La etapa de estudiante es la mejor de nuestras vidas. Es el período donde el espacio y el tiempo son ilimitados para las alegrías y los compromisos con un deber fundamental: estudiar.
El estudiante es el niño, adolescente o joven cubano que porta en sí el futuro, en quien se cultivan las ideas y sueños de un mañana mejor desde la perspectiva que conjuga el ayer y el hoy, para transformarlo, modificarlo a favor de sus anhelos.
En sus manos, unas más tiernas e inexpertas y otras más hábiles, llevan el don del hacer desde el júbilo, desprovistos de temores, porque es su naturaleza crecer y sobreponerse a los obstáculos de la índole que sean, arropar con sus brazos las ideas de escalar hasta la cima de una montaña, de correr kilómetros, de conquistar las metas esperadas, de asaltar con sus iniciativas a otros que una vez también fueron intrépidos como ellos.
Protagonistas de hazañas son estos muchachos y muchachas que día a día cruzan el umbral de sus escuelas y universidades, se nutren del conocimiento y disponen de estos para edificar la sociedad desde sus aulas, barrios, comunidades, desde el desempeño estudiantil y luego como profesionales con alma eterna de estudiantes.
Sus ideas y pensamientos superan las limitaciones y carencias del subdesarrollo, e instan a pensar desde lo que tenemos cómo ser mejores, cómo preservar una identidad que otros jóvenes cubanos legaron para la posteridad, cómo emprender caminos aún sin desbrozar para que otros transiten a través de ellos y aporten sus colores.
El espíritu rebelde y las energías que les caracterizan les signan propósitos, les convoca a realizar proyectos, a debatir y reflexionar las realidades del mundo, a aprehender las esencias de las cosas y sucesos, a tomar las armas de la cultura, el deporte y propiciarse a sí mismos la recreación sana, a asumir la dignidad como parte intrínseca del ser cubano.
Este 17 de noviembre que se conmemora el Día Internacional del Estudiante, en recordación de los sucesos de 1939 en la Praga ocupada por los nazis, son nuestros estudiantes los que toman las calles con su entusiasmo, que las inundan con sus uniformes y diversidad de colorido, con las sonrisas de sus años, con las carteras y mochilas cargadas de ilusiones.
De sus palabras y raciocinio surge la comprensión y el deber con la obra revolucionaria que es en sí misma parte de ellos, el gesto solidario, la conciencia humanista, la disposición a emprender faenas constructivas desde la justicia, la verdad, el compromiso de progreso con la sociedad que les rodea.
Con la mirada puesta al horizonte, nuestros estudiantes, manzanilleros, granmenses, cubanos, son luz de presente y de mañana, el porvenir en flor fortaleciéndose con los saberes de los libros y maestros, con la savia de generaciones precedentes, con la convicción de una Cuba que les admira y reconoce como dueños del futuro.