Este miércoles 17 de febrero se cumplen cuatro años desde que el encargado de Negocios de EE.UU. en La Habana, Jeffrey DeLaurentis, notificó a la entonces directora general de Estados Unidos de la Cancillería cubana, Josefina Vidal, sobre supuestos ataques a la salud del personal de esa embajada.
Comenzó entonces una trama de argucias y “sospechas” que saltó a la prensa estadounidense en agosto de 2017 y se convirtió en argumento importante para las fuerzas que promovieron la política agresiva de la Administración Trump contra Cuba.
Un informe secreto del Departamento de Estado desclasificado en días recientes ha mostrado las falsedades tejidas por la Administración Trump sobre los supuestos “ataques acústicos” contra el equipo de su embajada en Cuba, un pretexto que usó para reducir significativamente el personal en esa sede diplomática, desmantelar los servicios consulares en La Habana y dañar aún más las relaciones entre ambos países a partir de septiembre de 2017.
El tema fue abordado este martes en la Mesa Redonda por la subdirectora general de la Dirección de EE.UU. del Minrex, Johana Tablada, y el doctor Mitchell Valdés, director general del Centro de Neurociencias (Cneuro) y coordinador del equipo de expertos cubanos que investigó el supuesto incidente.
Desde el inicio EEUU rechazó otro camino que no fuera el de la especulación y la manipulación
Johana Tablada: “Es una historia que ha estado llena de incoherencias desde el principio. A la vez, ha tenido un altísimo costo para el pueblo cubano. Importantes medidas fueron tomadas sobre la base de acusaciones infundadas”.
Al analizar el contexto en que ocurrieron estos sucesos y lo que promovían a su alrededor el Departamento de Estado, la CIA y otras estructuras del Gobierno estadounidense, la subdirectora general de la Dirección de EE.UU. del Minrex, Johana Tablada, recordó que el paso del presidente Obama a Trump fue un acontecimiento para muchos inesperado.
Durante la Administración Obama, Cuba y Estados Unidos, por primera vez en las últimas décadas, “avanzaron en un camino de voluntad mutua, no exento de dificultades e insatisfacciones, en el cual, a partir de las decisiones de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, se comenzó a trabajar y en dos años se obtuvieron importantes resultados.
“Por primera vez, se cambió la directiva que históricamente ha guiado las relaciones bilaterales por un marco de respeto mutuo y trabajo en intereses comunes”.
Bajo el nuevo Gobierno (en el que era director de la CIA Mike Pompeo, luego secretario de Estado de Trump y anteriormente uno de los siete congresistas que se opusieron públicamente a la decisión de restablecer relaciones durante la Administración Obama, muy comprometido con el lobby anticubano), sale en 2017 la versión de los “ataques sónicos”, que desde el primer momento, señaló Tablada, estuvo marcada por factores como la manipulación y el rechazo a cooperar.
“En primer lugar, desde el inicio se rehúsa ir a otro camino que no sea el de la especulación y la manipulación política. En esa reunión en que se comunica a la directora general de Estados Unidos de la Cancillería cubana, Josefina Vidal, no se le dice que hay funcionarios enfermos o personas que se sintieran mal. Se le dice que han sido atacados. Lo mismo se comunica a nuestro embajador en Washington, José Ramón Cabañas.
“Eso sorprendió, precisamente por el desempeño y el historial de Cuba en un tema tan sensible como la protección de los diplomáticos y el respeto a la Convención de Viena. No obstante, el Gobierno de Cuba le otorgó la máxima prioridad a esa comunicación y tomó medidas que lo demuestran”.
Al respecto, recordó que numerosos compañeros de distintas organizaciones e instituciones, incluidos médicos, entomólogos, epidemiólogos, neurólogos y psicólogos, entre otros, comenzaron a estudiar el caso y la Dirección de Investigación Criminal del Ministerio del Interior abrió inmediatamente una investigación criminal exhaustiva buscando cualquier evidencia que pudiera sustentar aquella versión tan extravagante
“Se hizo una investigación extremadamente profesional que incluyó entrevistas en todos los vecindarios de las personas que se alegaba habían sido afectadas”.
Tras la comunicación a Josefina Vidal, cinco días después, el 22 de febrero, expertos del Minint se reúnen con el jefe de Seguridad de la embajada de EE.UU. y es ahí que este se entera de esos “ataques”. Luego aparecería en la lista de quienes supuestamente habían sido atacados.
“Es una historia que ha estado llena de incoherencias desde el principio. A la vez −y estamos hablando cuatro años después−, ha tenido un altísimo costo para el pueblo cubano. Importantes medidas fueron tomadas sobre la base de acusaciones infundadas”.
Investigaciones revelan falta de acceso a información, negligencias y decisiones prematuras
En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre este asunto, porque se han publicado al menos tres informes importantes, mayormente engavetados, destacó la subdirectora general de la Dirección de EE.UU. del Minrex.
Uno, el informe del Departamento de Estado, que creó una comisión investigadora a solicitud del Congreso; otro, el informe de la investigación encomendado por el propio Departamento de Estado a las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de los Estados Unidos (Nasem), y el tercero el informe de los CDC (Centers for Disease Control and Prevention, Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades).
“Y esto no ocurrió por una decisión del Gobierno de Trump de hacerlos públicos; ocurrió a partir de la presión pública y del Congreso, que pedía los resultados de esas investigaciones”.
En esas investigaciones −precisó−, hay un denominador común: en todas “se revela falta de información aportada por las instituciones que fueron afectadas a las que investigan, falta de acceso a las supuestas víctimas; violaciones en los procedimientos, negligencias, y medidas tomadas prematuramente, como la retirada de casi todo el personal de la embajada de EE.UU. y la expulsión arbitraria de diplomáticos cubanos en ese país sobre la base de síntomas diversos, que es difícil atribuir a una causa común”.
Subrayó que, debido a la política de la Administración Trump, la cooperación para investigar los incidentes −en la que Cuba insistió todo el tiempo−, estuvo muy por debajo “de la que Cuba o cualquier otro país en una situación similar hubiera requerido”.
Los resultados (de investigaciones por instituciones y expertos de EE.UU., pero también de renombradas instituciones de otros países) coinciden en que no hay ni se puede identificar autores, ni hay armas ni absolutamente manera alguna de sustentar la versión de la Administración Trump, enfatizó Tablada.
Al respecto, recordó que recientemente The New York Times publicó que Trump tuvo la particularidad de escoger no solo a personas que no clasificaban para los cargos públicos en los que fueron designadas, sino de escoger a la personalidad contraria a la que haría falta, haciendo un daño inmenso a esas estructuras.
“Hoy no caben dudas, nadie se puede sorprender de que un Gobierno que traficó con la mentira desde el primer momento, no solo hacia Cuba sino incluso con los propios estadounidenses; que abusó del atropello y de la corrupción política (fue el Gobierno que más despidos de funcionarios públicos ha tenido en la historia), fuera capaz de cualquier cosa para violentar e imponer un viraje en la política de EE.UU. hacia Cuba que de otra manera hubiera sido imposible justificar.
“Debemos recordar cuál era el ambiente bilateral en el trabajo y la cooperación; se llegó a 22 acuerdos… Pocos temas suscitaron tanto apoyo en Cuba, en Estados Unidos y en la comunidad internacional como esa decisión de poner fin a una política históricamente injusta de nuestro vecino más cercano”.
«El daño ya está hecho» en las relaciones entre Cuba y EEUU | Cubadebate
¿Qué sustento científico tienen los supuestos ataques sónicos?
El doctor Mitchell Valdés Sosa forma parte del grupo de científicos cubanos que investigaron los supuestos ataques sónicos.
El director general del Centro de Neurociencias de Cuba (Cneuro), Mitchell Valdés Sosa, señaló en el espacio televisivo que los expertos cubanos no pudieron ver a ninguno de los diplomáticos estadounidenses que presentaron síntomas, ni estudiar los datos de sus historias clínicas.
Valdés Sosa afirmó que queda descartado que hay un grupo de individuos con los mismos síntomas, y ello está sustentado en los propios informes publicados en Estados Unidos, como el de los CDC: “La propia Academia de Ciencias estadounidense, cuando analiza estos datos, reconoce que es un hecho”.
Los supuestos daños de audición también quedaron descartados, dijo el científico. “Las propias publicaciones de los científicos americanos reconocen que eran daños auditivos prexistentes”.
Al referirse a las pruebas neurosicológicas, Valdés Sosa explicó que en estas se miden la atención, la memoria y otros procesos, y afirmó que fue fuertemente criticada la forma en la que se realizaron dichas pruebas.
En cuanto a las neuroimágenes, que son retratos de la anatomía del cerebro, se obtuvieron reportes que descartaron daños cerebrales.
“La propia Academia de Ciencias de Estados Unidos, en la sección que se refiere a la evaluación del cerebro, llega a la conclusión de que no hay evidencias”, aseveró el director general de Cneuro.
Teorías descartadas
Palabras claves más usadas en las descripciones de artículos de medios norteamericanos que trataron el tema entre agosto de 2017 y noviembre de 2019.
“Se ha hablado mucho de una posible arma que emita algún tipo de energía, y una de las cosas que se argumentan es que esas armas existen”, señaló el doctor Mitchell Valdés Sosa, y ejemplificó con un sistema acústico de largo alcance, “un instrumento grandísimo” que produce sonidos para dispersar multitudes.
En ese sentido, mencionó también el sistema THOR, que se utiliza para derribar drones por microondas: “La característica que tiene es que desorganiza toda la electrónica”. Estas fueron ideas que quedaron descartadas, agregó.
Al referirse a las microondas, el director general del Centro de Neurociencias de Cuba afirmó que los propios científicos estadounidenses dicen que esta teoría es imposible. “Las armas no son creíbles”, enfatizó.
Asimismo, puntualizó que ha existido intercambio con investigadores de Estados Unidos
“Nos reunimos con la Academia de Ciencias y brindamos nuestra ayuda, pero nunca se dirigieron a nosotros”, añadió.
Valdés Sosa afirmó que en una gran parte de la comunidad científica estadounidense existe el convencimiento de que los ataques no pueden ser.
Una agenda política desde el primer día: Medidas hostiles justificadas con mentiras
En otro momento de la Mesa Redonda de este martes 16 de febrero, la subdirectora general de la Dirección de EE.UU. del Minrex, Johana Tablada, afirmó que, además de las declaraciones y la disposición de cooperar y hallar la verdad expresada por las autoridades cubanas, la isla documentó su voluntad y la máxima prioridad dada a este tema de muchas otras maneras.
En el inicio de esta trama, aún funcionaban comisiones bilaterales, ocho grupos de trabajo de aplicación de la ley, “y ahí estaba el tema ya ensombreciendo la confianza que se había ido logrando establecer, aun con la dificultad para un país como Cuba, con más de 200 años de relación conflictiva con Estados Unidos”.
En ese contexto, “ese ambiente que había mejorado inmediatamente estaba contaminado por esta versión de EE.UU., que fue evolucionando en la medida en que se iba revelando que no existía nada apegado a la ciencia que pudiera demostrarlo, que no aparecían evidencias. El FBI no pudo hallar evidencias ni argumentos. También sucedió en las audiencias celebradas en el Congreso”.
Destacó que fueron muy pocos los servidores públicos y científicos de Estados Unidos que se prestaron para hablar de “ataques” en Cuba.
Incluso, se conoció de una carta de funcionarios estadounidenses que estaban en Cuba, divulgada por varias publicaciones, en la que pedían al Departamento de Estado que no los retirara de la isla, que aquí se sentían seguros y no se sentían mal.
“Hay un nuevo Gobierno ahora, y habrá que esperar un tiempo para saber si compra esta mentira o si vamos a encontrar una solución y se retome el tema donde debió empezar”, dijo.
“Nunca se ha negado que personas pudieran sentirse mal o se enfermaron. Hoy también se sabe que casi todos volvieron muy pronto a sus empleos. También se ha publicado”.
Al recordar una reunión en Washington, relató que “nos reunimos con el equipo médico del Departamento de Estado y los funcionarios que en ese momento tenían que ver con Cuba, incluido el subsecretario de Estado. En ningún momento se mencionó la palabra ‘ataque’. El artículo que apareció en JAMA fue cuestionado desde la ciencia incluso por el mismo comité editor de la revista.
“Y cuando preguntamos al funcionario que coordinaba la reunión por el Departamento de Estado de dónde había salido la idea de la palabra ‘ataque’, respondió que ‘esa palabra no salió de nosotros. La acuñó el secretario de Estado Tillerson públicamente’, como diciendo ‘no sale de la investigación’”.
Sin embargo, esa palabra fue la primera que se mencionó cuando se estableció la denunció. “Luego se va yendo en fade y no se escucha a casi nadie utilizarla. Debemos decir, honestamente, que no pudieron contar con la complicidad de la ciencia de Estados Unidos, que, de manera general, ha sido muy crítica con esta teoría, tanto en intercambios en privado como en lo que ha ido trascendiendo públicamente. Es bueno que continúe el proceso de esclarecimiento”.
En ese sentido, apuntó que en los informes conocidos, como el de los CDC y el de las Academias de Ciencias de EE.UU., “hay páginas en blanco, acápites secretos, discusiones de las que nunca probablemente nos vamos a enterar”.
En el caso de Canadá, precisó que ese país nunca acusó a Cuba de haber realizado ataques, “pero Canadá sí se suma a medidas que fueron tomadas por el Gobierno de Estados Unidos como la de retirar prematuramente a su personal de La Habana.
“Recibimos en Cuba a una delegación de Global Affairs Canada, y en esa discusión, de nuevo, la presentación médica no sustentó el hecho. Esas personas fueron enviadas a una universidad para su estudio. En el caso de Canadá, hubo mayor cooperación, la Real Policía Montada de Canadá también vino a la isla y el intercambio fluyó mejor que con EE.UU.
“Aun así, reconocemos la voluntad de los funcionarios del FBI de cooperar con Cuba. Pero en este tema había una agenda política desde que comenzara. A este tema no se le dio la oportunidad de someterse al escrutinio de la ciencia y fue usado para imponer medidas como el cierre del consulado en Cuba (obligó a las familias cubanas a tener que hacer viajes costosos y a veces con riesgo a otros países a recibir esos servicios, y algunos no pudieron viajar porque no podían costearse esos viajes).
“Pero se suspendió casi todo prácticamente, los viajes Pueblo a Pueblo, el intercambio entre las universidades… La espiral más extrema de medidas hostiles contra Cuba no comienza cuando llega Pompeo al Departamento de Estado, sino cuando llega Mauricio Claver-Carone, en el verano de 2018. El propio Marcos Rubio le declaró al New York Times ‘yo puse a Mauricio ahí’ y ‘todo se hiperimpulsó’. Ya antes de ganar la Casa Blanca, ya tenían una hoja de ruta marcada que terminaba en la ruptura de relaciones, y que también preveía la inclusión en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.
“Hoy en día podemos decir que prácticamente lo lograron todo, excepto la ruptura total de relaciones o la agresión, y tampoco el objetivo final, que es derrocar a la Revolución cubana”, afirmó.
“Había un componente político desde el primer día. Las alertas de viajes en que Cuba está en nivel 4, que implican no hacer viajes a ese país, sigue en vigor. Y están las 242 medidas que impuso Trump a Cuba, no todas basadas en la mentira de los ‘ataques’ porque esta sufrió cierto desgaste. Luego vinieron otras. El patrón siempre fue buscar un pretexto falso y responsabilizar a Cuba por las medidas hostiles que EE.UU. le aplicaba.
“Si hubiera que marcar un punto de viraje en esas intenciones, serían las acusaciones falsas sobre los ataques sónicos”, afirmó.