Hogar de esperanza y amor para una gran familia manzanillera

Casa de niños sin ampareo familiar de Manzanillo // Foto Denia Fleitas

Eran pasadas las cinco de la tarde cuando llegué al lugar, hermoso, imponente, grande, tanto como la obra de infinito amor que trasciende sus paredes, pintadas, casualmente, como la esperanza. “Mami, te buscan” fue la primera expresión.

 

Entonces, comprendí la magnitud del gesto, la trascendencia de un Hogar en el que confluye la inocencia para recibir las atenciones y el afecto del que les priva la vida. Allí, en una esquina del barrio Nuevo Manzanillo, está erigida una de las mayores conquistas en honor al sagrado derecho de contar con una familia.

 

“Mami, mira mi dibujo”, “Mami, tienes que ayudarme a hacer la presentación”, “Este es el ejercicio que te dije, mami”, sobrevinieron luego sin advertir la presencia extraña, ajena a la cotidianeidad de la Casa para niños y niñas sin amparo familiar, de esta ciudad.

Cristian // Foto Denia Fleitas
Cristian // Foto Denia Fleitas

Sentados a la mesa, Cristian y Arianna, los más pequeños de cinco y ocho años, dibujaban los colores del sol y los garabatos que a su entender eran un cometa; Jennifer, de 12, realizaba un trabajo práctico de Ciencias Naturales y Carmen, dos años menor, respondía una actividad preparatoria para el examen de Matemáticas.

 

Ellos, integran el grupo de 11 niños, adolescentes, jóvenes y adultos que habitan el espacio de forma permanente, porque sus padres no pueden por uno u otro motivo responsabilizarse de su cuidado. Y el Estado cubano les ampara y protege, sin distinción ni condición alguna, sólo con el ánimo de que se conviertan en hombres y mujeres de bien.

 

“Aquí se hacen todos los esfuerzos posibles para ponerles todas las condiciones, materiales y humanas, que bien que se las merecen  -asegura Dailanis Llópiz Martínez, directora de la institución- sin dejar de exigirles por su comportamiento correcto, su disciplina, responsabilidad”.

 

“Es una obra genuina, sensible, de valor humano ante todo, pues nosotros les vemos crecer, en su primer día de uniforme escolar, les llevamos a las actividades recreativas, damos las carreras pertinentes cuando se enferman y nos sentimos preocupados por sus desvelos, nos alegramos con sus sonrisas, al igual que en cualquier casa, porque somos, aunque numerosa, una familia”, añade la licenciada en Psicología General.

 

Justo esta es la razón por la que Cuba, desde la publicación del Decreto Ley 76 de 1984 que establece la existencia de la red de hogares y círculos infantiles mixtos y la Resolución Ministerial 48 del propio año, que define la organización de este tipo de centros, garantiza que sus puertas permanezcan abiertas.

 

Cada acto, hecho, suceso que dentro y fuera de sus predios tiene lugar en virtud de las nuevas generaciones, en correspondencia con el cumplimiento de sus derechos básicos, elementales, está amparado en la Carta magna, la Constitución de la República, que reconoce en la familia la célula fundamental de la sociedad y crea las condiciones que propicien la realización del principio de igualdad de todos los ciudadanos.

Cristian y Arianna con
Cristian y Arianna con

 

“Tenemos buenas condiciones constructivas, cinco cuartos con televisor en cada uno, ventiladores y aires acondicionados, baños personales en la mayoría, enfermería con una profesional de forma permanente, cocina, despensa, almacén, comedor, espacios para que jueguen y se diviertan sin correr peligros”, afirma Eyisel Reyes Rodríguez, jefa de departamento de Educación Especial en Manzanillo.

 

La funcionaria del sector que se ocupa de atender directamente este centro priorizado agrega que “además, se les provee de alimentación, aseo, medicamentos, el Estado les entrega anualmente 150 CUC a cada uno para la compra de vestimentas y zapatos, celebramos sus cumpleaños y disponen de personal que contribuye con su educación integral”.

 

De ello se desprende que 21 trabajadores respalden este proceso y tratan de complacerlos por todos los medios, por lo que los hijos de casa no se sienten solos ni desamparados, sino que tienen atención constante, especializada, en respuesta a sus necesidades especiales en su mayoría, porque seis de ellos tienen capacidades intelectuales limitadas.

 

Neisa García Castillo, asistente para el trabajo educativo del Hogar, lo reafirma. “Mi labor es atenderlos en todas las cuestiones de su vida cotidiana, dígase la realización de tareas, adquisición de normas de comportamiento, llevarlos hasta la escuela, que usen correctamente el uniforme, asistir a las reuniones de padres, es decir, nos dedicamos a su cuidado con esmero como si fueran nuestros propios hijos para prepararlos para la vida”.

 

“Así es, dice Carmen de la Caridad Rodríguez León, quien cursa el quinto grado en la escuela primaria José Maceo. Ella es mi tía, como si fuera una segunda madre, me educa por mi bien para que el día de mañana tenga un futuro próspero, por eso la quiero y la respeto”.

 

Por su parte, Gilberto Llorentes López, estudiante de 15 años del Instituto Preuniversitario Fermín Valdez, con 10 años de convivencia allí, plantea que “contamos con el colectivo, que siempre está a nuestra disposición para lo que necesitemos”.

 

Idelisa Lara Lara, metodóloga de Educación Especial, valora que “nuestro deber es responsabilizarnos con el cumplimiento de sus derechos como seres humanos, que reciban afecto, educación, velar por su salud y bienestar”.

 

A 26 años de su implementación, la Casa para niños sin amparo familiar de la localidad continúa repartiendo amor, enseñanza, construyendo sueños como los de Aliannis Santana García que festejó recientemente sus 15 años; el de Gilberto que aspira a ser médico; los de Misael y Yusel, de 21 y 32 años, a la espera de la entrega por el Gobierno Municipal de una casa para egresar del Hogar; los de Cristian y Arianna que siguen dibujando fantasías.

 

Nota: Reportaje realizado en diciembre del 2015