Mella: lucha y luz

Julio Antonio Mella // Foto: Archivo

Que son 121 años cuando la luz de las ideas de un hombre persiste entre los que, como él, aman el suelo que les vio nacer y abrazan la libertad. La independencia fue de Julio Antonio Mella McPartland su primer aliento aquel 25 de marzo de 1903, porque ya el legado del abuelo Ramón corría por sus entrañas. Sus sinónimos fueron las primeras palabras que escuchó, y la mayoría durante su niñez, de las voces veteranas que protagonizaron las guerras.

Unas absorbidas del Martí Apóstol, otras del Bolívar Libertador; muchas también del repudio maternal irlandés al sometimiento inglés a su pueblo de origen. Todas cargadas del sentimiento de autonomía que impugnaba la injerencia imperialista.

Al Derecho corrió el joven espigado y atlético en las aulas de la Universidad de La Habana. Confabulaciones del tiempo de crisis y la historia le hicieron alcanzar la madurez necesaria para levantarse contra programas de estudios atrasados, profesores incompetentes, carencia de instalaciones e ignorancia de las aspiraciones de los estudiantes.

De aquella Reforma iniciada en Córdova, Argentina, bebió también; y se escuchó su voz entre quienes fundaron la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Confederación de Estudiantes de Cuba, y en las demandas del Primer Congreso Nacional de Estudiantes en 1923.

Para siempre quedaron grabados los derechos de la Declaración estudiantil donde prevalecía “el  deber de trabajar intensamente por el progreso propio, como base del engrandecimiento de la familia, de la Región, de la Nación, de nuestro Continente y de la Humanidad”.

Los argumentos que sostuvieron su lucha fueron tan sólidos como la conducta, convicción y pasión revolucionaria, que compartió con Carlos Baliño sin importar la diferencia generacional, y con los cuales fundó la Universidad Popular José Martí, para llevar gratuitamente la instrucción a las clases populares, y el primer Partido Comunista de Cuba en 1925, como representante de las Agrupaciones Comunistas de La Habana y Manzanillo, con apenas 22 años.

El vuelo al exilio le salvó por instantes del tirano Machado. Desde allí vibró su ejemplo como integrante del Comité Ejecutivo de la sección mexicana de La Liga Antimperialista y su Partido Comunista, la Confederación Sindical Unitaria, el Partido Revolucionario Venezolano. En Bruselas trascendió su voz contra la opresión colonial y el imperialismo.

Encontró en la Asociación Nacional de Emigrados Revolucionarios de Cuba la vía para organizar la lucha armada desde el exterior, y ya no se pudo detener la sombra asesina del tirano. Aún no cumplía los 26 años cuando le arrebataron la vida, pero nunca el aliento eterno de libertad que le mantiene presente entre los cubanos.

Al amparo de las ideas del líder revolucionario con pensamiento marxista-leninista, la hora continúa siendo de lucha por la causa de los humildes 121 años después de su alumbramiento para la causa libertaria.

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