La Habana-. Cuando cada mañana al recorrer el trayecto de la casa al trabajo observo las interminables colas en bancos y centros comerciales pienso que en cada una de ellas existe más de una premisa para el contagio con la enfermedad. Sin embargo, igual considero que si se respetara el distanciamiento físico entre las personas y el uso correcto del nasobuco las posibilidades serían menos y estaríamos contribuyendo a preservar nuestra salud y la de los demás.
Desgraciadamente no todos han incorporado estas claves a sus modos de actuar en la cotidianidad, y subestiman a la COVID-19 que, además de no tener rostro, puede estar en cualquier parte.
Y a estas alturas, después de seis largos meses de enfrentamiento sin descanso a la enfermedad por nuestros trabajadores de la salud en la llamada Línea Roja, todavía hay personas que se saludan con besos y abrazos, se bajan el nasobuco, lo usan por debajo de la nariz o comienzan a fumar en plena calle para tener un pretexto y no usar la mascarilla so pena de cualquier multa que puedan imponerle, o peor, de contaminar a los más cercanos.
Es sabido que se ha realizado igualmente un esfuerzo extraordinario para lidiar y enfrentar a los coleros, acaparadores y revendedores que ha dado resultados en la medida que los grupos de trabajo en cada centro comercial han desempeñado con rigor su papel, mantenido estabilidad y han sido conscientes de cuánto representa su labor para que todos puedan acceder a productos en las tiendas con la mayor justeza posible.
Si eso es así, entonces no queda otra alternativa que la de cooperar en mantener un orden en las colas, distanciamiento mínimo de un metro, que según confirmaciones científicas debía ser de al menos dos, para garantizar no solo disciplina sino además para reducir al mínimo la posibilidad de contagio con la COVID-19.
La interrogante es ¿Por qué no respetamos esa norma en los espacios de grandes conglomerados de personas? ¿Por qué no acabamos de asumir el uso correcto del nasobuco, el distanciamiento físico y el lavado constante de las manos como parte de nuestro actuar cotidiano? ¿Querrá alguien contagiarse por irresponsabilidad individual o por no respetar normas mínimas en el orden sanitario?
Reiteramos no se puede subestimar al Sars-Cov-2, fíjese que no decimos debe, pues cada vez que lo hagamos nos pasará factura, y no solo a nosotros, sino además a nuestra familia, amigos y a todas aquellas personas con quienes nos relacionemos muchas de las cuales sí son disciplinadas y tendrán que pagar los platos rotos por algunos que no somos capaces de ser conscientes y ajustarnos a la realidad.
En Cuba conspira además el hecho de que la mayoría de los casos positivos a la COVID19 son asintomáticos, una cifra que casi es del sesenta por ciento, muchas más razones para ser doblemente precavidos. Porque el asintomático, pernocta en colas, va a un banco o una tienda, interactúa con usted y no lo sabe.
Si hay un refrán que dice que Guerra avisada no mata a soldado, protéjase entonces con el uso del nasobuco, en ocasiones incómodo sí, pero salvador y protector. Y mantenga la distancia apropiada entre unos y otros.
No se puede dejar a los demás la protección y seguridad que usted mismo se pueda dar, actuando conscientemente en cada espacio y lugar. Es verdad que el tema de las colas hoy es un gran problema que quizás alguna acción pudiera contribuir a desconcentrar el elevado número de personas de las tiendas para que reciban el servicio por otras vías, pero mientras eso llega aplíquese otro refrán fruto de la sabiduría popular que dice que Hombre precavido vale por dos.
Y no lo olvide, la COVID-19 no tiene rostro, y solo usted puede evitar o minimizar las premisas para el contagio si sigue las reglas, para no actuar a ciegas ante una enfermedad que busca aprovechar cada fisura para vencernos.
Por Demetrio Villaurrutia Zulueta