La meta familiar de estar a salvo

El impacto de la llegada del ómnibus que transporta los contactos de confirmados sorprendió a todos y más aún la noticia de que los dos niños de la casa también resultaron positivos a la COVID-19.

Al instante, los asaltos del temor por la cercanía del suceso y la implicación de dos pequeños con apenas 7 meses y un año de nacidos; pero los que se quedaron lamentablemente continúan la vida ya como si nada.

¡Ufff, libramos! Fueron algunas de las expresiones sin caer en la cuenta que sus vecinos forman parte de la estadística que hoy notificó Cuba, 1383 casos, que resulta cifra récord de pacientes positivos para un día desde el inicio de la pandemia.

Ya suman cinco los casos de la misma vivienda y se notifican justamente hoy 15 de mayo, Día Internacional de la Familia, por lo que es oportuno volver sobre el rol que tiene esta para el bien y salud de todos, porque ya está comprobado que en temas de la COVID-19 es a ella también a quien corresponde la mayor parte de responsabilidad.

Como hija madre esposa que quizás se ha tomado muy en serio el llamado de las autoridades sanitarias y a veces pudiera hasta exagerar pero sobre todo desde la conciencia de que en el proceder individual en la percepción del riesgo que entraña esta enfermedad se concentra el freno de los contagios y el control eficiente de la pandemia.

Es a la familia a quien toca exigir, velar, proporcionar cada fórmula, método de protección para los que habitan en el mismo espacio, que casi siempre incluye a personas incluidas entre los grupos vulnerables.

Manzanillo no escapa de estos índices preocupantes, hoy con 22 pacientes activos y nueve del día, incluidos cinco pacientes pediátricos y tres de ellos menores de un año, y cuatro adultos mayores, quienes son víctimas de la imprudencia y el exceso de confianza.

Además, el número de contactos que se refieren en el caso de los más pequeños evidencian que madres y padres, familia en general, no estamos siendo consecuentes con un peligro que, más allá del contagio, supone una cadena de transmisión, las secuelas cada vez más crecientes para los recuperados, o la muerte.

Transcurrido ya 14 meses del comienzo de esta epidemia tan compleja y aún con cuantías desconcertantes de fallecidos, que en Cuba ascienden a 796 y los meses de abril y mayo con los mayores niveles, las personas siguen jugando con su vida y, peor aún, con la de los demás.

¿Acaso no es jugar con fuego realizar un viaje hoy, digamos, a Rusia, a sabiendas de la posibilidad del contagio, para ponderar un beneficio económico por encima de la salud propia y la de otros? Más que un juego, alarma que este sábado de los 153 importados de la Mayor de las Antillas, 145 son viajeros procedentes de esa región.

Y para ponerle la tapa al pomo, como decimos en buen cubano, a la hora de la verdad, muchos esconden síntomas y ofrecen resistencia para no ser aislados en los centros que el gobierno y sistema sanitario cubano habilitaron para detener la propagación del SARS-CoV-2.

¿Será que no hemos tenido suficiente oportunidad de escuchar los testimonios de aquel hijo que infectó al padre y sufre la pena de su pérdida; de la enfermera que en México vio fallecer en una sala hasta cinco y seis personas de una misma familia; de la madre que sólo después de estar recuperada pudo sostener en brazos a su hijo recién nacido; sin hablar de aquellos que para salvarles hoy son protagonistas de innumerables sacrificios?

Familia, sintamos el peso de la responsabilidad que nos ocupa, asumamos que no hay oportunidad de cansancio o descuidos cuando un enemigo tan dañino acecha; impongamos en nuestro hogar y a los seres que más queremos la meta de estar a salvo.