
Ese astro bello que rutilante
En la risueña mañana asoma
Sobre la cima de la alta loma,
Ese es el sol de la libertad.
El con su fuego inflama los pechos,
Por nuestra patria y ley combatamos,
Antes que esclavos bravos muramos
Bajo el pendón de la libertad.
Cuando Céspedes pensó el inicio de las luchas por la independencia de Cuba incluyó lo que debió ser el himno de los cubanos por la libertad de la Patria.
Cuenta la historia que luego de reunirse con Francisco Vicente Aguilera y otros patriotas, en la finca del también conspirador Manuel de Jesús Calvar (Titá) cerca del ingenio Demajagua, la letra de la marcha que llamara a la guerra contra el dominio español, fluyó de la mano del llamado Padre de la Patria, convencido de que el grito de Independencia no podía esperar más, y que comenzaría por la liberación de Manzanillo.
Vuestros machetes blandid con fuerza
Manzanilleros, id al combate
De miedo nunca, más brioso late
El corazón por la libertad.
Sólo en la fuga inútil amparo
Buscan sin gloria viles tiranos
¿Cómo podrá caer a sus manos
El que defiende su libertad?
Sin embargo, al llamar al levantamiento armado “contra la opresión del tiránico Gobierno español”, el 10 de octubre de 1868, no fue Manzanillo el primer territorio liberado, sino Bayamo. Y en lugar de la Marcha a Manzanillo, lo que se cantó como himno patrio que llama a sus hijos a levantar el espíritu patriótico, convencidos de que morir por la Patria es vivir, fue La Bayamesa, compuesta por Perucho Figueredo.
La Marcha a Manzanillo, quedó en el olvido, y a pesar de que a petición del historiador Delio Orozco, el músico bayamés Carlos Puig, la musicalizara y grabara en la voz del tenor holguinero Orlando Silverio, es un himno desconocido para la mayoría de los cubanos.
Y brilla el día que deseabais:
Nuestros verdugos tenéis delante
Que desaparezcan en un instante
De este suelo de libertad.
¡Libertad! Santo nombre que impera
Las almas nobles a noble hazaña
Has tu que Cuba venza la España
Con sólo el grito de libertad.