El 7 de noviembre de 2016, a pocos días de producirse su partida física, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, autorizó se publicara –hasta este momento permanecía inédito- su histórico discurso pronunciado el 12 de marzo de 1988, en el primer Consejo Nacional de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), celebrado en el Palacio de las Convenciones, y de esta manera fuese un regalo para los miembros de esta organización por su 30 aniversario, así como de conocimiento del pueblo cubano en medio de los desafíos que hoy enfrentamos.
Intervención de Fidel
Fidel durante su histórico discurso pronunciado el 12 de marzo de 1988, en el primer Consejo Nacional de la Asociación Hermanos Saíz. Foto: Archivo Periódico Juventud Rebelde.
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Compañeros:
Pienso que el tiempo y las circunstancias no son propicias para una intervención prolongada. Vamos a ser prácticos —algunos decían que tenían un discurso por ahí y se les había trabado, el otro dijo otra cosa de las ideas que no quería ponerse a hablar ahora—, lo que quiero es trasmitir algunas impresiones de la reunión y, además, algunas conclusiones personales que saco de este encuentro.
La impresión, realmente, creo que está en el ánimo de todos, no solo para mí, sino para todos, ha sido una buena impresión. Creo que nos vamos a retirar satisfechos del encuentro. Fue bastante fecundo, bastante productivo; ha hablado un gran número de compañeros, aunque otros no hayan tenido la oportunidad, al final algunos cedieron la palabra. No todo fue armónico todo el tiempo, ni era posible que fuera armónico todo el tiempo; surgieron algunas asperezas familiares dentro de esta reunión, pero contribuyeron a darle este carácter tan abierto, tan franco, tan sincero, tan espontáneo a la reunión, una reunión donde se han dicho muchas cosas, y donde se han dicho muchas cosas profundas, serias, muy serias.
Algunos compañeros han hecho referencia, como el compañero Armando, a la reunión aquella del año 1961; de eso ha pasado bastante tiempo. Armando refería los cambios, las diferencias entre aquella reunión y esta, es lógico, no en balde pasan casi 30 años de Revolución.
Si nos volvemos muy exigentes, quizás podríamos decir con espíritu autocrítico, o podríamos preguntarnos si hemos aprovechado bien estos 30 años de Revolución. Sin duda que todos estaríamos de acuerdo en que pudimos haberlos aprovechado mucho mejor; pero también sería justo decir que en estos 30 años se ha avanzado un trecho importante.
Para nosotros es una experiencia singular encontrarnos con esta nueva generación de intelectuales, de artistas, de creadores. A mí el término de creadores me gusta, lo uso más ampliamente, no solo para los escritores y artistas, sino también para los trabajadores que crean, los científicos, debemos tener ese concepto; incluso el que produce bienes materiales para la sociedad es creador. Pero es muy justo utilizar ese término para hablar de nuestros artistas, de nuestros intelectuales y de nuestros escritores.
Digo que es una experiencia singular, porque estamos viendo el fruto de la Revolución. Martí dijo una vez: “Nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino.” El fruto de nuestra Revolución, con sus defectos, es el fruto de nuestra Revolución, y, realmente, no es un fruto agrio. Los que hemos estado aquí compartiendo este día junto a ustedes, hemos podido palpar todo lo contrario: un fruto dulce de la Revolución.
Ha habido una serie de características, que no por habituados que estemos a cosas positivas, a cosas estimulantes, deja de llamarnos la atención: la seriedad con que se habló aquí, la confianza, la franqueza. Dije, anteriormente, la profundidad; diría, incluso, el nivel de las intervenciones, tanto por las ideas expresadas como por la forma en que fueron expresadas. A mi juicio, entrañan una verdadera promesa para nuestro país.
Yo constato en esto algo que vengo observando en nuestro país, no importa cuán inconformes seamos, pero yo veo muchas cosas positivas en nuestro pueblo, muchas, muchas; veo muchas cosas positivas en nuestra juventud, y no participo de esa “soledad del poder” de que habla García Márquez que escribió un prólogo por ahí con la fantasía de Cien años de soledad (Risas). Dijo, incluso, que una vez me había comido 18 bolas de helado. Y no estaba tratando de presentarme a mí como un glotón, sino todo lo contrario, muy medido, muy disciplinado, pero que un día me comí 18 bolas de helado. Eso es de la imaginación de García Márquez, que ve a la gente volando por el aire y todo eso (Risas). Creo que nunca me he comido más de cinco bolas de helado, como cosa excepcional o superexcepcional. Puso 18, pero no puso 28 de milagro.
No conozco eso que se llama la soledad, porque cuando uno puede compartir con su pueblo —y yo trato de compartir lo más posible— se encuentra, precisamente, la antítesis de la soledad, y me siento, en ese sentido, el hombre más acompañado del mundo (Aplausos prolongados). Me mezclo mucho con el pueblo y nunca me sacio de mezclarme con el pueblo, y constantemente veo personas maravillosas en nuestro país, y no estoy pensando solo en los que están cumpliendo misiones internacionalistas, corriendo riesgo, en una conducta heroica; si precisamente en estos días los recordaba, cuando se mencionaba a los grupos de artistas que fueron a Angola.
Hemos visto en estos meses miles y miles de compañeros partir hacia allá, cuando se les habló, cuando se les explicó, cuando vieron, incluso, el sentido de ayudar a sus propios compañeros, con un entusiasmo increíble; así, con un entusiasmo increíble, con una disciplina, con una decisión. Y, realmente, ha cambiado la correlación de fuerzas allí; ya ha cambiado. Los arrogantes y prepotentes sudafricanos, la raza superior; el país de la raza superior, la gran potencia lleva más de 100 días tratando de tomar un pedazo del territorio de Angola en Cuito Cuanavale y no ha podido tomarlo, se ha roto los dientes con eso.
Nosotros no estábamos allí en ese lugar, eso estaba lejos de nuestras posiciones, hacia el este del flanco izquierdo nuestro, una buena distancia. Primero, mandando algunos grupitos de asesores, algunos compañeros de Tropas Especiales de Seguridad, ayudando a los angolanos, en la artillería, en algunos tanques, se fue levantando la resistencia. Después, la aviación nuestra, nuestros pilotos han escrito una proeza increíble, porque una de las cosas que hicimos fue mandar a los mejores pilotos del país para allá, ¡los mejores! , y allí es donde hacían falta, porque aquí para defendernos tenemos a todo el pueblo, pero allí era nuestro ejército.
¡Es increíble! Espero que algún día se puedan conocer las proezas que han hecho allí, pero han ganado la superioridad en el aire. Los prepotentes sudafricanos rehúyen el combate en el aire. Nuestros aviones están a pupilo todo el día allí en Cuito Cuanavale sobre el enemigo, sobre las tropas sudafricanas blancas, porque ellos tratan de hacer la guerra con el mínimo de bajas blancas; con tropas llamadas de defensa de Namibia y también con tropas de la UNITA, que es una organización mercenaria a su servicio, y les han hecho tremendas bajas . Pero lo más importante: comprometieron su honor, su prestigio en tomar aquello y no han podido tomarlo; porque en un momento dado mandamos unidades de tanques, de infantería blindada allí. Nos metimos en aquella ratonera, que se ha vuelto la ratonera del enemigo, y ahora tienen que tomarla.
Les hablo de esto, me embullé y les hablé un poco de estas cosas en detalle porque uno quisiera que supieran, y cualquier día lo sabrá también todo el pueblo, cómo se ha portado nuestra gente. Y para dondequiera, cualquier movimiento, cualquier cosa, con qué entusiasmo, con qué confianza; uno tiene unas pruebas constantes. Pero no me refiero a ese heroísmo de la gente entre aquellas cosas que a uno le impresionan; todos los días me impresiono viendo gente sencilla del pueblo que no están en la guerra, que no están en una situación dramática y se comportan de una manera tan excelente, tan buena.
Hace unos días hice un recorrido con dos secretarios del partido soviético: Dobrynin y Medvédev, que son dos secretarios que vinieron a una reunión que tuvimos aquí. Me fui una mañana con ellos y empecé a recorrer lugares que son modelo de espíritu de trabajo: pasé por el contingente, pasé por Ingeniería Genética, por Inmunoensayo. En un tramo pasamos por una serie de puntos, terminamos por allá por la EXPOCUBA, donde hay más de 1 400 trabajadores de la capital —microbrigadistas, fundamentalmente— preparando el Centro de Exposición Permanente de los Logros de la Ciencia y la Técnica, y cuando salieron de allí…
Porque empezaron a preguntarle a la gente; a muchos que nos visitan les cuesta trabajo entender y preguntan, y voy a decir algo más: a veces a nosotros nos cuesta trabajo explicarlo: bueno, ese fenómeno, ¿por qué?
Allí había muchas mujeres, les preguntan ellos: “¿Tú de dónde eres?” “De aquí, de allá.” “¿Dónde te gusta estar más?” “Bueno, nos gusta estar aquí.” Y allá estaban trabajando ocho horas, si acaso cumplían la jornada. Aquí trabajan 12, 13, 14; mujeres que viven a veces por Regla, por Guanabacoa. Imagínese la ruta que tienen que seguir para llegar, y estar después 12 y 14 horas.
Mucha gente me preguntaba y yo les digo: pregúnteles a ellos. Y tienen cada respuesta. A algunos les dicen: “¿Dónde te gusta más?” “Aquí.” “Pero, ¿por qué aquí?” “Bueno, porque aquí vemos el fruto del trabajo, lo vemos; somos una familia, hay un espíritu”, y dan unas respuestas que son impresionantes.
Cuando salíamos, uno de ellos dijo: “Bueno, es que aquí hay un clima político excepcional.” Y yo saqué la conclusión: sí, es verdad; hay un clima, derivado de esa actitud de nuestra gente, que es excepcional. Estoy seguro, sin exageración, de que no se ve hoy en ningún otro país del mundo; lo puedo decir sin chovinismo, sin exageración.
Ayer mismo, viernes, con una delegación de norteamericanos que estaba aquí, incluso un senador, dije: “Voy a dar una vuelta tres horas”, y los llevé a dar una vuelta. Me detengo por allí —se me ocurrió de paso, iba a otros lugares—, entro en el hospital “Albarrán”, que lo están ampliando a una velocidad récord, y desde que llegan se topan cosas extrañas para ellos: una brigada de trabajadores del hospital, un grupo de médicos, tienen un programa, que se van rotando 15 días de trabajo, junto a los obreros, pero incluidos cirujanos, y no es que estén haciendo un disparate o algo que les pueda lesionar las manos, pero están de ayudantes, ponen ladrillos, les dan un ejemplo a los trabajadores, dignifican el trabajo de los trabajadores, porque ellos pueden convertirse en ayudantes de albañiles, carpinteros, de lo otro, pero fue notable; había mujeres médicos, hombres médicos, y explicándole allí al norteamericano qué hacían, cómo lo hacían; voluntarios de todas clases, estudiantes y a una señora le preguntamos: “¿Usted, señora, de dónde es?” Dice: “Bueno, yo estoy de vacaciones.” Digo: “¿Y cuantos días tiene de vacaciones?” “Quince, pero le voy a dedicar días a este trabajo.”
Se ven tantos ejemplos no excepcionales, sino masivos, al extremo que tienen mucha más gente pidiendo un lugar allí para hacer algo, que puestos de trabajo para la gente que va a solicitar.
Fuimos un poco más adelante y vimos un hospital que se está ampliando, que se inauguró hace 14 meses, que es el Cardiocentro, donde se hacen operaciones de niños muy complicadas, de mucha responsabilidad. Se está haciendo un motel para que los niños, o antes de ingresar o después, no ocupen camas; si a un niño de Granma, de Manzanillo, de Baracoa tienen que estar observándolo 15 días después de operado, hasta 20, pero ocupa camas en el hospital, eso amplía en 30 camas, y hay una gente que está construyendo allí.
Y me encontré una cosa impresionante, pero lo bueno es que estaban los yankis viendo todo aquello; eso es un fenómeno rarísimo, una sociedad tan enajenada no puede entender eso. Nos encontramos con el fenómeno de una abuela que había sido maestra, la hija que era maestra también y un niño de 8 años, que se llama Alexis. Yo veo aquel niño de 8 años que está allí, llegaron a saludarnos. Les digo: “¿Qué está haciendo?” Dice: “El carga arena con la pala.” “¿Dónde estaba trabajando?” “Allí.” “Déjenlo que vaya, quiero verlo trabajar, cómo trabaja ese niño de 8 años y qué hace.” Y si ustedes ven al niño cuando llega con una seriedad tremenda, empieza a cargar la arena, después a cernirla.
Entonces yo digo: “¿Y la abuela, qué edad tiene?” Dice: “Setenta y tres.” “¿Y usted qué hace?” “No, yo hago lo mismo.” Y les digo: “¿Por qué no van los dos allí y hacen lo que normalmente ustedes están haciendo aquí?” Y allí se fue la abuela de 73 años y el nieto de 8 años, y si ven aquella pareja, la abuela y el nieto, haciendo un trabajo útil, no matando el tiempo, sino haciendo un trabajo útil. Aquella señora que había llegado, me había abrazado, yo la veía como debilita, como gastada, y cuando agarra la pala era impresionante, era como si se transformara, parecía una atleta, lo digo así de verdad, con su pala. Pero me di el gusto de que el senador y todos aquellos norteamericanos estuvieran viendo aquello (Risas). Nadie podía imaginarse eso, nadie sabía que íbamos a ningún lugar, y había estudiantes de medicina que estaban en su día libre trabajando allí.
Después nos fuimos al hospital, a enseñarles el Cardiocentro, que es un centro de nivel mundial, y no dudo de que se va a convertir en uno de los mejores del mundo, por lo que estuvimos viendo allí, la consagración de la gente. Hay una parte en el tercer piso, donde está la terapia intensiva de los postoperatorios, y por unas ventanas de cristal, que es por donde pasa la familia, se podían ver, y ahí había cinco niños de días y de meses, niños de 13 días a los que les habían salvado la vida en complicadas operaciones. No pude menos que sentir una gran satisfacción de que los norteamericanos fueran testigos de esa proeza que estaba teniendo lugar allí.
Un poquito más adelante había un niño como de seis o siete años, tenía 24 horas, que no fue necesario operarlo, porque ya hay otros procedimientos: un catéter por una arteria, y le llega hasta el pulmón y le ensanchan un conducto reducido y le salvan la vida al niño sin operarlo ya. Esa es una técnica bastante sofisticada. Yo mismo, que voy allí a cada rato —creo que ya me he anotado la visita número 27 a ese centro, a veces llevo visitantes, una vez a Daniel Ortega, a los mismos soviéticos los llevé allí—, me quedé impresionado de cómo aquellos médicos, en tan breve tiempo, han hecho adelantos tan grandes, con un porcentaje de supervivencia elevadísimo, y que estén haciendo lo que están haciendo a gente que morían allí, y los yankis viendo. Esto fue al día siguiente de la gran cosa de los derechos humanos, una cosa muy ejemplar.
Salimos y pasamos por el Centro Nacional de Exposiciones, había allí también un montón de gente, y a conversar, y los yankis que les pregunten. Nos fuimos después a ver los umbráculos nuevos, que es una obra de arte en el Botánico, una cosa realmente preciosa han logrado allí.
Después cuando nos íbamos, nos encontramos la Brigada 2 del “BIas Roca”. Era casi de noche ya, como a las 7:00, y unos camiones yendo y viniendo, y les digo: miren la hora que es, ¿ustedes saben cuándo empezaron? A las 7:00. Digo: vamos a detenernos aquí a conversar. Porque él estaba preguntando por qué, cómo era posible, que si eso es porque la Revolución era como un árbol que retoñaba, y yo le decía: “Hay un estado anímico en la gente muy bueno.” Y le digo: “Mire, pregúnteles a ellos, hable con ellos y pregúnteles por qué.” Y le dice a aquella gente: “¿Ustedes a qué hora empezaron?” “A las 7:00”, eran las 7:00 de la noche, y están hasta las 10:00, hasta las 11:00. A aquellos hombres hay que estarles prohibiendo que se extralimiten en lo que están haciendo.
Después me quedé pensando que en un tramo tan pequeño, de unos pocos kilómetros, en una sola dirección —porque hubiéramos podido llevar los a Guanabacoa, a La Lisa, a cuarenta lugares, hubiéramos podido preparar 40 circuitos como ese—, en un brevísimo circuito todas estas cosas, que uno lo ve en la gente y uno lo que hace es sentir admiración por la gente; la verdad, es sentir admiración, así. Yo creo que también el amor se hace de cariño hacia la gente, de admiración hacia la gente, de una alta valoración de la gente, cuando usted ve que la gente se comporta así. Y son ancianas, abuelas, nietos de cualquier edad, escolares; no hay una obra de esas donde no haya un montón de escolares. Digo: “Estoy seguro de que esto no se ve en ninguna parte del mundo.” Es que nuestra Revolución fue muy autóctona, es la realidad, no nos la regaló nadie, no nos la hizo nadie; ha recibido gran colaboración y ayuda, de lo cual estaremos eternamente agradecidos, pero es una revolución muy autóctona.
Creo que si aquí en la cultura se dijo que no hubo errores estratégicos, en la Revolución no hubo errores estratégicos; hubo algunos períodos en que nos invadió el mecanicismo, el tecnicismo, el tecnocraticismo, el teoricismo y el mercachiflismo (Risas). Por eso ustedes me ven, a veces, que yo reacciono… El mismo Patricio puede haber visto que yo reaccioné un poquito a la idea del autofinanciamiento; no, es que yo pienso que tenemos que hacer un enorme esfuerzo en todo lo relativo a controles, costos, productividad. Pero no se logra eso con esos mecanismos. Los trabajos que estamos haciendo ahora sí están generando una productividad increíble.
Cuando ustedes hablaban de los problemas que tenían con la estabilidad del trabajo, dificultades de ese tipo por culpa de leyes desde el año 1981, los de antes y los de después, ustedes no se imaginan en las fábricas, en los centros de trabajo, cuántas cosas hay que cambiar también, porque traban la eficiencia, traban la productividad, traban todo. Nuestra propia legislación laboral, paternalista, muchas veces promueve la indisciplina, premia al peor y no al mejor; pero, sobre todo, los perfiles estrechos, las plantillas infladas. Nosotros decíamos: ¿Por qué se inflan tanto las plantillas? Y es que sencillamente esos perfiles estrechos dan lugar a que en un lugar como este haya cinco gente haciendo cosas que las puede hacer uno: uno limpia estos asientos, el otro las paredes, el otro el piso, el otro hace cosas, y uno podría hacerlo, cinco no tienen contenido de trabajo para ocho horas y se están todo el tiempo sin hacer más nada.
Les puedo citar el ejemplo de la termoeléctrica, que ya empieza a funcionar en estos días, de 330 000 kilowatts, en Matanzas, que de acuerdo con las normas tradicionales iba a llevar 650 trabajadores, y cuando se aplicaron todos estos conceptos, para buscar de verdad contenido de trabajo, perfil ancho, multioficio, va a funcionar con 249 trabajadores. Yo dije: incluso a estos trabajadores les podemos poner mejor salario, porque dándoles una pequeña parte de los casi 100 000 pesos que ahorramos mensuales, al ahorrar más de 400 trabajadores, es una cosa práctica para mejorar, incluso, los ingresos de las personas.
Nosotros estamos descubriendo el secreto, el verdadero secreto; son trabas creadas históricamente o en la misma Revolución, tendencias que han dado lugar a esos fenómenos de las plantillas infladas. Claro, eso no lo vamos a aplicar; eso lo estamos aplicando en centros nuevos, en fábricas nuevas, en un hospital que se amplía. Ese mismo hospital, el “Albarrán”, se amplía, es de 300 camas y se amplía en 450 más, y me decía el director ayer: “nosotros teníamos 2,6 trabajadores por cama, y ahora, con la ampliación y racionalización, tendremos 1,7. En esta nueva obra, el nuevo empleo equivale a 0,8 trabajador por cama”. Es decir, él amplía allí; si hubiera seguido lo tradicional, ponía 2,6 por las 450 camas, y ahora solo añade 0,8 trabajador por cama, mucho menos de 400 camas.
Estamos viendo unas posibilidades tremendas de buscar eficiencia, de buscar productividad, estamos encontrando los caminos.
Otra de las trabas: los famosos escalafones. En el Congreso de la Juventud nos dimos clara cuenta de aquello, nos ayudó mucho el Congreso a hacer otro descubrimiento de las cosas que traban: les daban el puesto no al mejor, no al más calificado, no al más apto, sino al más antiguo. Incluso si iban a formar una enfermera para terapia intensiva pediátrica, tenían que buscar a la más antigua, no a la que tuviera más condiciones, más vocación, más preparación, y todos esos aspectos relacionados con el escalafón, que también traban.
Aquí tenemos una especie de escalafón también, que está trabando, que está impidiendo el acceso de mejores gentes. No es solo la cuestión de la estabilidad en el empleo, aquí se dijo, y Luis Alberto lo dijo, “la cuestión de la calidad se afecta mucho”, porque también el artista quiere no solo tener un empleo estable, quiere expresarse, quiere dar al pueblo, y allí puede haber alguien que no tiene esas condiciones, y él no puede hacerlo. Es decir, no es solo económico, no es solo social, en lo respectivo a la calidad, todo eso, tenemos muchas trabas de esas.
Baste decir un ejemplo: en una empresa militar industrial, fueron a poner en práctica muchas de estas ideas del multioficio y a hacer una cosa bien racional, tenían que violar como 62 disposiciones legales de distinto tipo. Se autorizó a título experimental, pero eran 62 disposiciones legales. No se imaginan ustedes la cantidad de trabas que estorban la eficiencia económica, la calidad, la productividad. Por eso digo: no es que nos hayamos olvidado de todo lo relacionado a la contabilidad, los costos.
El contingente “Blas Roca” les puede decir cuánto cuesta cada metro que hace, todo, todo: el gasto en combustible, el gasto en equipos, el gasto en aceite, el gasto en materiales, el gasto en salario, lleva la cuenta ahí. Déjenme decirles que produce a la mitad del costo que lo que se producía habitualmente. Digo: ahora sí vamos a saber qué vale un kilómetro de carretera, porque antes no; confundían el presupuesto, el valor de los costos, y entonces ponían un presupuesto de 10 millones. Usted le pone 10 millones al contingente “Blas Roca”, lo tradicional, y se lo hace en 5 millones. Se ha logrado una eficiencia tremenda.
Nosotros no vamos a descuidar, ni en lo más mínimo, todo lo que se refiere a la eficiencia económica, pero habíamos caído en un mercachiflismo terrible, ni se sabe las consecuencias que habíamos tenido con esas empresas que actuaban como empresas capitalistas; es decir, tuvimos un bache serio.
Yo me imagino lo que ha pasado en algunos países por ahí, porque todos estos mecanismos estuvieron funcionando 25 ó 30 años; aquí estuvieron 10 y por poco acaban con nosotros, esa es la verdad, en el cual se estaba aplicando una experiencia de otros países. Pudiéramos decir que el Che previó, porque el Che —y nunca se había vivido esa experiencia por un país del Tercer Mundo— tenía una desconfianza terrible de aquellos mecanismos y decía que no se podía construir el socialismo a base de aquellas categorías capitalistas.
Cuando en el año 1975 se empezó a aplicar aquí el sistema similar a los demás países socialistas, tuvimos todas estas cosas. Después las empresas no querían terminar un edificio porque ganaban dinero moviendo tierra, poniendo columnas y no ganaban dinero terminando que es lo más difícil, lo que menos ganancia daba, y se empezaron a convertir en unos capitalistas de pacotilla. Yo digo: bueno, podemos decir que la Revolución pasó un período de eso, iba en estancamiento y descenso. Esa es la realidad.
¿Podríamos llamarlo error estratégico? Creo que se hubiera convertido en estratégico si nos empecinamos en eso, si no rectificamos, si no nos damos cuenta de que aquellas tendencias iban a debilitar terriblemente a la Revolución, y rectificar a tiempo aquello evitó que eso se convirtiera en un error estratégico; pero es que me tengo que preguntar también: bueno, ¿por qué tenemos esta actitud en nuestra gente y usted no la encuentra en ningún otro país? Me llama la atención cuando los soviéticos dicen: “Es que hay un clima político especial.” Ellos están buscando soluciones porque tienen que encontrarles soluciones a todos estos problemas, para salir del estancamiento de muchos de estos problemas. Y yo digo: este veneno del sistema este, este fenómeno de enajenación tiene que haberse producido y durante mucho tiempo tiene que ir dejando su secuela.
La rectificación, en ese aspecto —hay que rectificar en montones de cosas—, nos liberó. Un país que tiene esas virtudes de que hablo, un país que tiene en este momento más de 45 000 hombres en Angola —no les doy la cifra exacta, pero les digo que es más de 45 000—, hijos de este país, de este país donde no aparecían antes ni 10. Eso no se paga con ningún dinero, eso solo es posible a base de determinados valores que estén metidos de verdad en la mente y en el corazón de los hombres. No son solo los 100 000 maestros o los 7 000 de la Asociación “Hermanos Saíz”, que estoy seguro de que los llamamos y van. Yo no tengo ninguna duda de eso, te lo advierto, porque he visto muchas cosas para venir a tener duda acerca de lo que yo estoy seguro de que ustedes son capaces de hacer.
Pero, bueno, que el hombre lleve eso. Váyase a otro lugar. Yo he puesto el ejemplo de los 100 000; pero nosotros estábamos destruyendo eso, estábamos empezando a destruirlo con el montón de tendencias negativas que iban entrañando también fenómenos de corrupción, de reblandecimiento, que era toda la filosofía de vivir bien y ganar mucho, en que se iban distanciando cada vez más del pueblo.
Entonces, ¿qué país tiene esas cualidades? ¿Qué país tiene esos valores tan fuertes, tan sólidos, como los tiene el nuestro? Ahora todo eso está hacia arriba y cuando el yanki me preguntaba, yo le decía: “Mire, aquí hay un conjunto de factores.” Yo habría tenido que darle una larga explicación al yanki de todos estos fenómenos, de todos estos mecanismos, porque lo peor no fueron tantos los mecanismos como la creencia de que esos mecanismos, espontáneamente, llevaban a la optimización, que eran el instrumento para construir el socialismo, para el desarrollo. Ese fue uno de los grandes errores, no solo haber introducido algunos mecanismos enajenantes, sino que, realmente, se creyó que eran la panacea.
Al senador yanki —estoy empleando el término yanki no en sentido despectivo, porque esta es una persona con la que se puede hablar, se puede razonar, capaz de ver— le decía: “Eso sería largo de explicar, pero si quiere yo se lo resumo: es que tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que se le pida que haga por la Revolución” (Del público le dicen: “Y un Fidel”).
No, no, pero yo pienso pasar, y va a quedar el pueblo, y van a quedar las ideas. Ha sido para mí un privilegio y, en cierta forma, la experiencia acumulada de un número de años, no voy a decir que es inútil; lo que nos interesa a nosotros es que esto se asiente sobre valores, sobre ideas, sobre principios, porque eso es lo que hace, realmente, duradera la obra.
Pero bien, yo le decía: “Tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que se le pida, el problema es que nosotros no sabemos qué pedirle; tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que sea necesario hacer por la Revolución, somos nosotros los que no sabemos qué decirle al pueblo que haga.”
Los problemas de todo tipo que hemos tenido están en nosotros, no están en el pueblo, no están en la gente. Aquí la virtud se ha hecho masa, así: la virtud se ha hecho masa, el espíritu de sacrificio, el heroísmo, el entusiasmo. Nosotros estamos llegando a un nivel más alto que creo que ninguna otra sociedad haya llegado, estamos llegando a un nivel, en un proceso revolucionario, en que los valores están jugando —los valores éticos, los valores morales— un papel tan alto como a un nivel al que no ha llegado ninguna sociedad.
Vean ahora el despertar, la actitud de la gente, el espíritu de la gente, no son cosas que a uno le estén contando o que quiera estar con un falso optimismo o triunfalismo, son cosas que uno está viendo todos los días. Yo admiro mucho a esa gente anónima, a esa que no sale nunca en un periódico; a esa gente que no tiene más estímulo y más motor que sus ideas, sus deseos de hacer, sus deseos de avanzar, su comprensión, su cultura política, su integridad moral. Yo admiro mucho a esa gente, porque me encuentro a cada rato: una muchacha joven, que si trabaja en el aeropuerto, que tiene dos hijos y cada día libre está allí. Hay mucha gente que cada día libre está allí haciendo un esfuerzo serio, grande. Veo tantos casos y tantos ejemplos que, realmente, digo que tenemos unas cualidades excepcionales y creo que nuestra Revolución puede ser excepcional.
Yo sí creo en el socialismo y creo cada vez más en el socialismo, porque hemos visto; lo que se puede hacer en el socialismo, no se puede hacer jamás en el capitalismo, ni se puede hacer a base de cosas materiales. ¿Qué, nos vamos a poner a competir con la sociedad de consumo yanki? ¿Vamos a entrar en competencia para que la gente se quede aquí a base de darles más zapatos, más lujo, más cosas? ¿Cuántos se quedarían aquí?, si el cemento que une al ciudadano a su patria no es otra cosa que el bienestar material. ¿Vamos a competir con los salarios de los imperialistas, su productividad, su tecnología? Eso para mí siempre fue una cosa muy clara desde el principio, que nosotros no podíamos competir con la sociedad de consumo en cosas materiales. Sí, debemos dar lo material y todo lo que podamos; sería absurdo, injustificado, si usted puede dar un 0,1% más y no lo da, y debemos esmerarnos por mejorar las condiciones de vida del pueblo, y creo que las vamos a ir mejorando, en las viviendas, en las escuelas, en los círculos, en la cultura. Recuerdo lo que dije que significaba la cultura cuando había los criterios de que “esto cuesta tanto”,”esto es improductivo”, como si lo único productivo fuera aquello que produjera cemento, acero, cosas materiales.
Hay una metodología socialista que jamás me he podido resignar a ella: una metodología en virtud de lo cual un calzoncillo vale más que un trasplante del corazón; porque, incluso, el calzoncillo se pesa o se mide o se cuenta y dice: vale 80 centavos o dos pesos o tres pesos. El trasplante del corazón no se mide, no se cuenta, no incrementa las riquezas del país. La cultura tampoco aparece creando bienes materiales, a no ser que imprima un disco o un libro; pero ni la salud, ni la educación, ni la cultura, nada de eso lo cuenta la teoría y ahora es que nosotros vamos a empezar a contar. El trabajo de 600 000 o más de 600 000 ciudadanos dedicados a la salud y a la educación no cuenta, no aporta nada al producto bruto; los capitalistas sí cuentan, todo eso lo están contando.
Se creó dentro del socialismo la tendencia a ver nada más que aquellas cuestiones que producían bienes materiales, que incrementaban. Bien puede el país, de un año para otro, no incrementar los bienes materiales en nada, ni en un gramo, y si duplica, si triplica la calidad de los servicios culturales, eso incrementa la satisfacción, la felicidad, el nivel de vida.
Le di una vuelta al yanki por el parque “Lenin” y le digo: aquí no había un lugar para descansar, y aquí más de 100 000 personas vienen los fines de semana, descansan. Le digo: “Esto es nivel de vida.” El hombre dice: “Me alegro que usted vea eso así, como cosas del nivel de vida.” Pero eso no aparece en toneladas de nada, con el arte pasa lo mismo; no aparece incrementando esos valores.
Nosotros decimos que no debemos en lo más mínimo desaprovechar cualquier oportunidad de mejorar las condiciones de vida material o espiritual, que lo espiritual aquí es un nivel de vida también; pero no podemos basar la motivación del hombre, simplemente, en bienes materiales.
Si se cree en el hombre, y es un punto de vista del que yo parto, ¿es un animalito que obedece solo al palo o a la zanahoria? Yo no creo que el hombre sea esa porquería, realmente. Yo creo que el hombre es mil veces superior a eso. Me parece que es un concepto que empequeñece al hombre.
La experiencia, el privilegio de haber vivido todo este proceso revolucionario me da una convicción tan profunda de que se puede creer en el hombre. Y así fue, si no nosotros habríamos estado locos cuando un grupito pequeño intentó cambiar la vida del país, derrotar a un ejército enorme, o cuando desembarcamos 82 hombres. Si no hubiéramos tenido confianza en las ideas, si no hubiéramos tenido confianza en el pueblo, si no hubiéramos tenido confianza en las virtudes de nuestro pueblo, que se empezó a gestar allá desde los años sesenta y ocho, en las guerras de independencia, en el heroísmo de aquellos tiempos, en las ideas de Martí, en los esfuerzos de nuestros independizadores, los que lucharon por nuestra independencia, y a pesar de las décadas que nos cayeron de veneno yanki y de corrupción yanki, si nosotros no hubiéramos creído en el pueblo, ¿a dónde habríamos ido a parar?
Entonces, ese es un ejemplo tan claro, tan elocuente, que es lógico que se tenga esa confianza, nosotros creíamos en los valores del pueblo y creíamos en las ideas, incluso, cuando nos quedamos como con siete fusiles. Hace unos días hicieron un acto allá en conmemoración creo que del 30 aniversario del día en que Raúl y yo nos reunimos, y reunimos siete fusiles y nosotros seguimos. ¿Cómo se podía hacer eso si no se cree en la gente, si no se cree en el pueblo, si no se cree en esos valores morales? Y cuánta gente no estuvo dispuesta a dar la vida, y cuánta no la dio, ¿por algún dinero habría hecho eso? Y hoy también nos preguntamos nosotros: ¿Es por algún dinero, es a base de mecanismos de tipo económico que vamos a impulsar? No, eso no es posible.
Creo que nosotros tenemos un premio en esa confianza en el pueblo, cuando vemos todas esas cosas que yo les cuento, que las veo todos los días y las veo en todas partes. No me lo viene a decir nadie, no lo leo en un informe, lo veo, hablo con la gente, me gusta hablar con la gente.
En los 27 círculos que tuvimos que inaugurar, hablé con las 27 directoras; hablé con las de música y les pregunté: “Dígame cómo hacen el trabajo, toda la cosa…” ¡Ah!, por cierto, compañeros, me estaban diciendo que las educadoras de música de los círculos estudian cuatro años, son cuatro años de preparación que tienen, no es un curso de seis meses. Lo que es posible que algunos círculos no tengan ese personal, es posible que en muchos lugares no tengan ese personal y se hayan visto algunos de esos problemas; pero lo que yo vi en las nuevas instituciones y en los que están preparando, realmente, me hizo muy buena impresión y pude confirmar el detalle de que tienen cuatro años de preparación. Vale la pena profundizar un poquito en esto para sacar ideas con relación a las respuestas que tenemos que dar a cosas que se plantearon aquí.
Bueno, les he hecho esta larga historia, ¿por qué? Porque creo en el pueblo, creo en la Revolución, creo que podemos sentirnos orgullosos de la Revolución y de la obra de la Revolución, a pesar de nosotros. Alguien recordó lo que dije una vez con mucha convicción: “Hemos hecho una revolución más grande que nosotros mismos.” De esa Revolución más grande que nosotros mismos, debemos estar orgullosos, pero debemos seguir cultivándola, debemos seguir desarrollándola.
Entonces, esta Revolución no puede ser buena solo en un número de cosas, esta Revolución tiene que ser buena en todo, tiene que ser excepcional en todo (Aplausos prolongados). Lo digo para añadir que esta Revolución tiene que ser excepcional en la cultura y tiene que ser óptima en la cultura; es decir, tenemos la obligación de enfrentarnos a estos problemas y resolverlos con nuestro estilo, con nuestras ideas, con nuestros análisis, con nuestra experiencia, y, entonces, tratar de darles el tratamiento correcto a estos problemas, el tratamiento óptimo.
Ya no hablo tanto de la reunión con los intelectuales porque aquello fue un inicio. Creo que hubo una cosa muy buena, clarividente, que nosotros nos dimos cuenta de para qué enfrascarnos en todos esos rollos relacionados con el realismo, que mencionó Armando, y con las formas, y me pareció todo aquello una locura, y fue cuando dije “aquella revolución”, porque en aquel momento no se estaba discutiendo de contenido, se estaba discutiendo sobre las formas y fue cuando se dijo: “Bueno, señores, dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada. Vamos a emplear con absoluta libertad cualquier forma de expresión.” Eso ya nos diferenció a nosotros de todos los demás países socialistas, que se pasaron como 25 años hablando del realismo, ¡como veinticinco años!, entonces nosotros nos habríamos liberado.
Hoy tenemos que ir a más, hoy tenemos que ir no solo a forma, sino a contenido. Si realmente hemos tratado de definir la rectificación, que la rectificación no es solo lucha contra tendencias negativas, desviaciones, errores; la rectificación es también la búsqueda de fórmulas nuevas para viejos problemas. Digo: pueden ser viejos problemas en la Revolución, o pueden ser viejos problemas desde antes de la Revolución, digamos; la discriminación de la mujer es secular, tiene siglos, y entonces nos encontramos con que nos liberamos, precisamente, por no tener un servil espíritu de copiar, un servil espíritu de imitación, y dijimos: “Bueno, libre la forma”, y ahora ya no es solo de forma.
Creo que aquellas palabras tienen un valor histórico, algunos valores permanentes, pero estamos en una época nueva y tenemos que aplicar en la cultura el principio de soluciones nuevas a problemas viejos, y soluciones nuevas —puedo añadir— a problemas nuevos (Aplausos).
No son los mismos problemas de 1961, hay problemas nuevos y hay problemas viejos, y tenemos que aplicar ese principio de rectificación, de buscar soluciones nuevas a los viejos y a los nuevos. Tenemos que ser valientes, tenemos que ser abanderados de la libertad, porque esas fueron siempre nuestras banderas; abanderados de la verdad, porque ese fue siempre nuestro principio, nuestra lucha. Creo que tenemos que ser valientes y marchar, incluso, por caminos nuevos. Alguien dijo que podemos equivocarnos, podemos decir: sí, podemos equivocarnos en algunas cosas, pero aquí puede haber de todo.
Yo me acuerdo que cuando planteé esta cuestión de buscar el máximo de espíritu crítico decíamos: es preferible los inconvenientes de los errores que se produzcan, a los inconvenientes de una situación de ausencia de crítica. Y podría decir: es preferible los errores de tener mucha libertad, a los inconvenientes de no tener ninguna libertad (Aplausos prolongados). Si la Revolución no tuvo temor a nada de eso, al principio, cuando no había ni ideas socialistas en este país.
Creo que aquello fue después de Girón. Es verdad que si aquella reunión fue después de Girón, por junio, ya había ocurrido Girón y la Revolución, resueltamente, como respuesta a la agresión imperialista, proclamó el carácter socialista de la Revolución. Ya en Girón se luchó por el socialismo, pero muy temprano nosotros desafiamos todo. Es verdad que estábamos en una lucha muy violenta, era la época en que había 300 organizaciones contrarrevolucionarias: se reunían cuatro tipos, inspirados y estimulados por Estados Unidos y hacían una organización.
Nuestra lucha persiste, hay que decirlo, adquiere otra forma; ahora, adquiere formas más sutiles, ya no es la burda contrarrevolución, está la acción del enemigo, sobre todo en el campo ideológico, por todos los medios, por su radio gusana, por cuantos medios sean posibles. Ahora están aprovechando la zafra de la autocrítica del socialismo, porque casi pretenden afirmar que ya el socialismo desapareció.
¿A nosotros por qué nos están llevando tan recio?, porque casi nos miran como el único adversario ideológico. ¿Por qué hacen esas feroces e infames campañas? A algo le temen, o no perderían energía y tiempo en eso. Ya no dedican su arsenal fundamentalmente contra China, contra la URSS, contra los demás países socialistas, sino contra Cuba, aquí, el vecino que está a 90 millas. Es contra nosotros que están empleando todo su arsenal, pero tiene que ser por algo, pero por algo les salió el tiro por la culata también (Risas). Y creo que lo que les ocurrió en Ginebra justifica lo que hacen contra nosotros, porque esa fue la batalla de Cuba, con la ayuda de países latinoamericanos, países del Tercer Mundo, países socialistas, pero fue la batalla de Cuba.
¿Cómo le pudimos, a ese coloso tan poderoso, desbaratar la maniobra cuando casi tenía ya aplastada a la gente a base de sus presiones? ¡Ah!, por la moral de Cuba, por la autoridad de Cuba, por el prestigio de Cuba. Están furiosos, tienen que estar furiosos. Han hecho sus paces ya con los grandes del socialismo, muy amistosos, hasta cariñosos (Risas), y con nosotros la lucha, la cosa. No les falta razón, y debe indicarnos que somos una potencia moral, una potencia política, una potencia revolucionaria, una potencia ideológica.
Gerardo Alfonso en primer plano, detrás a la izquierda Silvio Rodríguez, durante el discurso de Fidel en el Consejo Nacional de la AHS en 1988. Foto: Archivo Periódico Juventud Rebelde.
El enemigo va a emplear armas más sutiles, empleemos nosotros armas nuevas también, vamos a consolidar por todas estas vías de que ustedes hablaban la ideología, la fuerza de la Revolución.
¿No le hemos dicho a la Comisión de Ginebra que venga? Pues sí, como no tenemos nada que ocultar que venga. Pero vamos a invitar a cuanta gente quiera venir, para que no sea uno solo el que venga, porque no tenemos nada que ocultar, y porque tenemos el valor de decir: vengan. Y, claro, podemos tener el valor porque somos veraces, porque somos consecuentes, porque es cierto que jamás se ha cometido una tortura y jamás se ha asesinado a un hombre, jamás se ha desaparecido a nadie, porque es cierto. Todos los que conozcan un poco de historia saben qué ha pasado en todos los procesos revolucionarios habidos y por haber, y el más puro de todos no es comparable a la Revolución Cubana, ¡no es comparable a la Revolución Cubana! (Aplausos prolongados.)
Es una tradición que viene de la guerra, porque fue respetando la vida de nuestros enemigos como los quebramos moralmente; ellos asesinaban a cualquier prisionero, nosotros respetábamos a los prisioneros, no les poníamos un dedo arriba. Muchas veces a los oficiales los dejábamos con sus armas y después eso salvó muchas vidas. Al principio luchaban muchísimo porque creían que los mataban a todos, al final hubo soldados que se rindieron tres veces: se rindieron en un combate por aquí, otro por otro lugar y otro por Villa Clara. Ya el Che y Camilo capturaron prisioneros allí que se habían rendido dos veces antes, que habían entregado dos veces las armas. Si fue no solo un principio, sino, además, la política más sabia, más inteligente. Tuvimos la sangre fría, a pesar de que todos los días mataban compañeros nuestros, y no hubo una sola venganza; se le pidió al pueblo: no tomen justicia por su propia mano, la Revolución hará justicia. Se cumplió con el pueblo. Leyes previas decretadas en la Sierra Maestra, tribunales revolucionarios. ¿Se pudo cometer alguna injusticia? Es posible, en teoría no puede negarse, pero era, realmente, muy difícil.
Como les contaba a algunos compañeros, al final la gente nuestra era jefe de las organizaciones contrarrevolucionarias. Esta era una policía muy eficiente porque no podía sacarle declaración a nadie a base de golpes y de maltrato. El policía que tortura no se desarrolla, se acostumbra a los métodos brutales y cada vez más brutales.
Nosotros, cada vez que arrestábamos a un hombre, sabíamos como diez veces más que él, porque no se acordaba lo que hizo tal día, a tal hora y nosotros lo teníamos todo anotado: tal día, a tal hora hiciste esto, hablaste con este, te reuniste con el otro, fuiste allí. Nosotros lo que hicimos fue penetrar, y cada vez que alguien iba a los tribunales, iban con todas las pruebas. Los tipos se desmoralizaban de tal manera y se asombraban de tal manera que no recuerdo un solo caso en que no hubieran admitido rápidamente; porque se establecía una lucha entre el contrarrevolucionario y el hombre de la Seguridad, que cuando el hombre de la Seguridad le ganaba aquella batalla con todas sus pruebas, el tipo se desmoronaba y entonces admitía.
Ustedes no lo vieron, porque cuando Girón algunos aquí tal vez tendrían siete u ocho años; pero algunos de los mayores o de los que están de invitados aquí, lo vieron en Girón: la moral de los contrarrevolucionarios no existe. Cuando se reunieron allá en la Ciudad Deportiva, dialogamos con ellos, los interrogamos y todos no hacían más que decir que se habían equivocado, que fue un gran error, que eran cocineros, que eran esto, que eran lo otro; ninguno se atrevió a negar, no hubo ni siquiera uno que hiciera lo que hicimos nosotros cuando el juicio del Moncada: “Sí, vinimos a hacer esto y es correcto, es lo justo.” Hablar con la moral de un revolucionario. Todos ellos venían diciendo que estaban equivocados. Así de esa calaña son toda esa gente, no son fanáticos, más peligrosos son los fanáticos que los mercenarios; entonces, estos tipos tienen mucho odio a la Revolución, mientras más se consolida la Revolución; a pesar de todo el poder de Estados Unidos no han logrado aplastarla, entonces, ellos se irritan más, tienen más odio.
Pero, bien, ese es el tipo de calaña de nuestros enemigos; es decir, una falta total de consistencia moral por parte de la contrarrevolución, por parte del imperialismo. Y así, esta batalla se libró y se ganó.
Yo decía que íbamos a invitar no solo a esa gente, a la Cruz Roja la vamos a invitar, porque, como decía, es una tradición que viene de muy atrás, limpia, inmaculada. Es una página inmaculada la de la Revolución en lo que se refiere al respeto, a la integridad física de la persona, y de eso es que nos acusan y machacan y vuelven a machacar.
El único país del mundo donde hay plantados es este. En Inglaterra, en las cárceles donde están los irlandeses, o en España donde está la ETA, o en Italia donde están las Brigadas Rojas, en Estados Unidos, en esos países tan superdemocráticos y superrespetuosos no existe esa categoría de plantados, porque les dan una mano de palos a la gente y los visten y los calzan completos, y no les permiten que se quiten ni un botón. Y, precisamente, por haber seguido consecuentemente esta política de no poner un dedo sobre un prisionero, orgullosos nosotros de nuestra historia y de nuestras tradiciones, es por eso que pueden haber plantados. “No me visto, no me pongo el uniforme”, bueno, quédese ahí, no se ponga el uniforme.
La mera existencia de los plantados es el mentís total y absoluto, porque en ninguna cárcel del mundo hay ese problema, nada más que en esta.
Creo que ahora tenemos que abrir y que venga todo el que quiera venir; va a ver las mejores cárceles, porque las cárceles que hay por ahí son un desastre. Y que vengan, ahora lo vamos a hacer, pero nosotros, no nos lo impuso nadie, no nos lo hizo nadie. Creo que tenemos que abrir, ser valientes, ¿qué tenemos que ocultar? Y si tenemos cosas que no nos gustan, son cosas que tenemos que superar, son cosas que tenemos que rectificar, y si hay errores, hay errores, y, discutiremos, analizaremos, seguiremos el diálogo; creo que esto tiene una importancia enorme.
Vamos a demostrarles a los imperialistas y a los farsantes estos que somos diez veces más valientes que ellos, diez veces más honestos, diez veces más defensores de la verdad y de la libertad. Entonces, la libertad ha de ser una de nuestras grandes banderas.
La Revolución Francesa habló de libertad, de igualdad, de fraternidad, no consiguió ninguna de las tres cosas; nosotros, en el socialismo, podemos conseguir las tres: la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Digo que no ha cesado la lucha contra el enemigo, debemos estar muy alertas de eso; es fuerte. Yo creo que lo de Ginebra es una buena prueba de hasta qué punto el enemigo todavía quiere destruirnos, porque nos quiere destruir con armas ideológicas; debemos perfeccionar nuestra ideología, debemos perfeccionar nuestro mecanismo, debemos elevar nuestros valores. Yo creo que será la mejor forma de librar esa batalla contra la influencia ideológica, el tipo de guerra que libra hoy contra nosotros.
De modo que ese es el criterio, y aquí hoy no íbamos a encontrar una respuesta a cada problema, están planteados numerosos problemas; pero creo que nosotros les encontramos respuesta a los problemas, no hay duda. Entonces debemos proponernos trabajar.
Nadie tiene respuesta aquí, sencillamente, porque aquí no vinimos a decir nuestras verdades, hemos venido aquí a escuchar las verdades de ustedes. No hemos venido aquí con la pretensión de enseñar, hemos venido aquí también con la modesta pretensión de aprender.
Podemos tener prejuicios, reservas; queremos descubrir si tenemos prejuicios y tenemos reservas. Sobre todo debemos preguntarnos si tenemos temor, porque valdría la pena que nos autoexamináramos para ver si tenemos temor, valdría la pena que nos autoexamináramos para saber si somos reacios o alérgicos a lo nuevo. La vida cambia, el mundo cambia, la Revolución cambia y tiene que cambiar, y nosotros estamos en el deber, entre todos, entre ustedes y nosotros —nosotros en un sentido más global, nosotros viendo la estrategia general; pero veo que el esfuerzo que hagamos en este campo forma parte inseparable de la estrategia general (Aplausos prolongados)—, vamos entre todos a encontrar las respuestas nuevas o soluciones nuevas a problemas viejos y nuevos.
Quienes hayan participado durante estas horas en la conversación con ustedes y sean capaces de apreciar el alto nivel ético, intelectual, la honestidad de ustedes… Yo digo también que en ningún lugar del mundo se encuentra una joven generación de artistas, de creadores igual que esta generación con que nuestra patria tiene el privilegio de contar. Si recorremos el mundo capitalista o socialista o del Tercer Mundo, bueno, en el capitalismo no vamos a encontrar nada más que enajenación; en países progresistas y socialistas, vamos a encontrar una mejor gente y problemas, pero difícilmente ningún proceso revolucionario socialista tenga el privilegio de contar con una gente como ustedes, con una juventud como la de ustedes.
¿A qué le vamos a temer?, ¿a qué le podemos temer? Dediquémonos a trabajar y veremos cómo le vamos a encontrar las soluciones, que nadie las tiene aquí, nosotros no las tenemos; pero sí tenemos la seguridad de que con ustedes las vamos a encontrar, si somos valientes, si nos apegamos a los valores más sagrados de la Revolución, del socialismo y del humanismo; de manera que con la misma valentía y con la misma convicción que podemos decir que no ha habido ni un solo torturado en el país ni desaparecido, ni muerto, podamos decir también en la cultura: nadie tiene una mejor política, nadie tiene una política en la cultura más revolucionaria que nosotros. Debemos tratar de alcanzar elevados niveles, como los hemos alcanzado en otras áreas, y nos podemos sentir orgullosos de lo que alcanzamos en la educación y sabemos que tenemos un mundo por delante que alcanzar. Ahora nos damos cuenta que podemos proponernos resolver las grandes lagunas que tiene nuestra educación. Podíamos tal vez haber empezado antes, pero estamos a tiempo de buscar una educación mucho más integral; tracémonos un programa con los recursos existentes, de las diversas fuentes y utilizando profesores, y utilizando incluso ese medio que es la televisión, podemos hacer excelentes programas.
Yo creo que a lo mejor el día que tengamos todos los maestros, quizás nos sigamos ayudando con la televisión, porque por la televisión se puede hacer una clase de geografía que no la puede hacer ningún profesor. Yo he visto incluso algunos documentales sobre la historia de la economía política y tiene una cosa gráfica, es de tal valor que uno tiene la impresión de que en cuatro horas ha aprendido cosas que no ha aprendido en toda la vida, porque le habla de Inglaterra, le saca allá los lugares, dónde nació Marx, de dónde salió el otro, y Adam Smith y David Ricardo, y cada una de las ideas acompañándola con la gráfica, con los ejemplos y todo. Con un conferencista hablando, de una manera amena, entretenida, y he tenido a veces la sensación de aprender en unas horas, con algunos documentales buenos, lo que no he aprendido leyendo muchísimo. Es por eso un tremendo medio. Creo que cuando tengamos profesores a lo mejor lo seguimos utilizando, para optimizar nuestro trabajo, para ayudar a los profesores, para captar más la atención de los alumnos.
Hoy nos encontramos con el hecho de que una gran mayoría de nuestros maestros que se han formado en estos años —primero entrando con 6to grado, después con 9no—, no tienen esa preparación, pero tenemos que ganar esa batalla, la podemos ganar. Debemos aspirar a decir: tenemos el mejor programa de educación estética que tenga cualquier país, y podamos decir: tenemos el programa de desarrollo de la cultura más revolucionario que pueda tener cualquier país, y sentirnos orgullosos de eso, si ganamos la batalla de la educación y logramos hasta que todo el mundo sea un fenómeno, que tenga una educación estética. Algunos dijeron con razón, “si no la tenemos, si no tenemos una buena política no vamos a alcanzar esa educación estética”.
Creo que podemos tener las dos cosas: el mejor programa de educación estética y la mejor política cultural, y decía que si en todo lo demás tenemos éxito y no tenemos éxito en esto, tendríamos que sentirnos avergonzados, tendríamos que sentirnos incapaces de resolver un problema de este terreno. Evidentemente ha sido el terreno en que han encontrado más dificultades los procesos revolucionarios y los países socialistas.
Trabajemos y luchemos para que podamos decir con gran orgullo: tenemos la política correcta, la mejor política, la más revolucionaria en el ámbito de la cultura. Y yo los invito a eso, a que nos propongamos metas altas.
Una vez dije que seamos una potencia cultural, pensaba que podríamos serlo; pero si no encontramos soluciones nuevas a viejos y nuevos problemas, no podremos llegar a ser una potencia cultural, y yo creo en eso como creo en todas las demás cosas, y creo que entre todos encontraremos soluciones a esos problemas. Por eso reafirmo lo que le decía al compañero —creo que fue al cineasta, está por allí—, que sí, que yo gustosamente me brindo para seguir estudiando junto a ustedes estos problemas, intercambiando con ustedes. Me interesa muchísimo, ¡muchísimo!, y veo como un reto el que nosotros seamos capaces de dar respuesta.
Ahora hay que trabajar, tienen que trabajar los compañeros del Partido, y entonces debemos comprometernos desde ahora —como estamos haciendo en otras cosas— en este campo tan importante, aquí donde tenemos el desafío este grande, y volvernos a reunir dentro de un año; igual que les prometí a los de la FEEM, para ver qué habíamos hecho. Prepararnos, si tenemos que usar en vez de un día, dos, venimos aquí, no es muy caro el alquiler de este local (Risas), atienden bien a la gente, dan café, dan comida, y entonces no tratar de hacerlo en un día, para no andar realmente maltratando los temas. Y yo propongo que empecemos a trabajar ahora mismo, después de esta reunión (Aplausos prolongados).
Voy a terminar ya con esta proposición: que dentro de un año nos reunamos dos días para discutir estos y otros problemas, y hacer un recuento de cómo hemos trabajado, cómo marcha nuestro esfuerzo y cuánto hemos avanzado en un año de trabajo. Tengo confianza, lo he visto en otras cosas.
Recuerdo que hace un poquito más de dos años tuvimos una reunión con todos los hospitales de la capital, es otro problema, pero que demuestra un buen método. En aquellos días había un 80% de quejas y un 20% de satisfacción; hoy está a la inversa: un 80% de satisfacción, un 20% de quejas. Allí se tomó, como aquí, por televisión aquella primera reunión, fue como en diciembre de 1985; después nos volvimos a reunir en diciembre de 1986, y hace poco ya —esta vez fue en enero, no pudimos tenerla en una fecha exacta— la tercera reunión. Si ustedes ven la diferencia. Nadie que hubiera visto la primera habría creído que antes de dos años se pudiera dar una reunión como la que se dio allí, el cambio tan radical, parecía que habían pasado 30 años.
Tal vez en nuestra primera próxima reunión no hayamos encontrado todavía soluciones para todo, pero estoy seguro de que habremos avanzado, y si necesitamos dos años, si necesitamos tres… Estoy seguro de que vamos a poder decir también una idea muy clara sobre todo esto, y hablando con una absoluta franqueza: el que se equivoque que diga que se equivocó; el que tenga una opinión: esto salió mal por esto y por lo otro, esto tiene tal cosa. Hablando así, como hemos hablado hoy; pero no así, como hemos hablado hoy: con más libertad con la que hemos hablado hoy, ¡con más libertad que la que hemos hablado hoy! (Aplausos.)
Esta primera reunión no ha sido mala, esta no se me parece a la primera con los hospitales; aquello era el desastre total y aquí no hay ningún desastre total, al contrario, ha sido una buena reunión y se ven muchas cosas positivas, pero también se ven todas nuestras inquietudes, se reflejan también todas nuestras preocupaciones y problemas. Estoy seguro de que dentro de dos años como máximo podremos tener un cambio abismal en cuanto a inquietudes, no en cuanto a calidad de esta reunión.
Creo que de todas formas, y por buena que puedan ser las futuras reuniones, estoy seguro de que esta reunión será histórica.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación)
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Consejo Nacional de la AHS en 1988 en el Palacio de las Convenciones. Foto: Archivo Periódico Juventud Rebelde.