porque sus leyes, sus instituciones revolucionarias, su justicia, la defienden los beneficiados por esa justicia, los redimidos por esa justicia; y que, por tanto, para arrebatarles las conquistas de la patria hay que arrebatar les el fusil primero de las manos de cada uno de ellos; y para arrebatarles el fusil, ¡hay que arrebatarles primero la vida!

Y por eso es este Gobierno Revolucionario el gobierno más sólido de América, y el gobierno más firme de América.  Porque hay muchos gobiernos en América que se acuestan en el poder ¡y no saben si se van a levantar en el exilio! Por eso Cuba puede hablar en América en voz alta, por eso Cuba puede hablarle a América, y por eso Cuba puede sentirse segura en América.

Y por eso podrán contar con Revolución Cubana, mal que les pese y por mucho que les duela; y por eso podrán contar con el ejemplo de Cuba, por mucho que les asuste el ejemplo de Cuba; y mientras más les preocupe el ejemplo de Cuba, ¡mejor trataremos de cumplir con nuestro deber!; mientras menos quieran que seamos ejemplo, ¡más trataremos de ser ejemplo!

Y por eso, como dice el pueblo: ¡Con OEA o sin OEA ganaremos la pelea!; ¡con OEA o sin OEA, venceremos; ¡con OEA o sin OEA, la Revolución es un hecho que no podrán borrar de este continente!

Y de eso nos sentimos seguros todos los cubanos; de eso se sentían seguras las catorce compañías de campesinos del II Frente «Frank país» que se graduaron el domingo en San Julián; de eso se sienten seguros los millares de jóvenes de las brigadas que están en la Sierra Maestra; de eso se sienten seguros los 1 400 primeros maestros voluntarios que ya van a terminar su curso en la Sierra Maestra;de eso se sienten seguros los soldados de nuestro glorioso Ejército Rebelde; de eso se sienten seguras las milicias obreras revolucionarias; de eso se sienten seguras ustedes; de eso se siente seguro todo el pueblo, con esa seguridad indestructible que nace de la convicción que surge de una causa justa, de una causa que se lleva de veras en el corazón; y de que, además, se tiene ese sentimiento de dignidad, ese sentimiento de valor y ese sentimiento de honor, que en instantes como este los pueblos experimentan.

Los que creían que aquel era entusiasmo de los primeros días; los que se imaginaban que transcurridos los meses el entusiasmo decaería, ¡qué decepción!, ¡qué desengaño!, porque han transcurrido casi 19 meses de gobierno revolucionario y, ¡qué cosa tan extraordinaria!, el entusiasmo del pueblo es mayor, el embullo del pueblo es mayor, la alegría del pueblo es mayor.

Claro, los que no conocían a los pueblos creían que el pueblo reaccionaba lo mismo cuando se actuaba mal que cuando se actuaba bien; creían que el pueblo reaccionaba lo mismo cuando se le servía que cuando se le traicionaba.  Los que desconocían a los pueblos, los que no tuvieron pupila para penetrar en el sentimiento de los pueblos, ni oídos para escuchar los latidos del corazón del pueblo, ¡se engañaron!, ¡se equivocaron!, porque el pueblo, el pueblo reacciona como ha reaccionado nuestro pueblo:  a mayor bien, a mayor justicia, a mayor honradez, a mayor dignidad nacional, a mayor entereza, mayor entusiasmo, mayor espíritu de lucha; a mayor obstáculo, mayor espíritu de pelea; a mayor adversario, mayor valor.

Porque los pueblos, al fin y al cabo, se hacen en la lucha; los pueblos, como los hombres, al fin y al cabo, se hacen en la pelea; y a nosotros, dándonos pelea, nos han hecho más fuertes; agrediéndonos, nos han hecho más aguerridos; hostigándonos, hostigándonos y tratando de destruirnos, nos han hecho más fuertes.

Por eso, cada día es un avance más; por eso, cada día es una unión más estrecha.  No ha mucho, todos los jóvenes del país se reunieron en la Asociación de Jóvenes Rebeldes, cuyas brigadas juveniles de trabajo están ya en la Sierra Maestra.

Y hoy se reúnen las mujeres y constituyen esta Federación de Mujeres Cubanas, unidas en esa palabra:  cubanas, y unidas en esa bandera que llevan en sus manos.  Y se han unido para trabajar, para trabajar y para luchar; se han unido para todas las tareas que la Revolución nos trae; se han unido para la lucha y se han unido para el trabajo; se han unido para ayudar a la patria en cualquier circunstancia.  Si mañana en el combate, mañana prestarán su esfuerzo; si hoy en el trabajo, hoy prestarán su esfuerzo.

Muchas cosas hay que hacer, y muchas cosas pueden ustedes hacer. Ahora, lo primero es organizar, reunir a todas las cubanas que quieran trabajar por su patria.  Esos miles y miles de mujeres, decenas de miles de mujeres, cientos de miles de mujeres que quieren hacer algo; y hay mucho que hacer, hay mucho que hacer por el pueblo, y hay mucho que hacer por la mujer.  Y ahora mismo, ya se están organizando las brigadas femeninas de jóvenes; y ya se están organizando las primeras instituciones para recoger a todas esas jovencitas que ni están en la escuela ni tienen trabajo; para enseñarlas, para prepararlas.

¡La Revolución cuenta con la mujer cubana!

Junto a Vilma Espín durante el acto de clausura del II Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). La Habana, el 29 de noviembre de 1974. Foto: Liborio Noval.

Y también hay que estudiar todos los problemas de las mujeres cubanas, hay que estudiar los problemas de las mujeres que tienen que trabajar y no tienen dónde dejar a sus hijos. Hasta ahora las creches son insuficientes, y no puede esperarse que todo lo haga el municipio o el Estado.

El Estado o el municipio tienen los recursos limitados y los necesitan para satisfacer perentorias necesidades. El cambio, organizando a las jóvenes, organizando a esas decenas de miles de jóvenes que hoy no van a la escuela, ni tienen trabajo, y que pueden ser víctimas de todos los extravíos, tendremos un personal humano que podemos prepararlo y organizar todas las creches que necesitan todas las madres trabajadoras de Cuba. Esa es una tarea.

Y hay otra gran tarea, una tarea que está a la orden del día: ayudar a las familias campesinas, ayudar a las mujeres campesinas de las cooperativas. Hay que enseñarlas, hay que prepararlas, y se pueden establecer instituciones para educar a esas familias, para enseñarlas a realizar numerosos trabajos. Ahí están las cooperativas, que constituyen un núcleo donde se puede desarrollar un trabajo importante.

La mujer está participando activamente en las tareas de la Revolución; de los 1 412 maestros voluntarios que acudieron a la Sierra Maestra, aproximadamente el 50% son mujeres.  Es decir que las mujeres acudieron en una proporción igual que los hombres, para soportar una prueba dura, la prueba de las montañas; y acudieron en proporción igual que los hombres para aceptar un trabajo duro, el trabajo de ir a enseñar en los más apartados rincones de nuestro país.

La mujer está realizando una tarea activa y la mujer, organizada, puede contribuir grandemente a hacer desaparecer los últimos vestigios de discriminación.

Porque lo cierto es que quedan vestigios de discriminación para la mujer.  Y eso es tan cierto, que cuando la guerra pudimos comprobarlo, en ocasión en que se organizaba una unidad de mujeres combatientes. En la mentalidad de numerosos compañeros, aquellas mujeres no podrían jamás combatir; en la mentalidad de algunos compañeros, era un error entregarle un arma a una mujer, cuando sobraban —según decían— hombres para combatir. Sin embargo, los hechos demostraron una verdad:  que aquellas mujeres combatieron contra los soldados de la tiranía, que aquellas mujeres combatieron, y le hicieron en los combates al enemigo una proporción de bajas mayor que las que le habían hecho los hombres en otros combates.

Las mujeres pueden ser útiles en todos los sentidos; las mujeres pueden manejar las armas, y las mujeres pueden combatir. Así, en vez de un número determinado de combatientes, considerando combatientes a las mujeres, tendremos el doble número de combatientes.  Solo hay que organizarlas y prepararlas, y constituir también sus unidades de combatientes, las Unidades Femeninas de Combate, para que la mujer no piense que se le relega solamente a otras tareas.

Debe dárseles oportunidad en todos los órdenes, y deben estar preparadas para todas las tareas; y deben ser, sobre todo, la gran reserva en la lucha; deben ser las que sustituyan a los combatientes, cuando caigan, si tenemos que luchar.

Por eso contamos con la mujer cubana, ¡la Revolución cuenta con la mujer cubana! y es tarea de la Federación organizar a la mujer cubana, preparar a la mujer cubana, ayudar a la mujer cubana en todos los órdenes: en el orden social, en el orden cultural; elevando su preparación a través de cursos, a través de publicaciones; poniéndola al tanto de todas las cuestiones que son de interés para la mujer; poniéndola al tanto de las cuestiones de las mujeres en todo el mundo, relacionándola con las actividades culturales y sociales de las mujeres de todo el mundo, haciendo llegar a ella publicaciones femeninas de todo el mundo, noticias de todo el mundo; y llevando a todo el mundo noticias y publicaciones de la mujer cubana.

Actividades culturales, actividades sociales, actividades creadoras, actividades revolucionarias, actividades patrióticas: he ahí las actividades a las que tienen que dedicar su esfuerzo las mujeres cubanas, ¡organizadas!, perteneciendo a las distintas secciones de la Federación en todos los lugares de Cuba.

Y que no quede un solo lugar de Cuba donde no esté constituida la Federación de Mujeres Cubanas, que no exista una sola mujer revolucionaria que no esté agrupada en la Federación de Mujeres Cubanas, y verán cómo la Revolución podrá contar con una fuerza más, con una nueva fuerza organizada, con una tremenda fuerza social y revolucionaria.

De ahí que nosotros, en el día de hoy, en el mismo día que allá se discute, celebremos con júbilo este día histórico y prometedor de la constitución de la Federación de Mujeres Cubanas.

Y ahora, a trabajar, a organizar y a poner en actividad el espíritu creador, el entusiasmo de la mujer cubana, para que la mujer cubana, en esta etapa revolucionaria haga desaparecer hasta el último vestigio de discriminación; y tenga, la mujer cubana, por sus virtudes y por sus méritos, el lugar que le corresponde en la historia de la patria.

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